SUPLEMENTO ESPECIAL

El otro mundo de la comunicación

Por Néstor Clivati

Los periodistas en general o los protagonistas de los medios audiovisuales, al igual que suelen experimentar los artistas, tienen su punto adrenalínico en ese infinito escenario del aire tan intangible como estimulante.
Es lo que se llama: trascendencia, toda una búsqueda legítima de plasmar en las repercusiones de cada trabajo, todo un procedimiento que subyace fuera del alcance y muchas veces del conocimiento, de la opinión pública que solo contempla ese tercio del iceberg que está por arriba de la línea de flotación.
Del resto es de lo que me quiero ocupar en este análisis, de esa tarea silenciosa que muchos definen como producción o investigación y que cual hilo conductor, vincula las aspiraciones periodísticas con los objetivos alcanzados; esta tarea muchas veces se facilita en función de lo cotidiano pero también en otras ocasiones, ante lo infrecuente, esos propósitos se tornan tediosas y de difícil concreción mucho más, si no depende estrictamente de nuestra voluntad o capacidad para darle vida a notas y editoriales.
También se encuentran entre los obstáculos o desafíos profesionales, consolidar con el correr de los años una buena agenda de contactos que puedan facilitar gestiones que, de otra manera, nos llevarían a frustraciones y a un gran desgaste como, por ejemplo, conseguir convalidar las acreditaciones para los principales eventos, y amplificar en consecuencia, nuestra estrategia de comunicación en el lugar de los hechos.
Toda tarea requiere de una dinámica y de una actitud, por no agregar al empecinamiento que suele dejar huellas indeseadas pero que a la vez, también consigue su influencia en casi todos los emprendimientos. Suelen endilgársele a los periodistas poderes que no son tales y propiedades que tampoco reflejan la realidad de nuestro trabajo; es parte de una percepción influida por algunos casos que no hacen otra cosa, que confirmar la regla, ya que en general acceder a información confiable o a la cobertura de los acontecimientos más importantes, es de una complejidad desconocida para los destinatarios de nuestras producciones.

LLEGAR A UN MUNDIAL
NO ES UNA UTOPÍA, PERO…
Hilando más fino y ya metiéndome en mi especialidad como periodista deportivo, debo admitir que los diferentes procesos de acreditación para los torneos internacionales, sin dudas el punto más alto de las expectativas de cualquier hombre de fútbol en este caso, piden a cambio esfuerzos impensados desde el análisis externo.
Mis últimas experiencias en los mundiales de Rusia y Qatar me han mostrado, con nitidez, que los organizadores establecen una investigación paralela a los méritos y antecedentes que deben acreditarse con la presentación de la documentación tradicional de cada individuo y empresa a la que representa.
Los citados torneos que se jugaron en menos de un lustro, también lo fueron con los aficionados; ya no alcanza con comprar tickets y un aéreo para estar en esos campeonatos a los que todos quieren llegar como a una especie de Meca del hincha, los filtros buscan antecedentes penales y otros registros que suelen ser determinantes para bloquear esas ilusiones.
Los periodistas también hemos encontrado listones altos de superar para recibir la confirmación de los ámbitos encargados de la prensa internacional. En la última edición en Medio Oriente y seguramente por temas de seguridad interior y menores cupos por un tema de aforos en los estadios, la aprobación fue comparable a la incertidumbre de muchos seleccionados que dirimían sus chances en un campo de juego. En nuestro caso se pareció bastante a un campeonato, pero sin la posibilidad de defendernos en la cancha y solo aceptar de forma inapelable, ese resultado de las gestiones administrativas, si es que la decisión era negativa.
Asistimos, con tristeza, a rechazos de acreditaciones en colegas que podían demostrar no solo idoneidad sino asiduidad en estos eventos y que solo como dato diferente, habían cambiado laboralmente de medios, entre un torneo y el otro, lo cual convertía ese pedido en vulnerable para quienes procedían de acuerdo a los nuevos protocolos.
El alivio de ser aprobado era lo que despejaba la utopía de la realidad y también lo que permitía dejar atrás meses de gestiones y esperas (etapas en las que se mezclan paciencia, expectativa, ansiedad, incertidumbre e incluso angustia) que ocupaban en el mismo espacio que toda la preparación y la estrategia de comunicación para desarrollar nuestro trabajo desde el epicentro deseado. Después viene otra instancia no menor, coordinar viajes, hoteles, traslados, logística, recursos, vestuario en caso de aparecer frente a una cámara y tantos otros detalles.
Reverberar estas circunstancias es como elegir mostrar la cocina de una tarea cuyo resultado final, es la publicación en mi caso en las páginas de LA OPINIÓN o la narración de un espectáculo atravesado por la pasión y el esfuerzo no solo de los simpatizantes, sino de los que abrazamos este noble acto de la comunicación, algo así como el lado B del periodismo o los efectos no deseados de un trabajo que exige, paralelamente con la vocación y el talento, un complejo entramado de relaciones.
En la antesala de un nuevo Día del Trabajador, reivindico a todos aquellos hombres y mujeres que, atravesados por este mismo sentimiento e inclinación, no han podido todavía ser correspondidos con las oportunidades que no siempre dependen de las vocaciones o de las iniciativas y sí, de factores que lejos están del alcance de la mano.
En definitiva, en tiempos de conectividad, todavía prevalece un acto artesanal en nuestro oficio como complemento indispensable para alcanzar esas metas, una búsqueda para la cual no hay manuales ni tutoriales, solo intuición y un beso de la suerte.

Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web