Soy nacido en San Telmo y en aquel entonces -estoy hablando de la década del cuarenta, porque nací en el treinta y ocho- entonces en ese barrio estaba el tango por excelencia. Pero había un programa en mi niñez que era de Jabón Federal por Radio Belgrano, con Alberto Castillo y Antonio Tormo. Y ahí aprendí una zamba que se titulaba Zamba de amor en guerra que cantaba Tormo. Pasé por una esquina de un bar de San Telmo y estaban cantando los muchachos de la barra, cantaban ese tema, y alguien se olvidó la letra y yo pasé y seguí cantándola. Me llamaron y cantamos con un muchacho que se llamaba Luis Mendoza, igual que después se llamó un cantor de tango. Después cuando comencé a canturrear un poco los temas de Alberto Marino que era mi preferido, me encantaba esa voz. Luego siendo muy chico me impactó Oscar Alonso en el Bar Splendid que estaba en Belgrano y Paseo Colón. Me apasionó. Y seguí cantando. Empecé con Farolito de papel, Alberto Marino había impuesto el tema Venganza, había unos guitarristas a una cuadra de casa y yo los seguía donde actuaban. Cuando tenían alguna serenata me llevaban a cantar.
La música del entono familiar
Soy huérfano de muy chico, cuando nace mi último hermanito fallece mi madre. En aquel entonces tener un problema pulmonar era muy grave. Todos mis hermanos fueron adoptados menos yo que vivía con mi papá que era diariero y le llevaba los diarios a la parada donde trabajaba para el patrón que estaba en Hipólito Yrigoyen y Salta. En el año cuarenta y cinco sale el primer Clarín y lo voy a buscar al Cabildo. En las puertas se ponían las pilas de los diarios y las revistas y junto con mi papá me iba caminando esas cuadras hasta el puesto. Me decían que mi mamá tenía una voz muy potente, cuando lavaba la ropa en los piletones del conventillo donde vivíamos, pero eso no lo recuerdo. Sí recuerdo a mi papá cantando cuando compraba una cabeza de lechón y un vaso de vino, y ése era su festín. Y cantaba en una forma muy dulce, no era agresivo, se conoce que eran los recuerdos de su España. Mamá también era española.
Y llegó el momento de hacer de la música un trabajo
Al cantar, la gente me lleva a todas partes, y ésa era mi cena o mi almuerzo de chico. Porque fallece mi padre y quedo solo en la pieza de un conventillo que en aquel entonces tener una pieza en ese lugar era ser millonario porque no cualquiera tenía una pieza en un conventillo. Tenía el contacto con mis hermanos porque estábamos cerca, soy el mayor, y estaban emparentadas las familias adoptivas y vivían ahí al lado nomás. Era calle Humberto Primo entre Bernardo de Irigoyen y Lima donde ahora es la avenida Nueve de Julio. Directamente al estar solo, tengo poco estudio voy a primero inferior y nada más, me tuve que arreglar como pude, viví en la calle mucho tiempo, durmiendo en los vagones de los trenes en Constitución y Retiro, abría puertas por monedas, hice de todo, hasta que conseguí en un teatro independiente para cantar La vieja serenata en el entreacto de la obra Virgencita de madera. Ahí conozco una persona que me llevó a la casa de su familia en Avellaneda a comer los ravioles caseros que todavía los veo, y esa mujer adoptaba chicos, inclusive los abandonados de los hospitales, y los ubicaba. Le conté que me había peleado con mi hermano mayor de otro matrimonio de mi papá y ya no podía volverme. Me hizo quedar, y esa fue mi familia a partir de ahí. Mi madre adoptiva era vidente, iban muchas personas a consultarla, gente muy importante. Ella siempre me daba dinero y yo era muy cuidadoso con ese tema. Siempre lo fui, después gracias a la esposa que tuve, ya que Violeta era muy emprendedora y responsable con los negocios. Ella me enseñó a tratar con la gente…
Al canto lo seguía en cuanto podía…
Mi madre Rosita colaboraba con muchas instituciones solidarias, y cuando organizaba espectáculos artísticos, me llevaba a mí también a cantar a mis trece años. A los dieciséis años a través de ella hago una prueba con Aníbal Troilo porque lo conocía. Eso fue en Callao entre Rivadavia y Mitre, en diagonal con el Congreso. Allí me tomó una prueba con tan buena voluntad y gran cariño y me dijo que le gustaba mi color de voz. Canté una canción que a él le gustaba, no fue un tango. Me dijo: “mañana te veo en el Hospital Fernández porque quiero saber si podés cantar conmigo por el trabajo que tengo, tengo varios cantantes, pero para que cantes mi tema preferido”. Voy al hospital, todo el mundo lo saludaba porque era lo máximo Troilo, muy elegante, vestido de esa forma al mediodía, pañuelo, corbata, traje cruzado que lo tengo siempre en la mente. El médico me examinó y me dijo que no estaba todavía para cantar. Yo seguía cantando, dando serenatas, ganando festivales, hasta que me prometí que iba a cantar con Mariano Mores. Iba a las cantinas de La Boca donde en ese momento también iba Sandro. Tuvimos una amistad muy linda con él, se venía al boliche de Rubén Juárez de la calle Cabrera y nos poníamos a cantar. Sandro cantaba Pasional y Juárez lo acompañaba con el bandoneón. Iba también Dany Martin.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Néstor Fabián