Editorial

El salvataje de las empresas

A esta altura crece el debate sobre la compleja coyuntura que atraviesan gran parte de las empresas que se ubican del lado de los perdedores por la pandemia del coronavirus. Claro que hay compañías tecnológicas que están entre los ganadores porque se ha incrementado el comercio electrónico a partir de las restricciones para circular y también el consumo de entretenimiento desde los hogares. Por tanto, Mercado Libre, Netflix o empresas de internet se han favorecido de la batería de medidas adoptadas por los distintos gobiernos en el marco de una cuarentena que busca preservar la salud pública y desacelerar la velocidad de contagio. 

Si bien en Argentina el Gobierno nacional ha dispuesto políticas activas para ayudar a las empresas a superar este escenario de crisis, como el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción mediante el cual paga el 50 por ciento de los salarios de trabajadores, la cuestión es que solo es un respirador mecánico para mantener con vida a industrias y comercios que, de lo contrario, cerrarían sus puertas. Más allá de que hoy es prioridad proveer de oxígeno al entramado productivo que está al borde del precipicio, en el futuro será necesario un plan para acompañar a los pacientes, cuando ya abandonen la terapia intensiva, hacia su recuperación definitiva en el tiempo. 

El Banco Mundial abordó la problemática empresaria en uno de sus últimos reportes. Afirma que la Covid-19 no solo constituye una amenaza para la vida humana, también pone en riesgo los medios de subsistencia a través de la destrucción de las empresas privadas, que representan el 90 % del empleo en los países en desarrollo. Los confinamientos y el distanciamiento social necesarios para contener la pandemia de coronavirus han perturbado las actividades de empresas que de otro modo serían rentables y han menoscabado su capacidad de efectuar pagos a sus acreedores, subraya. En todo el mundo, los Gobiernos están tratando de respaldar a las empresas a través de programas de liquidez de emergencia y también deben revisar y adaptar los marcos de insolvencia a fin de reflejar las circunstancias únicas de la crisis. Esta medida podría salvar un mayor número de empresas y fortalecer el camino general hacia la recuperación económica, remarca.

Los marcos de insolvencia son las reglas que determinan el modo en que se organiza la resolución de activos en riesgo, de manera que la actividad empresarial pueda continuar o los activos se puedan destinar a usos más productivos. Las crisis anteriores han demostrado que puede registrarse un marcado aumento del número de pequeñas y medianas empresas (pymes) en situación de insolvencia, así como del número de corporaciones en dificultades, con la consiguiente pérdida de empleos. En los países en desarrollo, los marcos de insolvencia suelen acrecentar los daños dado que, de manera desproporcionada, conducen a la liquidación de empresas -incluso cuando son viables- y permiten que los acreedores recuperen, en promedio, menos del 30 % de su dinero, sostiene el informe del Banco Mundial. El riesgo de que estas normas promuevan una ola destructiva de quiebras prematuras no es el único peligro que enfrentamos, agrega el documento. Los marcos de insolvencia débiles también pueden generar empresas "zombis” deficientes, que funcionan pero dependen de la renovación de sus créditos, no pueden invertir en nuevas actividades y absorben el crédito que podrían recibir las empresas rentables.

En un informe reciente del Banco de Pagos Internacionales se pone de relieve la magnitud de la amenaza, y se estima que el 50% de las empresas no dispone de efectivo suficiente para pagar los costos del servicio de la deuda durante el próximo año. Aunque muchas economías en desarrollo están atravesando una etapa inicial de la pandemia, están sumamente expuestas a sus impactos sociales y económicos. 

Cualquier respuesta depende del contexto nacional pero, en general, se recomienda desde Banco Mundial un enfoque en fases. En la primera etapa -donde gran parte del mundo está ahora- es importante “aplanar la curva” de insolvencias y utilizar medidas de alivio para evitar que empresas viables se vean obligadas a caer en la insolvencia en forma prematura. Sin intervenciones, incluso los marcos que normalmente son eficaces podrían ocasionar una quiebra sistémica, en la que un aluvión de insolvencias desencadenaría ventas forzadas y causaría un colapso de los precios de los activos. Estas medidas de alivio son sumamente útiles en los mercados emergentes, donde los acreedores usan, a menudo, el sistema de insolvencia como un instrumento para cobrar las deudas.

En la segunda etapa, el principal desafío consiste en dar una respuesta al número creciente de empresas que necesitan un proceso de insolvencia para sobrevivir. En esta fase, es fundamental asegurar el funcionamiento sin contratiempos de los mecanismos de renegociación y reestructuración de la deuda. Es crucial reducir al mínimo el número de empresas “zombis”, que podrían absorber el crédito que de otro modo iría a las empresas rentables en el período posterior a la crisis.

Por último, en la tercera etapa se deberá poner el acento en las personas que enfrenten dificultades financieras después de la crisis.







Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web