LP - ¿Qué recuerdos tiene de su infancia? ¿Dónde fue?
A.C. - Tengo gran parte de los mejores recuerdos de mi vida. La felicidad de jugar al fútbol todo el día, ver partidos, escuchar partidos de Buenos Aires por la radio. Fue en el barrio de Villa Mitre de Bahía Blanca.
LP - ¿Cuándo descubrió que lo suyo iba a ser el fútbol?
A.C. - Nunca. Las cosas se fueron dando y entre medias hice muchas otras cosas.
LP - ¿Le interesaron otros deportes?
A.C. - Sí, el básquet, como no podía ser de otra manera siendo de Bahía Blanca. Pero solo para ver.
LP - ¿Cómo se dio el ingreso al profesionalismo?
A.C. - Naturalmente. Las cosas van sucediendo y un día me encontré que vivía de eso. No lo podía creer.
LP - ¿Qué puede destacar de su paso como jugador de fútbol?
A.C. - El enorme placer que es jugar. Y un montón de experiencias personales, sin ninguna trascendencia, pero que me resultaron muy útiles cuando me tocó entrenar.
LP - ¿Siempre pensó que su destino lo llevaría a dirigir equipos de primera?
A.C. - No. Nunca. Yo solo aspiraba a jugar en el primer equipo de Villa Mitre, cosa que conseguí. Todo lo demás, es añadido, como de regalo.
LP - ¿Qué se propuso como técnico cuando inició su carrera en ese trabajo?
A.C. - No traicionar a mis sentimientos futboleros, a todo lo que me habían dejado los jugadores y equipos que había admirado. A ser fiel a la gente de mi barrio que me transmitió los secretos del fútbol.
LP - ¿Cómo considera que debe encararse el deporte para los mejores logros en la formación de la persona del jugador?
A.C. - Como una manera de disfrutar la vida. Que hay que defender como todos los derechos fundamentales que tenemos y que procuran arrebatarnos.
LP - Pasó por la universidad y también dedica su tiempo a escribir. ¿Qué estudió? ¿Qué lo motivó a esa elección? ¿Dónde publicó sus opiniones? ¿Qué le interesa decir en esas entregas?
A.C. - Estudié Filosofía y Psicopedagogía, como una herramienta para entender la realidad. Yo vivía y veía las injusticias y humillaciones diarias que sufre la gente de los barrios, y quería encontrarles una razón. Me ayudó el estudio, y también, quizá más, la militancia. Escribo sin saber el motivo, salvo los artículos sobre política que suelo hacer. Entiendo que todos tenemos derecho a opinar, y diría el deber de hacerlo. Cada uno donde pueda y con los demás. Me interesa, en estos casos, dar otra visión de la realidad de la que nos transmite el poder a través de sus medios de comunicación.
LP - Hay libros propios en su haber. ¿Qué leyó antes de escribirlos para poder motivarse en ese aspecto? ¿Cuáles son sus títulos de cabecera?
A.C. - Los libros que escribí son de fútbol, y la motivación la encontré en mis experiencias, no en otros libros. Mis libros de cabecera no son de fútbol. “Para leer al Pato Donald” de Dorfman y Mattelart, y “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire.
LP - ¿Qué le gustaría ver en el deporte que pueda modificar la realidad cruel que estamos viviendo a nivel mundial?
A.C. - Si te referís a la realidad social, política y económica, el deporte no tiene nada que hacer. Si en cambio hablás de la realidad del deporte, me parece que habría que recuperar lo que es nuestro y el negocio nos quitó. Los clubes de fútbol por ejemplo.
LP - ¿Desde qué lugar vivió el golpe de estado de 1976?
A.C. - Desde Bahía Blanca. Yo estaba militando en el Peronismo de Base en ese momento.
LP - ¿Y para el Mundial 78, qué lugar ocupó como argentino siendo exiliado en España?
A.C. - En el 78 yo estaba en Madrid. Y formaba parte de un movimiento que se llamaba “Boicot al Mundial”. En realidad nos proponíamos denunciar la dictadura más que pretender que no se juegue. Y además veíamos cada partido con entusiasmo futbolero y gritábamos los goles de Argentina como si estuviéramos en Argentina. Entendíamos que el mundial servía para revelar al mundo la actuación criminal de la dictadura argentina. Y para el pueblo argentino era un momento de alegría ante tanto sufrimiento. El aprovechamiento de esa euforia fue, como suele ser siempre, efímero y creo que el hecho de que hayan ido tantos periodistas de todas partes del mundo, fue útil para poner en descubierto el significado de esa dictadura que puso en práctica un sistema económico que más tarde se llamó neoliberalismo, con el consiguiente expolio y pauperización de la clase obrera en favor del poder económico nacional e internacional.
LP - ¿Por qué eligió ese lugar para vivir su presente distante de Argentina?
A.C. - Por ninguna razón. Tal vez por el idioma. Me daba igual cualquier otro país en ese momento. Tuve suerte, caí en Madrid y rehice mi vida en un lugar maravilloso para hacerlo.
LP - Una anécdota con final feliz para compartir con los lectores.
A.C. - Una de las veces que volví a Bahía Blanca, después de aquellos años trágicos, me encontré con un compañero de militancia. Me resumió brevemente su vida, y le pregunté por sus hijos. “Muy bien”, me dijo, “tuve suerte. Ninguno es banquero”. Yo tengo tres: uno, Bernardo, es dramaturgo y director de teatro; el otro, Jorge, sociólogo y poeta; y María, periodista. Yo también tuve suerte.
LP - Una reflexión a padres, entrenadores, dirigentes que llevan a niñas y niños a competir.
A.C. - Que no se olviden de aconsejarles que lo mejor que les puede pasar es que se diviertan, y lo peor que crean que se juega para ganar. Se juega para jugar, como decía Eduardo Galeano, el triunfo, en todo caso es una recompensa.
LP - ¿Cuánto vale un gol? ¿Y el precio de un triunfo deportivo?
A.C. - Un gol a favor vale toda la alegría imaginable. En contra, toda la tristeza. El precio es el merecimiento. No hay nada mejor que merecer el triunfo. Y a veces se consigue.
LP - Algo más que desee agregar.
A.C. - Decirle sobre todo a los más jóvenes, que nada está perdido. Que no es inútil luchar por un fútbol mejor en una sociedad más justa y democrática, porque un mundo mejor es posible. Nada más. Muchas gracias.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar