La Palabra

En busca de… Anikó Szabó, artista plástica y arquitecta

LP - ¿Todos los días pinta? ¿Cómo es un día de trabajo para usted?

A.S. - Cuando me pongo a empezar a hacer un cuadro tengo que pintar todo o casi todos los días. Y me lleva bastante tiempo. Hasta ocho horas diarias y cansa bastante pintar. Primero pienso el tema y hago un boceto a mano.

LP - ¿Qué la inspira?

A.S. -En general los colores, porque en mis años de pintura me preguntaban si existen, si eran un invento, porque la gente ve a la ciudad gris. En eso es en lo que más me inspiré, pero hice otros temas también. Digo que esos colores están, es una cuestión de detenerse, encontrarlos, trato de incorporar el clima interior mío, climas a los paisajes que tomo, climas de primavera, otoño, verano e invierno, más luz, menos luz, con atardecer, que casi nadie tiene tiempo de mirar el atardecer, cómo los colores tiñen los edificios, la naturaleza, todo. Trato de descubrir, y lo que más me sensibiliza es el color, evidentemente.

LP - ¿Hay lugares de los barrios que más le atraen?

A.S. - No sé, me detengo más en las zonas que uno conoce, voy viendo, si voy varias veces descubro lugares, digamos. No siempre son turísticos, pero tienen que ver son la arquitectura, como cuando salíamos a dibujar cuando éramos alumnos de la facultad.

LP - ¿Cuándo descubrió que la pintura podía ser ingenua?

A.S. - En realidad, me pusieron la etiqueta de ingenua. No me molesta, ya estoy en los diccionarios como naif. Que es lo que no respeta las reglas de perspectiva y las escalas. Tal vez fui una especie de naif urbana, personalizada, que acepté la etiqueta de naif sin querer serlo. No es que dije voy a pintar ese estilo.  

LP - ¿Cómo descubrió esa técnica?

A.S. - Empecé a dibujar con marcadores sobre papel blanco. Estuve muchos años en Vosotras y el diario La Prensa, después pasé a acrílicos y a óleos. Me relacionaron con ese estilo y en los ochenta lo acepté, pero sin proponérmelo.

LP - ¿Cómo se animó a romper esa regla de la perspectiva y los colores? 

A.S. - Eso me salía naturalmente. A veces intencionalmente traté de aludir la regla de la perspectiva para que no sea tan fotográfico.

LP - ¿Cómo resultó la crítica de esos trabajos publicados?

A.S. - Bien. La gente lo aceptó totalmente. Por ejemplo, el periodista Julio Lagos dijo que lo mío iba a ser como una impronta y de testimonio de la ciudad de Buenos Aires dentro de ese estilo. Otro me dijo que lo que atraía de lo mío es la emoción que transmite.

LP - ¿Y qué se propuso con esa forma de ilustrar?

A.S. - Me propuse que la gente lo pueda compartir con tarjetas postales. Traté y mi propósito en ese momento era que todos tuvieran un pedacito de Buenos Aires como lo veía yo a través de las tarjetas. He ido a departamentos y vi colgados trabajos míos y eso fue muy masivo en una época.

LP - ¿Está conforme con lo transcurrido en estas décadas dedicadas al trabajo?

A.S. -En realidad estoy muy contenta porque mucha gente del exterior se lleva mis láminas, y me pasó con un matrimonio de Holanda que en su viaje se llevaron mis trabajos y después me solicitaron un par de ellas nuevamente porque se les habían arruinado. Entonces se las hice llegar, una personalmente y otra por medio de mi hija que se la entregó en Amsterdam. Mucha gente de afuera tiene mis pinturas, algunos continúan la colección por generaciones.

LP - ¿Tiene quien la herede en su profesión?

A.S. - Mi hija escribe, es una excelente escritora que escribió varios libros, y es una referente de viajes. Tiene treinta y tres años, es joven, es una viajera nómade, estudió comunicación social, hace diez años que está viajando y es bloguera.

LP - Una anécdota de estos años dedicados al dibujo.

A.S. - Para mí fue una gran sorpresa de que tantos años atrás a los hombres también le gustan las florcitas. Porque había un prejuicio, hoy en día ya no, pero hace veinte años o más, decían ¿cómo un Planetario lleno de florcitas? Y otra cosa que para mí fue muy lindo las colas que se hacían en la Feria del Libro para comprarme láminas, donde he llegado a vender más de mil láminas en una feria. Tenía una mesita donde yo firmaba y hacían cola. Era de no creer, algo impresionante. Así como los cuadros que hacía para las embajadas y se las llevaban los embajadores cuando se iban. Digamos que está relacionado no sé si con el turismo o con los recuerdos de Buenos Aires.

LP - Los libros también fueron parte de su obra.

A.S. - Hice un libro en dos mil dieciséis, seleccionando de mis propias obras y ampliándolas con computadora esta vez, y después calcándolas yo a mano con tinta china. Se imprimieron con un muy buen trabajo para que se reproduzcan de la mejor manera. Tiene una muy buena acogida. Se llama “Cuadros naif para colorear” y se vende en todo el país.

LP - ¿Qué balance hace de su vida dedicada al arte?

A.S. - El consejo que le di siempre a mi hija, es que trate de hacer lo que le gusta en la vida, en cuanto a profesión. De convivir con la gente que le gusta, en el lugar que le gusta, y hacer lo que le gusta. Porque seguramente le va a ir bien si hace lo que le gusta porque eso le va a servir mejor que si hace algo que no le gusta. Claro que no es fácil, porque no cualquiera puede hacer lo que le gusta. Es importante, aunque haya que sufrir un poco.

LP - ¿Y desde los padres también se sufre cuando una hija se va tantos años de viaje?

A.S. - Hay que acostumbrarse, porque ahora con los medios de comunicación no hay problemas y todo está más cerca porque a lo mejor estaba acá y tampoco nos veíamos. Era más difícil cuando yo era chica con el teléfono fijo y las llamadas a determinados horarios. La vida de ella es muy interesante y empezó a viajar a los veintiún años. Y le gusta vivir así, en cambio a mí me gusta vivir acá.

LP - ¿Pudo conocer el país usted?

A.S. - Todo no, pero mucho el sur sí, falta un poco del norte. Bastante al exterior por Europa y por Estados Unidos.

LP - ¿Cuál es su actividad actual?

A.S. - Tengo una página virtual donde se pueden ver mis trabajos, láminas, cuadros y libro, que incluye también un blog.

LP - Hay un disco de vinilo que lleva su diseño en la tapa.

A.S. - Lo hice una sola vez, vino Sergio Denis a verme a mi departamento para que le haga la tapa del disco. Elya era muy popular, y cuando la gente lo vio en el edificio casi se desmayan. También hice bastantes cosas para el vestuario de Eduardo Bergara Leumann.

Anécdota

Hay un cuadro que hice que es la casita de la calle Heredia. Parece ser que era de una profesora de mi secundario. Un muchacho joven hace unos años me escribió diciéndome que se iba a Estados Unidos a casar y que no quería dejar de comunicarme la emoción que a él le producía ese cuadro que estaba en la casa de su abuela. Y antes de casarse me quería escribir para agradecerme esa imagen y cómo le había gustado. Son cosas lindas que me pasaron profesionalmente. Cuando publicaba en el diario La Prensa, recién empezaba, me sentía -y me sigo sintiendo- una ilustradora, los autores de los textos me escribían y me decían que yo había dibujado las cosas que ellos no habían escrito pero que lo tenían en la cabeza.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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