La Palabra

En busca de… Antonio Fassi, bohemio

LP - ¿Qué es una volanta?

A.F. - Carruaje de cuatro ruedas, arrastrado por dos caballos. Vehículo que aquellos antepasados gringos utilizaban como medio de transporte y comunicación.

LP - ¿Qué sentido tenía el viaje cuando lo imaginaste?

A.F. - Indefinido. Una fuerza oculta que podría traducirse como necesidad imperiosa de acercamiento hacia ese lugar de los Andes peruanos a manera de rito cósmico como reconocimiento de mis ancestros europeos hacia esa gran civilización americana.

LP - ¿Cómo lo organizaste sin tecnología en esos años?

A.F. - Con el pensamiento que solo contaría con el apoyo de los tres equinos para realizar el viaje, y la comunicación con mis familiares solo sería por correo donde quedaban delimitados distintos lugares, ya definidos, a fin de recibir información sobre distintos acontecimientos familiares y de la zona.

LP - ¿Cómo elegiste a los animales que te acompañaron?

A.F. - Avelino Camusso, de Susana, experto en asuntos de caballería, tomó la decisión de preparar dos yeguas y un caballo, que llevarían el nombre de Argentina, Bolivia y Perú por los caminos de esas tres naciones.

LP - ¿Qué inclemencias tuviste que superar?

A.F. - De todo tipo: fríos intensos de hasta quince grados bajo cero en la alta montaña y el Altiplano, duros caminos de piedra, pesados arenales, calores agobiantes de más de cuarenta grados, chubascos repentinos a la vuelta, desgastes y roturas e implementos de uso equino y vehicular, enfermedades de mis tres fieles motores que requerían el concursos de veterinarios. Felizmente, y durante los siete meses que duró el periplo, mi organismo funcionó a las mil maravillas, habiéndose adaptado a los cambios bruscos de temperatura sin ningún inconveniente.

LP - ¿Cuándo usaste la guitarra?

A.F. - Prácticamente fue una figura decorativa, a tal extremo que en La Quiaca la dejé en custodia a un gendarme sanjuanino -Antonio Fernández- que se prestó como custodio de la misma. Aun hoy mi querida guitarra Optima, del luthier Aldo Merlino, continúa conmigo.

LP - ¿Qué cantaste más esos meses?

A.F. - ¡Nada! Había demasiadas cosas que requerían atención permanente; pensar, avanzar, cuidar atentamente a mis tres sacrificados motores. Meditar, estudiar el siempre cambiante entorno, amén del constante acercamiento de los sorprendidos pobladores que veían aparecer un vehículo antediluviano por primera vez en sus rutinarias vidas.

LP - ¿Qué aprendiste de las noches estrelladas?

A.F. - Como hombre de campo, ya conocía sus encantos, aunque recuerdo la limpieza de los cielos puneños y el volumen mayor de los astros estelares. Siempre la Cruz del Sur marcó un rumbo, el rumbo del hogar paterno, la familia, los amigos de siempre allá en mi pago. Mirando las estrellas, me sentía acompañado, fortalecido, y cuidado por mi padre ausente desde quince años a la tumba de mi progenitor, le imploré protección y… ¡vaya si cumplió! 

LP - ¿Qué valoraste de ese extenso camino?

A.F. - Cincuenta años después, aun voy recogiendo hilachitas de recuerdos cuyo valor intrínseco mantiene su vigencia, y no alcanzaría un enorme libro para valorar todas aquellas enseñanzas.

LP - ¿Qué sentido tuvo el viaje?

A.F. - Desde la parte física, fue una experiencia más que extraña y con un sentido de aventura algo curioso. Desde lo espiritual, la apertura a un mundo totalmente nuevo que marcó en mi vida un antes y un después. En las alturas andinas quedó niñez, adolescencia y parte de la juventud. Sin dejar de ser y olvidar ese antes, el después fue forjando un nuevo destino.

LP - ¿Qué es Machu Picchu?

A.F. - Machu Picchu es una muestra cabal y concreta de la eternidad de un Universo mancomunado, del cual nuestro planeta forma parte, y por sí solo, nos señala que no estamos “solo por estar”. Millones y millones de galaxias, puntitos de luz en las noches estrelladas, atestiguan que este santuario, forma parte de un Universo aun no razonado equitativamente en su cabal dimensión.

LP - Algunas anécdotas del viaje.

A.F. - Demasiadas para contar, pero aun hoy, casi puedo asegurar que “no viajé solo”, pues en los momentos de peligro extremo o inconvenientes mayores, siempre apareció una “mano salvadora”, que permitía que la dificultad no pasara a mayores.

LP - ¿Qué significó escribir el libro?

A.F. - A los cuarenta años de cumplido el viaje, las insistencias de mucha gente conocida -alarmada porque me ponía “viejo”- pedían un testimonio escrito. Como aun poseía los apuntes, decidí dejar una pequeña constancia escrita. Así nació el libro.

LP - ¿Qué camino recorrió esa edición? 

A.F. - Editada en la imprenta del diario La Opinión, una primera tirada de trescientos ejemplares se agotó rápidamente, seguida por otra tirada gemela. Librería El Saber fue la encargada de su distribución y venta, mayoritariamente en nuestra zona de influencia.

LP - ¿Qué es la música?

A.F. - Según  la opinión de algunos es “el arte de combinar los sonidos”; según otros, “el arte de combinar los horarios”. Según nuestro gran maestro Atahualpa Yupanqui, la música sirve para “alumbrar o deslumbrar”. En dos palabras lo aclara todo.

LP - ¿Qué es el canto?

A.F. - Es el único instrumento incorporado al cuerpo físico y muy cercano al corazón. Ambos necesitan del cuerpo humano para mostrar su presencia efectiva, tanto en lo material como espiritual.

LP - ¿Qué es el idioma piamontés?

A.F. - En lo personal, la lengua de mis antepasados, y junto con el español, los primeros sonidos que captaron mis oídos, cuando niño crecía a la sombra de mis padres y mis tres hermanos mayores -Oreste, Gesús y Eduardo- y que aun puedo hablarlo de corrido, dado que practico periódicamente a solas con los recuerdos pues ya muy pocas personas lo usan. En nuestro país, un idioma perdido, una lengua muerta.

LP - ¿Qué es la vida?

A.F. - Recuerdo una frase cuando niño en edad escolar y en la escuelita de Capilla Fassi -Egusquiza- en un “recreo”, un compañerito soltó al alzar la siguiente frase: “La vida es un poroto que da vueltas, da vueltas y nunca se para”. Hoy creo que Omar Gentile… ¡Tenía razón!

LP - Algo más que desees agregar.

A.F. - La vida continúa y continuará por milenos y milenios. El Universo -aun hoy inentendible- nos muestra su eternidad de siglos. Y nosotros, querrámoslo o no, ¡Somos parte viviente de El! Quizás mortales… quizás inmortales. ¡Chi lo sa!

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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