Editorial

El Papa de la gente

A esta altura, nadie duda que el Papa del fin del mundo se ha transformado en una figura central tanto por la fuerza de sus actos como por el poder de sus palabras. Su reciente gira, que todos calificaron como histórica, por Cuba y Estados Unidos permitió dimensionar su crecimiento e incidencia como líder en la alta política como así también en el plano de la gente común donde ejerce con modestia su rol de pastor, decidido a no perder contacto con los pobres, inmigrantes o presos. 

El papa reformista tiene hoy una enorme trascendencia en cada rincón del planeta porque a pesar de haberse convertido en el jefe de la Iglesia no ha perdido una sana humildad, que le hace ganar el respeto y la admiración de tantos, y ha encontrado formas de plantear temas incómodos con un discurso suave, animándose a ir más allá de la agenda habitual del catolicismo. 

El revuelo que causó en los Estados Unidos, la superpotencia mundial que es símbolo del sistema capitalista y la libertad, incrementa su capacidad de liderazgo no sólo de los 1.200 millones de católicos sino de la humanidad toda, al brindar un mensaje contra la opresión financiera que ahoga a los países en desarrollo y a favor de suministrar techo, tierra y trabajo a todos, incluidos los inmigrantes. 

El Papa Francisco apuesta a la cultura del cambio tal como lo dejó en claro durante la homilía que ofreció en Filadelfia, el domingo cuando cerraba su visita a territorio estadounidense. En su mensaje puso énfasis en la importancia de los gestos mínimos, inspirado en esa frase que sostiene que pequeños cambios producen grandes resultados.

No es común que un Sumo Pontífice coincida en tan sólo dos días en brindar discursos en la Asamblea General de la ONU en Nueva York y en la Asamblea Legislativa del Congreso estadounidense. No escapó a los grandes retos que hoy tiene la humanidad por delante si pretende sobrevivir en el tiempo, como es dar batalla al cambio climático causado por la actividad del hombre.

Como destacó el analista Emiliano Rodríguez, el Papa argentino Jorge Bergoglio se ha convertido en el dirigente político más importante en la historia nacional y se diplomó como la personalidad más destacada e

influyente que haya concebido jamás nuestro país.

Hasta hace pocos años, el mismo hombre religioso que pudo decir sus cosas en las tribunas institucionales más importantes de Occidente hasta hace unos años viajaba en los subte porteños y visitaba las villas de la ciudad de Buenos Aires. 

A pesar de sus 78 años y los problemas de salud, conserva una energía y un entusiasmo decidido a aprovechar la fortaleza del cargo para inspirar el cambio de lo que está mal en el mundo. Un tipo simple pero capaz de no callar sobre temas espinosos, se inclina por exponer un mensaje realista, agudo y profundo que genera ovaciones espontáneas en el Capitolio o en la sede de la ONU y estimula la reflexión. El tiempo dirá hasta donde motivará a la acción. 

Su decisión de cuestionar lo peor del capitalismo internacional, como los fondos buitre y el deshumanizado capital financiero, en el propio corazón del sistema es provocador a su manera, aunque entiende es el mejor camino para promover el cambio. 

Agrega Rodríguez que impresiona la naturalidad con la que se desempeña este hombre

en tamaño puesto de poder, sin perder de vista en ningún

momento su condición de argentino y de "hijo de inmigrantes", en

días en los que el planeta asiste al drama de los refugiados de

Oriente Medio y genera polémica e indignación en Estados Unidos

el embate del millonario y aspirante a la Presidencia Donald

Trump contra los latinos. Tan lúcido como solía ser en la Argentina, cuando

sus homilías cargadas de contenido político causaban urticaria

al gobierno de los Kirchner, Bergoglio no dejó tema espinoso sin mencionar en

Estados Unidos, incluyendo cuestiones que figuran en la actual

agenda internacional del gobierno nacional.

Pobreza, narcotráfico, globalización, crimen organizado,

cambio climático, terrorismo, exclusión social y económica,

armas nucleares, refugiados e inmigrantes, tradiciones, libertad

religiosa e ideológica, posiciones dominantes y dominadas: de

todo lo que preocupa y mortifica a la humanidad habló el Sumo

Pontífice en el corazón de Occidente.

Asimismo, mirando a los ojos de cada persona, el Papa que dio valor al concepto de proximidad, esto es de estar cerca de los fieles, destacó la importancia del diálogo para encontrar consensos y soluciones a los grandes desafíos y problemas de la humanidad. Tampoco esquivó la autocrítica de la Iglesia al condenar a los pedófilos con sotana al tiempo que se pronunció a favor de una mayor apertura del catolicismo que permita derrumbar antiguas barreras, que a la luz de los hechos excluyen y discriminan, a contramano de la nueva visión del Papa.


 

Autor: Redacción

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