Con el acuerdo alcanzado por la Argentina con sus principales acreedores privados, y mientras aún resta una compleja negociación con el Fondo Monetario Internacional, el interrogante que comienza a tomar forma es de qué manera el país logrará el superávit que permita cumplir con los pagos reprogramados sin caer nuevamente en el riesgo de un default. Algo así como no repetir la misma historia de siempre o no tropezar con la misma piedra. El Gobierno nacional logró que los bonistas acepten postergar los vencimientos pero sin decir cómo piensa generar los recursos para pagar cuando lleguen las nuevas fechas. La pregunta del millón, más ahora que el Estado no deja de emitir para hacer frente a sus compromisos de siempre y los nuevos derivados por una enorme asistencia a los sectores afectados por la pandemia y la cuarentena dispuesta para desacelerar los contagios de coronavirus.
En este escenario, el comercio exterior se presenta como una de las llaves para abrir las puertas a los dólares que se requieren para mejorar las reservas y ahorrar para cuando corresponda pagar deudas con tenedores de bonos públicos. Difícil para un gobierno que tradicionalmente opta por recalentar la demanda interna como una manera de mejorar los ingresos de las familias y de las empresas, lo cual suele reducir los saldos exportables a raíz del aumento del consumo (al mismo tiempo, se incrementan las importaciones lo que exige destinar más divisas para girar los pagos a los proveedores externos).
En julio, nuestro país tuvo un déficit bilateral con Brasil de 150 millones millones de dólares. Partiendo del superávit de USD 50 millones obtenido en igual mes del año pasado, se verificó un importante retroceso que obedeció a que, el desplome de las exportaciones (-39% interanual, apenas superando USD 550 millones), más que duplicó a la baja de las importaciones (-19% interanual, totalizando USD 700 millones) señala un reciente documento de la consultora Ecolatina. Producto de esta magra dinámica, el flujo comercial apenas alcanzó USD 1.255 millones, representando un piso para el mes desde 2004.
Considerando que el resto de las importaciones de Brasil cayeron 35% interanual, el mes pasado, nuestro país siguió perdiendo participación en el mercado vecino (-0,3 puntos porcentuales, rondando 4,8% en julio). Si bien este dato representa una mala noticia en sí mismo, vale destacar que la diferencia se atenuó sensiblemente en relación con la primera mitad del año: en ese entonces, los rojos fueron de 3,5% y 20,3%, respectivamente, advierte Ecolatina. Por lo tanto, el deterioro de los envíos argentinos a ese destino se pareció mucho más a la dinámica general en julio que en la primera parte del año, aunque por un peor desempeño de la economía brasileña y no por una recuperación de nuestro país.
Según el reporte, dos factores explican principalmente esta dinámica. En primer lugar, la apreciación del tipo de cambio real bilateral con Brasil, que había cerrado 2019 en línea con su promedio histórico, pero que actualmente muestra un atraso cercano al 20%. En segunda instancia, el tipo de bienes que le enviamos a la primera economía sudamericana, muchos de ellos manufacturas de origen industrial -automóviles y autopartes, por ejemplo-, usualmente relacionados con los rubros “no esenciales”, de peor performance que el resto de las ramas de actividad en medio de esta pandemia.
En la misma dimensión, las importaciones desde este origen cayeron 26% interanual en julio, cuando a nivel agregado retrocedieron solo 3%. Se verifica entonces cómo, el patrón de comercio de bienes industriales, buscado por la política económica de muchos años -unión aduanera del Mercosur, por caso-, producto de las potencialidades de agregado de valor que posee esta rama de actividad representa un “problema” durante la pandemia del coronavirus.
Con estos números, en el acumulado anual se verifica un déficit de USD 170 millones, marcando un deterioro importante respecto al superávit de USD 170 millones alcanzado entre enero y julio de 2019. Además de la apreciación cambiaria, la otra novedad respecto al año pasado fue la entrada de la economía brasileña en recesión, que redujo drásticamente su demanda de productos argentinos (-32% interanual), en tanto que las ventas desde Brasil a nuestro país cayeron “solamente” 14% interanual. Como resultado, el flujo comercial cayó casi 30% en la comparación interanual.
Por último, y de cara al futuro, aunque los números seguirían en rojo, las caídas podrían atenuarse. En este sentido, Ecolatina estimó el año podría cerrar con una contracción de nuestras exportaciones a Brasil no menor al 20% interanual en tanto que nuestras importaciones desde este país retrocederían cerca de 10%. Como resultado, se borraría el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019, arrojando un saldo equilibrado. Por lo visto, habrá que trabajar mejor en la estrategia exportadora.