Viene del año sesenta y cinco. La primera la compré a un señor español que las hacía a mordiscones, porque lamentablemente se destruyó. Y en base a eso, me obligó a repararla y a empezar a fabricarlas. A partir de ese año empezamos con nuestras calesitas que están recorriendo el país, y desde hace veinte años están recorriendo el mundo. O sea que hace cincuenta años que estamos haciendo calesitas.
Qué me motivó para llegar a aquella primera calesita que compré
Llevé a un sobrino a una calesita y vi el entusiasmo de los niños, la inocencia y la alegría y eso me despertó a decir “voy a comprar una”. Y ahí nació esa vocación, en ese año venían a la calesita los padres y los hijos después de cenar, o sea andaba toda la familia en la calesita. La primera la coloqué en Mar del Plata y actualmente tenemos dos funcionando en ese ciudad a través del tiempo. Estoy orgulloso de lo que hago y estoy orgulloso de nuestros clientes que fueron siempre agradecidos porque he recibido algunas felicitaciones y eso es lo que uno lo emociona, no? Saber que el cliente está conforme, porque no es cuestión de fabricar y vender, sino de esmerarse para que el cliente esté contento, porque es una herramienta de trabajo para un señor que tenga un parque de diversiones o un carrusel.
Cómo se fueron dando las etapas de crecimiento de la empresa
Empezamos con ese primer carrusel. Yo era operario de Aerolíneas Argentinas cuando empecé, y estaba en la Universidad Tecnológica Nacional. Surgió esto, reparé esa calesita, decidí dejar la profesión aeronáutica, y de ahí salió la primera. He vendido calesitas en el país en varios lugares, después surgió en el año noventa y dos la posibilidad de hacer una calesita de dos pisos. La primera la puse en la Plaza Colón de Mar del Plata, que actualmente está funcionando. En base a esa empecé a hacer calesitas de dos pisos y exportarlas. Entonces desde hace veinte años estoy yendo tres veces al año a las exposiciones de juegos. La última fue en Barcelona. Ahí tenemos una competencia entre los alemanes, los italianos, los americanos, y el argentino también que está en el medio, compite con ellos.
Qué hay de nuevo en los juegos
Están las figuras de hoy en día, los personajes y la temática. Pero lo tradicional sigue siendo tradicional. Los papás están acostumbrados a los caballitos. Acá en la Argentina, a la sortija. La sortija es un elemento importante que le digo a mis empleados que hay que dar la sortija porque está la alegría del niño y la alegría del padre. Nosotros la entregamos con la calesita, y hay que dar la sortija. Las que tenemos explotando lo hacen y es lo más lindo del carrusel. Porque le da alegría hasta al que la da. Según me dijeron la sortija es un juego argentino porque en el mundo no lo conocen.
Qué me gustaría que sucediera en la empresa
Bueno, que lo que salga siempre salga haciendo la felicidad de los niños. Eso es fundamental. Que no bajemos la calidad nunca, y que el equipo que tengo siempre esté permanente porque uno puede hacer las cosas pero también necesita la compañía de los demás. El esfuerzo es de todos. Uno puede ser la cabeza, o el que dirige, pero hay que tener un equipo de gente voluntaria y con ganas de trabajar. He llegado a formar un equipo noble, respetuoso, y somos todo uno. Acá no está el patrón, sino está el amigo. La puerta la puede golpear cualquiera que siempre está abierta.
Hasta dónde llegaron las calesitas de la empresa
Tenemos en Italia, en Francia. Hay hasta en Guinea Ecuatorial, donde fue un drama ir a instalarla porque uno sabía cuándo entraba, pero no cuando salía. Los clientes aparecen en las exposiciones. Otras por contacto. En Dubai fuimos personalmente a las exposiciones.
Alguna anécdota
Hay muchas. La más feliz fue cuando inauguramos la de dos pisos, ver la alegría y la gente con qué cariño tomó todo eso. Hicimos como en un barco y rompimos la botella de champán en el año noventa y dos en Mar del Plata. Y la otra alegría fue cuando pusimos la primera aunque después quedó destrozada al final de la temporada.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Federico Amado