La Palabra

En busca de… Claudia Natenzon, geógrafa docente e investigadora

Egresó de las Universidades de  Buenos Aires y de Sevilla, ejerce la docencia y como investigadora en la carrera de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras, a la vez que trabaja en Flacso Argentina. Ha dedicado sus años al tema del ambiente estudiando y analizando los riesgos, las vulnerabilidades y las catástrofes relacionadas con el clima. En esta charla nos explica de qué se trata su diaria labor.

LP - ¿Qué sucedió en su vida para que usted elija la geografía?

C.N. - Fueron cuestiones bastante casuales si se quiere porque en realidad lo que quería era estudiar muchas cosas y no sabía con cuál decidirme. Estaba pensando en antropología, pero en aquella época -años setenta- imagínese había mucha influencia todavía de la familia, entonces  mi padre fue averiguar por las carreras y le aconsejaron que entre en geografía que era una carrera más tranquila. En aquella época geografía tenía materias comunes con antropología y mi padre me ofreció entrar a ésa. Después ya no me quise ir porque efectivamente era lo que quería hacer.

LP - ¿Dónde nació?

C.N. - Nací en la Plata, primero estuve en Lanús, después en la ciudad de Buenos Aires.

LP - ¿Y los estudios dónde los concretó?

C.N. - Los estudios los hice en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

LP - ¿Por qué la Facultad de Filosofía tiene la carrera de Geografía?

C.N. - Está en Filosofía y Letras después de una pelea muy grande entre Rolando García que en ese momento era decano de Exactas, que quería que vaya a esa facultad porque pretendía que fuera la más humana de las exactas, y Elena Chiozza, una profesora de gran prestigio en el país que estaba en Filosofía y Letras. Y en el Consejo Superior ganó la postura de Elena Chiozza de que geografía era una ciencia humana. Ciertamente geografía está relacionada con la sociedad y lo que hace en el territorio aun cuando necesite conocimiento de las ciencias naturales.

LP - Cuando se recibe tiene que elegir el camino con su profesión… ¿cómo fue?

C.N. - Ahí la decisión no tuvo que ver con mi voluntad sino con las circunstancias del país en ese momento. Me recibí en el año setenta y cinco. Ya había una intervención en la universidad. Tuvimos que irnos muy rápidamente, terminar lo antes posible y ya después estuvimos mucho tiempo sin poder volver a la universidad. Entonces hicimos lo que pudimos, algunos compañeros se tuvieron que exiliar, otros nos quedamos en el país pero no pudimos volver a la universidad porque había como unas “listas negras”. De hecho quise hacer la tesis de licenciatura y no me aceptaron. Cualquier argumento era válido para que no se pueda hacer. Así que solamente pude recibirme como profesora universitaria, muchos años después hice el doctorado en Sevilla, España. Pero en aquel momento a lo que me dediqué es a una de las tres salidas laborales que tiene la geografía. Para un país tan inestable como el nuestro la geografía tiene esa gran posibilidad para trabajar, muchas alternativas: ser docente universitario, que es un docente de  muy alta calidad, no es un docente repetidor de libros, sino que arma sus propios contenidos; o actividad profesional que es todo lo que tiene que ver con la planificación del territorio y el manejo de sistemas de información geográfica privado, en organismos públicos, en empresas públicas; y la tercera es investigación tanto en la universidad como en los programas nacionales de apoyo a la ciencia del Conicet u otras iniciativas de las propias provincias para financiarlas. Yo pasé por todo esto porque comencé en un programa de planificación ambiental en la Dirección Nacional de Ordenamiento Ambiental con un contrato, antes había estado en una consultora privada como profesional junior, después como asistente en una facultad internacional con el doctor Jorge Morello con un grupo de investigación liderado por Mario Robirosa y otras personas que eran de mucho renombre en el país. Y ahí llegó la democracia, y todos ellos fueron llamados a ocupar cargos y me fui con el doctor Morello a Administración de Parques Nacionales. En el ochenta y cuatro pudimos volver a la universidad con otra gente de geografía y me interesé por volver a mejorar mi nivel académico, solicité una beca del Conicet y así empecé en la investigación y me quedé en la universidad hasta ahora que estoy a punto de jubilarme.   

LP - ¿Cómo se investiga en cualquier caso desde el trabajo del geógrafo?

C.N. - El geógrafo tiene sus aportes en un esquema que trata abarcar esta complejidad que necesita por lo menos cubrir con sus conocimientos cuatro componentes del riesgo. Tiene la peligrosidad de los eventos -que pueden ser naturales o antrópicos como explosión o derrame de petróleo, etcétera- y la peligrosidad de los procesos y la vulnerabilidad social que es la situación con la cual responde la población frente a esos procesos. Pero además de eso están la exposición que surge de las combinaciones en el territorio de peligrosidades y de vulnerabilidades específicas y la incertidumbre que se da en aquellas situaciones donde es necesario tomar decisiones cuando no haya conocimiento suficiente. En ese esquema los geógrafos con más conocimiento de causa podemos dar cuenta lo que se llama la exposición porque tenemos conocimiento de cómo interpelar al territorio. Nosotros nos hemos decidido profundizar el análisis de la vulnerabilidad social que es uno de los temas claves. Y la vulnerabilidad social hace a la situación previa de la gente, para afrontar estas cosas, y la situación previa no depende de la catástrofe, depende de la normalidad, depende de si tengo un trabajo, de si tengo una casa, dónde está instalada, si tengo servicios, si tengo nivel educativo. Son aspectos de la realidad social que me van a determinar en mi capacidad de afrontar estos grandes problemas, y después recuperarme. Como se trata de un tema que se construye fuera del momento de la catástrofe, y la catástrofe es analizada por defensa civil, esto en realidad es juntar los platos rotos de algo que se construyó antes. La inundación de dos mil tres en Santa Fe se vino a montar sobre un escenario terriblemente pauperizado de la ciudad. Había llegado mucha gente del interior de la provincia porque no tenían cómo vivir y se habían instalado en zonas marginales de la ciudad, había un alto nivel de desempleo -de los más altos del país-, había una situación de carencia por la crisis nacional de dos mil uno, entonces era un escenario de vulnerabilidades donde la inundación hace un desastre. Viene a exacerbar esos problemas.

LP - Asimismo ¿hay una falta de prevención en obra pública?

C.N. - Es ahí donde se ve la amplificación del riesgo a partir de las acciones de las instituciones. En realidad hay que hacer un combo de estrategias. Donde sea más conveniente, proteger, donde esto no sea posible, retirar, y que no se instale en esa zona la población, o lo que se llama hoy en día adaptar, que es voy a estar ahí pero construyendo de manera tal que si hay agua puedo usar un bote -sobre pilotes o lo que fuera- teniendo precaución de que los enchufes estén altos, en vez de electricidad común usando paneles solares u otra energía alternativa que no dependa de las redes. Cantidad de cuestiones que puede ir viendo desde el punto de vista constructivo. O protege, o retira, o adapta. El tema de la obra es delicado. La obra es muy visible y tiene un impacto mediático muy alto. Pareciera que la gente quiere olvidarse del riesgo y lo único que le permitiría olvidarse del riesgo es sacarlo de su percepción, pero no siempre es esto posible, o factible, o deseable, sino que además cuando se hace se hace mal. La primera inundación de Santa Fe en dos mil tres entró agua al predio porque no habían terminado trescientos o cuatrocientos metros de una defensa. Y esa defensa, en lugar de ayudar a que la gente no se inunde, sirvió de contención, y en un momento determinado había más agua adentro de la ciudad que afuera. Uno dice: bueno aprendemos de nuestros errores. En dos mil siete vuelve a haber una inundación, esta vez ya no viene por el río sino que llueve sobre la ciudad y las cabeceras de los arroyos, no ha habido mantenimiento de las bombas de achique y la ciudad se vuelve a inundar. Tienen que salir corriendo a pedir bombas. Entonces ¿para qué sirvieron esas obras? Ahí lo que hay es un desconocimiento de que esto no es un momento sino un proceso. Con poner las bombas no alcanza, hay que tener el mantenimiento. Con hacer la defensa no alcanza, hay que ver la gente qué hace cuando viene el agua. ¿Cómo hacer, a dónde ir, dónde es el lugar más alto? Eso Santa Fe lo ha logrado, ha tenido un premio muy importante en dos mil once de Naciones Unidas como ciudad resiliente, que se ha hecho cargo. Justamente por los procesos de comunicación al público. Pero el problema es que las escalas de tiempo y espacios de estos procesos no combinan con los tiempos y espacios políticos que en este caso es de un presupuesto anual.

LP - Emergencia agropecuaria.

C.N. - Una cosa es el paquete tecnológico de la soja en la agricultura. Otra los problemas de catástrofes en zonas productivas. Un instrumento de los que son llamados de adaptación puede ser la ley de emergencia agropecuaria pero esta ley creada en los ochenta y se mantenía vigente pero no beneficiaba demasiado a los pequeños y medianos productores, tampoco para las producciones que no son anuales como los árboles que no pueden recuperarse de una inundación en un año. La ley nueva que es muy superior, toma en cuenta una mirada más integral de gestión de riesgo y apunta a ver si es posible que algunos riesgos puedan ser cubiertos con otros instrumentos como ser los seguros. Esa es la idea de analizar la vulnerabilidad social, ver distintas vulnerabilidades, vulnerables somos todos, pero cada uno tiene sus limitaciones, sus necesidades y también sus posibilidades de salir adelante.

LP - ¿En qué se debe preocupar u ocupar una persona para defender la naturaleza y evitar la posible alteración del clima?

C.N. - Es  muy importante la acción individual, somos una sociedad que es un agregado de personas, pero somos más que un agregado de personas. Entonces responsables somos todos, pero algunos más responsables que otros. No me parece mal en absoluto que haya   una enseñanza de que no se tiren plásticos para no obturar, que debemos usar menos agua, no desperdiciarla, todos los cuidados que a través de la escuela y de los medios de comunicación van llegando a la gente para mejorar las conductas que en definitiva nos benefician a todos, pero en realidad el efecto más importante que hay que tomar en cuenta es que esas acciones individuales por sí mismas no resuelven el problema. El problema está colocado en las relaciones sociales y eso lo maneja la política y el gobierno, o sea el estado. Entonces hay necesidad de que se tome conciencia de esto. Si vemos la gestión de riesgo de desastre en Argentina, ha pasado por múltiples ministerios y múltiples formas institucionales de abordaje, y eso no sirve para este tipo de problemas, este tipo de problemas necesita una colaboración interjurisdiccional, medidas a largo plazo, una mirada integradora, consulta a las poblaciones. Lo que ahora se llama políticas de estado. Que la gente no sea rehén de un político porque quiere regalarle él cosas y no permite que lleguen cosas del otro. Superar esas miradas individualistas, egoístas, miserables. Una realidad donde es necesario ponerse a trabajar en conjunto. Salió una nueva ley de gestión de riesgos y desastres que intenta unificar organismos repartidos en distintos ministerios y darle una coherencia. Siempre hay esperanza que las cosas mejoren.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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