En busca de… Andrea Manso Hoffman, kinesióloga, osteópata, entrenadora e investigadora de la danza
Apasionadamente corporal
Incorporó la danza a su vida desde pequeña. Se ocupó de ir descubriendo los espacios que le iban a asegurar lo que estaba buscando en su formación profesional. Fueron años de trabajo intenso y de estudio universitario. Todo confluyó en su inquietud y en su dedicación por lograr asimilar pensamientos, teorías, principios y experiencias con el acercamiento a maestros del país y otros lugares del mundo. Con antecedentes valiosos para destacar, lleva adelante su proyecto donde lo importante es el cuerpo pero desde otro diseño y conversó con LA PALABRA de su actividad.
LP - ¿Estás en movimiento desde que naciste prácticamente?
A.M. - No. Digamos que fue una necesidad desde la preadolescencia. Siempre fui muy móvil, pero desde la preadolescencia fue una necesidad así como vital.
LP - ¿Cómo fueron los comienzos?
A.M. - Empecé sola con gimnasia deportiva en GEBA. Iba solita, tenía diez años. Empecé a entrenar con eso y después me desgarré, y la profesora que era María del Carmen Bonamino, una mujer que hizo un montón por la gimnasia deportiva en la Argentina, me dijo “andá a la clase de las viejas, que las da una bailarina, y trabajá justo antes del punto del dolor”. Y yo empecé y vi que eran alucinantes las clases, eran un estiramiento excéntrico que ni se hablaba técnicamente en esa época, pero estaba buenísimo. Y veía que las mujeres estaban bárbaras. Y la bailarina me sugiere que vuelva a gimnasia pero que vaya a danza porque me iba a servir mucho. Y empecé en danza jazz con Rodolfo Olguín, un maestro, y me enseñó todo él. Después me pasé al contemporáneo y empecé a hacer artes marciales. Siempre fui como una investigadora.
LP - ¿Nunca como formación académica?
A.M. - No… porque venía de una formación muy intelectualoide, en el destino mío tuve que cambiar muchas cosas, familiares y demás, pero tenía un destino como de estudio universitario. Siempre me gustó estudiar y tuve capacidad pero me tiene que interesar. Tuve que resolver muchas cosas, me tuve que ir de mi casa muy chica, siempre trabajé muchas horas por día para sustentar un departamento. Cosas de las que no me arrepiento. En lo familiar había muchas contradicciones, a mí me gustaba mucho lo físico y mis padres siempre boicoteaban eso. Elegí psicología y después me anoté en el profesorado, entré en los ballets. Hice cuatro años de psicología y dejé sabiendo que no quería ser psicóloga porque era muy estático. Eran clases muy buenas con profesores destacados. Todos eran muy referentes del pensamiento de ese momento. A mí me parecía alucinante porque salía de una cosa muy milica. Era en el año ochenta y cinco. Todas las materias me gustaban aunque sabía que no iba a ser psicóloga.
LP - ¿Dejaste para ir a dónde?
A.M. - Entré al profesorado de gimnasia en un instituto privado. Quise trabajar como entrenadora, me recibí y lo hice. Ahí aparece un lugar para cursar kinesiología y me recibí.
LP ¿Qué te importaba del movimiento y del cuerpo?
A.M. - No sé… Siempre uno empieza por resolver algo. Un lugar en esto que es la vida. Me sentía muy alienada en lo que es mi cuerpo, y la experiencia física me encontraba. Y un discurso embromado de la época donde el cuerpo estaba denigrado. Salía de un entrenamiento y sentía placer. En cuanto al complemento al sumar la carrera universitaria, decido hacer una kinesiología de la escena. En muchos lugares del mundo hay como asociaciones de medicina performáticas, así como hay medicina del deporte. En la Argentina muchos lo estamos haciendo. Yo lo hago quizás también en la veta más actualizada de una osteopatía neurocientífica que fui a aprender a Europa. Con todas herramientas que son de consultorio las estamos llevando a la investigación artística.
LP - En tu caso es un encuentro de la kinesiología con la osteopatía.
A.M. - Se da una transversalidad. Mi crítica es que en nuestro país llega mucho la osteopatía española, y es bastante corta, muy biomecánica. Hay gente que está investigando otra cosa que se nutre de lo extranjero. A mí me gusta mucho el pensamiento francés que es muy revolucionario pero aquí no llega por una cuestión de negocios. Agradezco haber estudiado la osteopatía que nos transmiten acá, pero es para un momento, para lo agudo. Para lo crónico y para otros pensamientos falta todo un abordaje francés que nos va a llegar pero más tarde. Pero cuando todo es un negocio, aunque vivamos de eso, no va.
LP - ¿Cuál es el proyecto profesional que ofrecés con toda tu formación?
A.M. - Lo principal que a mí me interesó fue el profesor polaco que se fue a vivir a Venezuela y después a España. Y por estar en España lo llaman en nuestro país, y viene. Es un osteópata que trabaja desde la tensegridad que es un nuevo diseño del cuerpo que es tensión integrada y te da una sensación de globalidad y de micromovimiento que empieza a tener una potencia tremenda, y genera una técnica que se llama inducción miofascial que es lo que nos viene a enseñar. Estando con él le pregunto: ¿Pero esto en los entrenamientos cambia todo el diseño del cuerpo? Y él me responde: “Es otro diseño del cuerpo”. Esto cambia el paradigma. Y me dijo: “Lo tenés que hacer”. El lo ejemplificó tomándome del hueso hioides y moviéndome para todos lados, mientras yo sentía una sensación del cuerpo entero y hacía un puente, una vertical, y otras posturas como si nada.
LP - ¿Estás trabajando con gente del ámbito artístico junto con otros profesionales?
A.M. - Estoy dando el seminario que se llama “Otro diseño del cuerpo” con el profesor Juan Onofri Barbato. Es otro movimiento. El cuerpo es como una adherencia para el cerebro, y le produce otra cosa, otro diseño. Hay gente que artísticamente está muy madura y quizás con estas ayudas pueden estar en escena con esa madurez. Podés cambiar la cabeza de la danza también. Inclusive a los jóvenes que no piensan en la salud. Di un curso de cuerpo emergente donde vinieron acróbatas, y en el alto rendimiento la lesión va cantada, no sabés cómo participaron. Les damos recursos a veces impensados que son cuestiones empíricas para que trabajen determinados movimientos. Trabajo con la única oftalmóloga que trabaja posturas y nos encontramos, con la única psiquiatra que trata algunas dislexias como alteración propioceptiva, y con una psicóloga que acaba de venir del Congreso de Psiquiatría y me dice: “Estuve pensando el vos todo el Congreso: no-hay-cuerpo”. Dentro del negocio de la salud hay que estar atento a no caer en manejos mágicos de la situación. Siempre hay que vaciar -en el buen sentido- de ego las interferencias que yo pueda hacer. No puedo juzgar al paciente.
LP - Un alumno tuyo dijo, cuando le pregunté qué hacía en tu clase: “No sé cómo se llama lo que nos da Andrea, y es difícil explicarlo, pero lo que te puedo decir es que estoy aprendiendo el cuidado del cuerpo y que te prepara para la vida”. Ahora decime vos que estás haciendo con el grupo de alumnos de danza.
A.M. - Tienen por semana una hora y media de preparación física para el alto rendimiento. Y otra hora de flexibilidad tenségrica y excéntrica de las cadenas miofasciales. En la primera se trabaja la fuerza potencia, la fuerza explosiva. Un salto tremendo, y ciertas técnicas que tiene que estar sí o sí físicas, de movimiento en cadena pero con mucha fuerza. Eso es lo que falta un poco a la danza porque tiene muy buena neurología, calidad de movimiento, pero cuando quiere flotar, si no tenés el entrenamiento, la lesión viene cantada. Por eso muchos hombres empezaron a bailar danza contemporánea para darle esa explosión que querían los coreógrafos. No es obligación, pero si lo querés usar tenés que tener entrenado este recurso. Y la otra clase es cómo flexibilizar, pero en realidad es cómo moverse cuidando el cuerpo. En las clases asisto con un tema pero que hay que investigar. Para mí la docencia se transformó en un ida y vuelta.
LP - En todo lo que disfrutás de tu experiencia. ¿Cuánto te exige?
A.M. - Me acuerdo las palabras de Souchard, el profesor francés que creó la Reeducación Postural Global. Dice: “Yo no trabajo de esto, soy un apasionado de esto”. Creo que la vida me fue llevando y vas encontrando y plasmando lugares importantes. Entendí que el trabajo tiene que ver con cierta posición que yo tomé en la vida. Es encuentro. No me siento exigida en ese sentido. Me exijo mucho porque me gusta.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar