Editorial

El uso de reservas

El uso de reservas

Mediante una resolución del Ministerio de Economía se puso en práctica el decreto de necesidad y urgencia de la presidenta de la Nación prorrogando el Presupuesto para este año, por lo cual quedó habilitada la colocación de una Letra que vencerá dentro de diez años -a comienzos de 2021- a cambio de 7.504 millones de dólares que el Banco Central de la República Argentina transfiere de sus reservas para pagar deuda.
De tal manera, el Gobierno repite lo que viene haciendo desde 2006, cancelando deuda pública tanto con los acreedores privados como con los organismos financieros internacionales, con fondos del Central esencialmente, aunque también recurre a fondos del Banco Nación, de la ANSES y últimamente también del PAMI, con lo cual cerca de la mitad del total de la deuda pública de 160.890 millones de dólares se encuentra en manos de organismos o entidades públicas.
Luego de tomados estos 7.504 millones de dólares de las reservas para hacer frente a las acreencias de este año, los fondos que en realidad deberían estar destinados con esa finalidad desde el Tesoro Nacional, se utilizan para cubrir el déficit de funcionamiento. De tal manera, ya se le adeudan 35.103 millones de dólares al Banco Central, aunque si se hace uso de otras normas el endeudamiento del Estado podría alcanzar este año a los 38.000 millones de dólares, y aún más que eso si durante el transcurso del año se decide cancelar la deuda con el Club de París con reservas, lo cual se estima como altamente probable en caso de prosperar una iniciativa que viene siendo analizada desde hace un tiempo.
De acuerdo con un análisis que hace el periodista Ismael Bermúdez en el diario Clarín sobre el uso de reservas del BCRA, la primera toma se produjo cuando el entonces presidente Néstor Kirchner tomó 9.530 millones de dólares para cancelar la deuda con el FMI, en tanto que el año pasado se usaron 4.382 millones para pagar a acreedores privados y otros 2.187 millones con los cuales se hicieron cancelaciones con el Banco Mundial y el BID, recibiendo además el Gobierno el equivalente a otros 11.500 millones en adelantos transitorios y otro tipo de colocaciones.
Pero además de todo este uso de reservas, el Gobierno se encuentra habilitado a usar otros 2.074 millones de dólares con un decreto simple, lo cual es muy factible que llegue a concretarse, habida cuenta de la voracidad que viene demostrando el Gobierno en materia de gastos, y más aún teniendo en cuenta el carácter electoral del presente año.
Claro que esta forma de manejarse, que para el gobierno constituye una herramienta ideal pues tiene fuertes prestamistas a costo cero, presenta algunos inconvenientes no sencillos de resolver, y que van dejándose para el futuro en cuanto a las cancelaciones de deuda, pero además con un efecto inmediato en lo inflacionario, ya que la extracción de reservas del Central se reemplaza con compras en el mercado para lo cual se recurre a una emisión monetaria que alimenta la espiral inflacionaria. Prueba de ello es la falta de billetes de 100 pesos, la más alta nominación de nuestra moneda, que desde la salida de la convertibilidad hasta ahora perdió cuatro veces su poder adquisitivo, pues ahora sólo se compra un 25% de lo que en ese tiempo se adquiría con un billete de 100.
La inflación es evidente, aun cuando desde el Gobierno se insista en negarla, tanto con los índices falseados del INDEC desde enero de 2007 en adelante, como con la negativa de crear billetes de mayor valor, como serían de 200, 500 y 1.000 pesos, tal como le fue aconsejado al Gobierno hace largo tiempo, precisamente para evitar el colapso que se produjo en este momento, cuando los cajeros de los bancos no son suficientes para abastecer las necesidades de la gente, no alcanzando los billetes que elabora el Central ni tampoco los que se importan desde Brasil, ya que la capacidad local quedó superada por las circunstancias.
Como vemos, todo tiene que ver con todo, aun cuando el núcleo de la cuestión tiene origen en el excesivo gasto público, que aún sostiene todo un entrecruzamiento de subsidios buscando evitar un impacto inflacionario que es indisimulable, el cual sería mucho más sencillo de solucionar conteniendo la impresión de dinero a límites más razonables y ajustados a las cifras técnicas reales.




Autor: Redacción

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