A lo largo de la historia, en diferentes épocas de la humanidad, se registraron epidemias que dejaron secuelas lamentables entre la población.
Los primeros relevamientos que se efectuaron, de una manera ordenada y con datos bastante precisos, se remontan a la Edad Media, pero las que causaron mayor cantidad de víctimas fatales se produjeron en los siglos XIX y XX.
Sin embargo, existen indicios concretos que hace unos 3.000 años, era común aplicar una técnica que hoy sigue vigente: la aislación de los pacientes con síntomas que puedan generar un contagio masivo.
La "cuarentena" fue uno de los primeros recursos drásticos para contener la expansión de enfermedades, cuando la medicina no era capaz de neutralizar efectos no deseados.
Ocurrió, por ejemplo, con la lepra, la peste bubónica, la fiebre amarilla, la tuberculosis, el tifus o más recientemente con el cólera.
No siempre se lograron resultados satisfactorios, pero en gran medida, esos procedimientos redujeron considerablemente los números de personas que contraían ese tipo de afecciones.
La necesidad de aislar a los enfermos para evitar contagios, ya se ponen de manifiesto en el Antiguo Testamento y luego en los escritos de Hipócrates, médico griego que ejerció en el llamado "Siglo de Pericles" y bien llamado "Padre de la Medicina".
La lepra, que se detectó a principios del año 700, obligó a las autoridades de diferentes países, a construir leproserías o leprosarios, con la finalidad de mantener a los pacientes en lugares retirados, hasta que finalmente se logró encontrar una solución definitivamente, para que la enfermedad se pueda erradicar.
La historia da cuenta que luego de aquellas técnicas iniciales de aislamiento, utilizadas desde la Edad Media y aplicadas hasta nuestros días, permitieron solucionar en buena medida las dificultades que generaban las epidemias, al menos para evitar una mayor propagación.
El origen de la "cuarentena", se remonta a los años posteriores a la llamada peste negra y el primer registro aparece en 1377, en la colonia de Ragusa (actualmente Dubrovnik), un importante puerto en el que eran retenidas las personas y los propios barcos como medida de prevención.
Los profesionales, tras constatar que la enfermedad tenía un ciclo de unos cuarenta días a partir de la infección y hasta el deceso de los afectados, ya tenían la certeza que el tiempo era suficiente para descartar los eventuales contagios.
Fue tan devastadora la peste negra, que entre 1348 y 1359, dejó un saldo de muertos cercano al 30% de la población europea. Fue un punto de inflexión, toda vez que a partir de esas cifras alarmantes, se tomaron precauciones que hasta entonces no se habían aplicado.
El tratamiento adecuado a los cadáveres, fue uno de ellos. Y en ese sentido, pudieron constatarse resultados favorables, al disminuir considerablemente la posibilidad de contagiar a las personas más vulnerables.
A pesar de adoptarse esas previsiones, los efectos de la peste negra siguieron afectando a la población europea como consecuencia de los siempre temibles "rebrotes", que en Derbyshire (Inglaterra), causaron la muerte de tres cuartas partes de los habitantes de la ciudad, aunque finalmente se pudo evitar que la enfermedad se propague.
La fiebre amarilla, que golpeó con fuerza a Estados Unidos, solamente en la ciudad de Filadelfia se cobró unas 4.000 víctimas. La "cuarentena", terminó siendo un fracaso, porque se desconocía por entonces que el mosquito era el agente que transmitía la enfermedad.
En el mismo país, un brote de fiebre tifoidea se expandió en barrios donde residían inmigrantes judíos en Nueva York, los que en su mayoría fueron trasladados a Canadá.
En pleno Siglo XX, la gripe española causó estragos y en un solo año mató entre 40 y 100 millones de personas en todo el mundo. Fue en 1918, cuando finalizaba la Primera Guerra Mundial, una contienda bélica que provocó la muerte de varios millones de militares y civiles.
Se tomaron diferentes medidas para controlar el brote epidémico, pero no se pudo hacer demasiado ante el avance incontrolable de la enfermedad.
A raíz de la gravedad del panorama, comenzó a identificar como pandemia a esa tremenda ola de muertes, dejándose transitoriamente de lado la palabra epidemia.
La fiebre española marcó un antes y un después en la medicina, que le puso mayor énfasis a las tareas investigativas, hasta que aparecieron las primeras vacunas y los antibióticos, que se constituyeron en gran un paso adelante.
Luego, el cólera y el ébola, también provocaron muertos, pero las cifras no fueron muy significativas.
Hoy, la preocupación vuelve a tener nombre propio. El coronavirus, que se detectó en China, dejó hasta el momento un saldo provisorio de unos 500 muertos, según las autoridades sanitarias de ese país asiático.
La reacción para controlar la propagación se puso en marcha rápidamente. Se construyó un hospital en pocos días para aislar a los pacientes de riesgo. De todos modos, el temor existe. Y es necesario tomar las precauciones necesarias como para evitar el avance del coronavirus.