Editorial

El trabajo y la dignidad

Mañana es el Día Internacional del Trabajo, una fecha que puede tener más de un sentido puesto que por un lado rinde homenaje a aquellos que lucharon por la reivindicación de los derechos de todos los trabajadores y trabajadoras y por el otro permite celebrar tener un empleo que permita un medio para conseguir un fin, que es el de una vida digna. La conmemoración, que recuerda a los Mártires de Chicago ejecutados en 1886 en Estados Unidos por reclamar mejores condiciones laborales, es una oportunidad además para reflexionar respecto a la situación actual y sobre las deudas o tareas pendientes para que todos puedan acceder a un trabajo digno.

En otros países más ordenados que el nuestro, la conflictividad laboral es mucho menor, no es un problema mayor porque las cosas funcionan bien. En la Argentina la torta para repartir nunca se agranda sino que, todo lo contrario, siempre es más pequeña lo que inevitablemente dispara tensiones que exigen una enorme dedicación para administrarlas. En una economía inestable, imprevisible y por momentos caótica, las empresas deben enfrentar más dificultades que en otras latitudes y eso deviene en un estado de incertidumbre que rara vez afloja. Por eso tener cierta estabilidad laboral en el sector privado se presenta como una misión utópica y una guillotina laboral parece estar suspendida, en todo momento, sobre los empleos argentinos.

Si al estado natural de crisis en el que vive el país se le agrega una recesión que surge como consecuencia de la adopción de medidas sanitarias que afectan la economía, entonces todo puede empeorar un poco más y eso significa que en lugar de crear trabajo se pierden puestos laborales y también se precarizan, lamentablemente. Con la inflación crónica que desestabiliza los precios de los bienes, los servicios, los honorarios y la hora del trabajo, ponerse de acuerdo requiere transitar negociaciones espinosas e incómodas. Ese es el país que nos toca porque muchos gobernantes no han logrado modelar un ecosistema sustentable. Una pobreza cercana al 50 por ciento de la población y una tasa de desocupación que se ubicó en el 11 por ciento a fines de 2020 -año en el que se perdieron 900 mil puestos laborales-, lo que comprende 2,1 millones de trabajadores, y un índice de subocupación -se refiere a las personas que cumplen tareas durante menos de 35 horas por semana pero están dispuestas a tener una carga horaria mayor- del 15,1 por ciento. Si se suma ambos indicadores, uno de cada cuatro trabajadores está desocupado o subocupado.

En este contexto de economía en pandemia, hubo sectores que sufrieron un ajuste cruel como el del turismo, la hotelería y la gastronomía, con la desaparición de miles de pequeñas y medianas empresas. Mientras tanto, esta semana hubo acuerdo entre el Gobierno y las entidades que representan tanto a sectores empresarios como a los sindicatos para aumentar un 35 por ciento el salario mínimo, vital y móvil en siete tramos no acumulativos desde abril hasta febrero, mes en el que recién llegará a 29 mil pesos -actualmente es de 21.000 pesos-. Solo basta recordar que una familia necesitó en marzo último 60.874 pesos para no ser pobre y 25.685 pesos para no ser indigente, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

Hace un año, al celebrar la Misa en la Casa Santa Marta del Vaticano en ocasión de la misa en honor a San José Obrero, el Papa Francisco pidió por todos los trabajadores para que sean justamente remunerados, para que puedan tener un trabajo digno y gozar de la belleza del descanso. Y recordó una historia que se dio en una sede de la organización solidaria Cáritas a la que había llegado un hombre que no tenía trabajo a buscar algo para su familia. En ese momento, un empleado de Cáritas le dijo a modo de consuelo que "por lo menos puedes llevar pan a casa". Sin embargo, el hombre desocupado respondió que recibir ese alimento en un acto caritativo "no es suficiente para mí" tras lo cual afirmó "quiero ganarme el pan para llevarlo a casa". El Sumo Pontífice cerró esta pequeña pero enfática historia al sostener que a aquel hombre le faltaba la dignidad, la dignidad de "hacer" el pan él mismo, con su trabajo, y llevárselo a casa. Nada más que agregar sobre la relación entre la dignidad y el trabajo.

En el final, una mención destacada por los trabajadores del ámbito de la salud que hoy están en el frente de la batalla para enfrentar al Covid. A pesar de salarios y condiciones laborales insuficientes están cada día en las trincheras incluso dando la vida misma por cumplir con su deber. Lo mínimo que podemos hacer es cumplir los protocolos sanitarios para ser dignos de sus esfuerzos.



Autor: REDACCION

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