La Palabra

En busca de… Carlos Di Fulvio, músico e investigador histórico

Tan serenito y tranquilo

José Gabriel del Rosario Brochero nació en los aledaños de Santa Rosa del Río Primero, provincia de Córdoba, el 16 de marzo de 1840, y falleció cieguito y leproso sobre su catre de tientos en la Paz del Señor el 26 de enero de 1914. Su vida de entrega hacia los que necesitaban de él la desarrolla el maestro Carlos Di Fulvio en la obra integral “Canto Brocheriano” con ritmos folklóricos y relatos. De la inspiración para lograr esa manifestación cultural como homenaje al sacerdote nos cuenta en este encuentro con LA PALABRA. 

 

LP - ¿Cómo conoció la historia de José Gabriel del Rosario Brochero?

C.DF. - Leyendo a Efraín U. Bischoff, la biografía -creo la más completa- sobre don José Gabriel del Rosario Brochero, porque luego de haber leído otras varias, de varios escritores anteriores y otros posteriores, la escrita por Bischoff, fue la que más datos aportó a mi conocimiento.

LP - ¿Cuándo pensó en darle forma a un homenaje contando y cantando su vida?

C.DF. - Obedeciendo la sugerencia de un curita muy mi amigo: César Emilio Ferreyra… “vos Carlos que haces esos cantos tan largos -aludiendo a Canto Monumento, que él escuchaba permanentemente, basado en la vida del General José María Paz- ¿Por qué no le haces uno a mi santo?... _Y ¿Cuál es tu santo?... _¡Don Brochero, pues!... Este curita fue quien con sus comentarios, encendió el fuego de lo que luego en mí se transformaría en devoción y asombro: él me obsequió el libro de Efraín Bischoff que hablaba del nacimiento, vocación, estudios y obra de José Gabriel del Rosario Brochero; eso, más un recorrido largo por los diferentes destinos que lo tuvo como cura en tras las sierras y que duró varios años -desde la década de los ‘60 allá por Soto, La Higuera, Altautina, casando y bautizando familias enteras de las cuales me hacía salir como “padrino”- hasta que en una oportunidad, ya a mediados de los años ‘70, estando en Huerta Grande, en un casual encuentro con Monseñor Primatesta, le manifestó: “mi amigo Carlos Di Fulvio, ése que está ahí haciendo el asado -señalándome con el mentón pues tenía las manos en los bolsillos- está haciendo unos versos para don Gabriel Brochero, pero no los termina…”. Su Eminencia, personaje tan importante a quien yo recién tenía oportunidad de conocer personalmente, a raíz del comentario que le hiciera Ferreyra, me anotició de la “falta que haría en esos momentos contar con un elemento como la canción, para ayudar a difundir la obra y apostolado” de quien no hacía mucho se había iniciado en Roma la causa de santidad, para agregar luego como epílogo: “sería un acierto valioso de propaganda en favor de ella… me gustaría, en otra oportunidad que dispusiera de mayor tiempo, poder escuchar esos versos…”. Y eso fue todo.

LP - ¿Cómo concibió la obra en el primer intento y cómo la fue desarrollando hasta terminarla como la conocemos?

C.DF. - A fines de 1979, SE Raúl Francisco Primatesta, nos recibía a Ferreyra y a mí en el Arzobispado de Córdoba para escuchar lo que se me había ocurrido podía ser una obra en forma de cantata dedicada a la memoria del SD Pbro. José Gabriel del Rosario Brochero. Escuchó muy atentamente, lo emocionó “la cuna de sauce”; “camino umbroso del río”; lo alegró “una vez un niño”, lo impactó “el cielo de San Alberto”, dio claras muestras de pena con el episodio de Santos Guayama, y volvió a revivir como al principio con el aire de la cueca “un paso aquí, un tranco allá”… Hasta ahí era todo lo que yo había compuesto, y le comenté de la preocupación que me urgía por encontrar un final a la obra que sintetizara de algún modo todo lo que había sido Brochero... Hubo un breve silencio… Muy serena y espaciosamente SE, comenzó diciendo: “¿Se dio cuenta Carlos que usted habló de todo, menos de los Ejercicios Espirituales que inculcaba Brochero, basados en los Ejercicios de San Ignacio?..”. Otro breve silencio… y agregó: “Ese debiera ser el final”. Ya de regreso a casa, mientras comentábamos con Ferreyra lo acontecido, se me ocurre preguntarle: ¿César, como cura, qué me puedes decir respecto a los Ejercicios Ignacianos?... _“Son algo así: -pos mortem- qué idea tiene uno del limbo, del fuego y de la gloria…”. _¿Nada más?... _“y ¡Nada menos!... Que Diosito te ayude”... y se fue. Como aún era temprano, sabiendo que vecino a mi casa vivía una persona muy especial: don Alejandro Kuypers, en Villa Belgrano, que ordinariamente trabajaba en la Justicia pero que en su mocedad había estudiado para cura -con quien a veces hablábamos de bueyes perdidos- me acerqué para conversar un rato sobre cosas comunes y corrientes, cuando de repente sin pensarlo, me advierte: _“¿Qué le pasa amigo?, lo noto preocupado”. Y le cuento tal cual todo lo ocurrido. Escuchó muy circunspecto; y cuando di por terminado mi relato. _“Ahora bien, ¿Cuál es su problema?”... _Que no quisiera cometer errores, -como quien dice “meter la pata”- en un tema tan serio como éste. Resultado: salí de su domicilio con una Enciclopedia Eclesiástica, un Diccionario Ecuménico bajo los brazos y esa misma noche, entre mate y mate, tabaco armado y hablar solo -como loco manso- compuse el final de “Canto Brocheriano”.

LP - ¿Qué relación hay entre los ritmos que eligió para componer la música y la historia que relata?

C.DF. - La geografía del lugar donde ocurrieron los hechos.

LP - ¿Cuál es su reflexión acerca de los caminos que fue recorriendo el Canto Brocheriano desde que vio la luz hasta el presente?

C.DF. - Creo sinceramente que fueron a la par de los que le tocó recorrer al propio Brochero.

LP - ¿Qué significa en lo personal que en las misas dedicadas al nuevo santo se canten algunos temas de su autoría?

C.DF. - Que el canto que me pidiera Ferreyra, cumplió con su objetivo.

LP - ¿Se puede obtener la grabación de Canto Brocheriano en el mercado actualmente?

C.DF. - Supongo que sí.

LP - ¿Cómo definiría a Brochero?

C.DF. - Un hombre elegido por Dios.

LP - ¿Qué significa para usted este cura de vanguardia?

C.DF. - Gracias a él recuperé la Fe.

LP - Algo más que desee agregar.

C.DF. - Modestamente: que no le hizo falta “heder” a oveja para ser santo.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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