Editorial

El peligro Trump

El presidente estadounidense Donald Trump está cercano a cumplir su primer año de gestión, quedando en plena evidencia que la responsabilidad de dirigir a la mayor potencia del mundo, le queda demasiado grande. Algo que no sólo observan los propios habitantes de los Estados Unidos, habiendo caído su respaldo a un escuálido 35%, apenas consumida la cuarta parte de su mandato, sino que también el resto del mundo, que en gran medida depende de las decisiones y acciones del país del norte, no sólo en lo económico, sino especialmente en lo que hace a la estabilidad pacífica del planeta.

Trump acaba de reconocer como capital de Israel a Jerusalén, lo que cayó como una verdadera bomba en la siempre conflictiva zona de Oriente Medio, pues Estados Unidos era el principal mediador entre israelíes y palestinos, quedando ahora marginado como consecuencia de esa decisión del jefe de la Casa Blanca. De tal manera suma la agitación de un nuevo conflicto mundial, que agregado al que el propio Estados Unidos sostiene con Corea del Norte y su devariado líder, dejan montado un escenario de absoluta peligrosidad.

Pero la amenaza bélica agitada por Trump sobre la tierra, no es la única, ya que también con su decisión de reactivar a pleno la industria del carbón en su país se alejó de los acuerdos climáticos que antes había acordado su predecesor Barack Obama, trayendo un poco de esperanza sobre el futuro de un planeta altamente contaminado y víctima del recalentamiento global. Eso hoy ha desaparecido, ya que el principal emisor de gases con efecto invernadero como es la nación norteamericana -junto a China- se retiró de las cumbres del clima.

Ahora, de un plumazo Trump borró el rol mediador que venía sosteniendo su país en Medio Oriente, con su escueto anuncio sobre el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, comprometiendo la seguridad internacional. Algo que ni falta hacía, especialmente en estos momentos en que la administración Trump se encuentra jaqueada -como tantas otras veces sucedió el último año- por el denominado Rusiagate, una investigación sobre la participación de Moscú en la campaña presidencial de 2016, comprometiendo al círculo más cercano del Presidente, tras la confesión por parte de su asesor de seguridad Michael Flynn de haber mentido al FBI. Y hay más todavía, pues la comisión que tiene a su cargo la investigación sospecha de una connivencia con el Kremlin que llegaría al lavado de dinero y otras acciones de corte mafioso. Afirmación esta última realizada por el diario inglés The Guardian.

La personalidad alterada de Trump, como así también su inestabilidad emocional, que le adjudican hasta los mismos estadounidenses y entre ellos muchos republicanos, convierte a todas estas determinaciones en situaciones de gran peligro, afectando a gran parte del mundo. En este caso preciso de Oriente Medio, nadie logra entender lo resuelto, pues va en contra de la paciente tarea llevada adelante por su yerno Jared Kuschner -a quien se califica como su canciller en las sombras- con países de la región para no dificultar la posibilidad de la paz. Lo cual, hace suponer a muchos, que Trump se guía por reacciones, muchas veces intempestivas y sin ser demasiado meditadas, en lugar de coordinar las mismas con su equipo de gobierno, el que cada vez experimenta más deserciones.

Lo expresado en el párrafo anterior tiene mucho que ver con el legendario botón rojo, ese mismo que puede desencadenar una contienda nuclear que, considerando la potencia destructora y el alcance que tienen hoy estas armas, podría poner al mundo al borde mismo de la total destrucción.

Eric Hobsbawn (1917-2012), famoso historiador marxista británico de origen judío había advertido que "Oriente Medio es la mayor usina de odio que enfrenta la humanidad", y si algo faltaba apareció Donald Trump, que es muy probable ni siquiera conozca quien fue Hobsbawn. Es que toda esa convulsionada región, requiere de extrema prudencia y manejos muy diplomáticos, que incluso ni así a veces dieron los resultados esperados, teniendo ahora en cambio todo lo contrario, donde el jefe de la Casa Blanca no hizo otra cosa que echar nafta sobre el fuego. 

Autor: REDACCION

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