LP - ¿En qué lugar estamos?
C.C.- Estamos en Ituzaingó, lado norte, hace muchos años que vivo acá. Mis familias son fundadoras, mis abuelos desde 1918, nos instalamos en zonas de quintas, donde había caballos. De a poco se fue poblando como todo en el conurbano, en algunas cosas podemos decir que progresamos, y en otras estamos en retroceso permanente.
LP - ¿Cuándo comenzaron con este rubro?
C.C. - Empecé en el noventa y uno. Tenía una talabartería por la zona de Marcos Paz más por el lado del campo. Tuve siempre una relación directa con los caballos por mi trabajo con el cuero, y toda la vida hemos tenido caballos. Empezaron a traerme ahí los primeros trabajos: guardabarros que se cosían a mano, y en el noventa y dos compré dos carruajes que les hice el primer restaurado y los vendí en un remate del Jockey Club en Buenos Aires. Fui dejando la talabartería y me metí de lleno en esto, además de joven había trabajado en Volvo como técnico mecánico así que estaba acostumbrado a estar cerca de las herramientas. Lo de la restauración viene más por el lado de lo histórico porque mi padre es profesor de historia, fundador de uno de los colegios de la zona. Mi abuelo, que había nacido en Viena, Austria, nieto de un cónsul, era poseedor de carruajes aunque no llegué a verlos. Y tenía caballos carrossier por excelencia, los que usaban los ingleses para los coches. En mi casa siempre se tuvo esa atmósfera de la antigüedad, de las cosas europeas, era un tema de conversación bastante continuo, y mi mamá también apreciaba mucho. Uno fue mamando el gusto y el respeto por las antigüedades así que tuve una cierta inclinación por estas cosas que siempre me llamaron la atención. Eso sumado a tíos muy hábiles, buenos ebanistas, que de chico aprendí mirando lo que hacían. Y teniendo conocimiento de caballos en el tema de los carruajes es bueno porque así tenemos idea de la altura de la lanza, saber cómo se ata un animal, todo es útil a la hora de restaurar un carruaje.
LP - ¿Qué trabajos hacen en este lugar?
C.C. - Fabricamos coches nuevos que son réplicas exactas, pero en los bajos con cierto tecnicismo, con cierta modernidad, las ruedas metálicas con rulemanes, para darle mayor funcionabilidad y durabilidad. Y también hicimos réplicas con ruedas de madera como los originales. Todo lo que hice lo saqué de bibliografía, fotografía, armamos sobre una cuadrícula para las proporciones, también yendo a museos, a colecciones privadas donde uno ve, mide, porque en Argentina hay una cantidad de coches impresionante.
LP - ¿Qué antigüedad tienen los coches que llegan al taller?
C.C. - He recibido coches de mil ochocientos cuarenta más o menos. Uno de los más antiguos que tuve fue de la familia Guerrero, que se le atribuye a Martín de Alzaga, marido de Felicitas. Es una calesa con sistema de suspensión de sopanda, que es el más antiguo, con independencia de la caja, como el que vemos en el coche de Cenicienta. Es uno de los más grandes inventos -fueron los húngaros que eran muy avanzados- de la edad moderna con el tren móvil. Para el lado de Francia eran más rococó, los ingleses más austeros, otros tipos de diseño. Y los mismos modelos fueron mutando con distintas cosas. Iban variando según los usos. En una estancia podíamos ver cuarenta carruajes, y era porque cada uno tenía un fin distinto: deportivos, de chicos, de mimbre o de parque, de paseo. Los famosos “Duque” para mujeres tenían el pescante muy alto que no les permitía a las damas ver el trasero del caballo y las protegían de su femineidad.
LP - ¿Cuál es el coche que más lo impactó de los que restauró?
C.C. - Han venido muchísimos y todos tienen su historia. Hace un par de años restauramos una calesa que hoy es propiedad del Jockey Club, tiene una historia muy linda porque fue traída en la época de Rosas, por el hijo de quien fuera la condesa María Walewska, amante de Napoleón, siendo embajador de Francia viene al país por un tema político de un bloqueo en el puerto de Buenos Aires. La esposa da a luz un bebé -que fallece y está en el cementerio de la Recoleta- de quien Mariquita Sánchez de Thompson fue madrina. Ese coche queda en Buenos Aires cuando él se va, hace unos años sale a remate y está totalmente original con detalles muy lindos como el brocato y el cuero.
LP - ¿Podemos conocer algunos modelos de los que tiene en restauración?
C.C. - Hay un Break ómnibus, es particular, era un coche muy campero, muy criollo, muy utilizado en el campo, el típico que se utilizaba de la estancia a la estación. Se subía por atrás por una puerta central, la mayoría tenía ventanillas laterales, en este caso tenía cortinas de cuero, conserva parte del tapizado original. Tenemos un Sociable, un coche más señorial, de paseo, su capota cubría a uno de sus cuatro ocupantes, tiene muy buenos detalles, es de fabricación nacional pero los ejes son de origen francés así como el tren de movimiento, los elásticos, que venían de Europa, hechos con forja con martinete, o sea moldes. Hoy, después de las guerras, es muy difícil encontrar repuestos en Europa. En nuestro país hay bastante para encontrar. Otra es una Berlina que fue de acompañamiento de las cocherías fúnebres. También un Docker muy americano con freno de pie que estamos preparando. Y una típica Americana, de cuatro ruedas, que lleva un trabajo de pintura manual. Hay una caja de un Mailcoach, que es la diligencia inglesa, similar a la norteamericana, que dio lugar al coche de viaje y entrega de correspondencia, lleva cuatro pasajeros arriba, dos del servicio de caballos atrás, el conductor, el cochero o el látigo. Eran muy fuertes, muy rústicos, porque hacían viajes muy largos, de ruedas pesadísimas, hay muy pocos en el país. Hay un ómnibus en estado original llamado capuchino por un saliente similar al hábito de los monjes, muy usados en las estancias viejas de la provincia de Buenos Aires.
LP - ¿Qué se propuso cuando comenzó con este trabajo?
C.C. - Siempre me gustó rescatar cosas y soy muy detallista en armar cosas, sobre todo en la originalidad. Fui bastante de poner el ojo y hacer lo original. Me molestó el injerto. Fui comprando, traté de asesorarme para dejarlos lo mejor posible. Vi que tenía las condiciones de alguna manera, porque uno va a aprendiendo siempre, con los años adquiere experiencia. Y además de ser un trabajo y un medio de vida, es una satisfacción de rescatar cosas que quizás se iban a la basura, porque hemos rescatado coches que estaban en un estado de destrucción casi total.
LP - ¿Tiene gente que lo sigue o acompaña para darle continuidad al emprendimiento?
C.C.- Lamentablemente no. En esto se tiene que dar que detrás de lo comercial o el medio de vida tiene que haber un gusto y una pasión por hacer las cosas. Nosotros hacemos cosas que no las ve nadie como armar los pequeños detalles como se hacían en los originales. Y tiene que ver mucho con las ganas de hacer las cosas bien. Lo vimos como resultado en el tiempo en el reconocimiento de tantos años. Eso da satisfacción.
LP - Un balance de todo lo que hizo y un pronóstico de lo que quisiera que suceda.
C.C. - El balance es haber vuelto a resurgir muchas piezas que si no hubieran terminado en la basura y por suerte los poseedores de estos coches le dan un valor porque muchos vienen de sus familias. Eso ayuda a que se conecten con nosotros. Lo que me gustaría es que sería bueno tener alguien que pueda seguir haciéndolo. Hace muchos años hubo buenos constructores, ebanistas, los artesanos de la época le ponían otro énfasis en su trabajo y eran más orgullosos de lo que hacían. Después ha venido una época donde la gente no le da mucho valor a eso. Hoy la carpintería es otra cosa, como la herrería. Tiene que aparecer gente que quiera aprender.
LP - ¿Trabajó con museos?
C.C. - Sí. Hice una galera histórica que está en el museo de Tapalqué. Cuando la trasladaron se desarmó por el camino y tuvimos que hacerla de nuevo. Es una de las pocas galeras criollas que quedaron, proviene de uno de los primeros ómnibus que trajo Timoteo Gordillo de Estados Unidos, uno de los creadores de la mensajería argentina. Participé en otros trabajos que tengan que ver con colecciones y museos.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar