Suplemento Economía

El modelo chileno

En Chile todo es más chico. Tienen tres veces menos población. Buenos Aires es tres veces Santiago. El aeropuerto de Santiago es, me pareció, tres veces menos que Ezeiza. Ellos compensan carencias geográficas con disciplina. Lan Chile es excelente. Puntualidad perfecta. Son todo cortesía.

Santiago es mucho más española que Argentina. Buenos Aires es mucho más francesa. Buenos Aires es parisina. Y, como París, “no hay”, me dice una suiza, hija de padres chilenos, que conocía Berlín, por ejemplo, y a quien yo le comentaba que me derrito por conocer Berlín, que dicen todos que ha progresado tanto. Entonces, por carácter transitivo, como Buenos Aires, no hay tantas ciudades. Ya veremos.

La forma de hablar chilena es mucho más española. Todos allá están con el “tú”. Nadie anda con el “vos”. Nadie dice: “bueno, de acuerdo. Macanudo. Okey”. Allá todo es “Iaaa”, “Iaaa”, que lacera y vuelve loco los oídos. Nosotros hablamos un español mucho más al gusto de los italianos.

“Chile es el capitalismo más salvaje del mundo”, me dice Mario López Ibáñez, mi anfitrión, médico. Tengo pacientes, me cuenta, en el barrio Las Condes, que vienen a verme en helicópteros particulares, o en Rolls Royce. La oligarquía chilena es obscena, insolente. “Chile es más desigual que Brasil”, me asegura. Es un experimento social.

“En Chile lo único que hay son farmacias y bancos”, me dice Patricia Montesinos, diseñadora textil. “Acá no hay vida”. Todo el tiempo uno se la pasa trabajando. Por eso se enferma. Y por eso hay tantas farmacias. “No hay cultura”, me explica. Los libros son carísimos. Mi hermano hace cine. Se fue a Buenos Aires. Allá es feliz. Es libre. Hay bancos por todos lados. Es llamativo. Edificios majestuosos. Muchos: apabullantes. El distrito financiero chileno es majestuoso. El edificio de Telefónica de Chile: intimida. El de las AFJP de allá ídem. La zona bohemia, paqueta, concheta, linda para pasear, ver gente, tomar algo, divertirse, es, entre otras, la zona, la calle y el paseo Bellavista.

“Uds. en materia social y de derechos humanos están a años luz de nosotros”, me comenta Graciela Guzmán, a cargo de la librería Lom de la Biblioteca Nacional, que fui a conocer. “Uds. allá juzgaron a sus genocidas. Acá no juzgamos a nadie”. “Y culturalmente ni hablar”, acá no hay cultura. La gente no lee. Los libros son muy caros. La gente no accede. 150 es el total de librerías de todo Chile. La Feria del Libro de Chile, a la que concurrí, correcta, linda, decente, es sin embargo, un tercio de la de Buenos Aires. Los libros allá pagan un 19% de IVA.

El transporte público funciona fantástico. Pero cuesta un delirio. Un boleto de subte o bus sale 1,20 de dólar. En la Argentina popular de la economía K, por ahora, todos los últimos años, son 30 centavos de dólar. “Nos están robando”, me comentó un pasajero a quien le participé mi inquietud sobre el tema. En los bus el pueblo resuelve el problema colándose: pasan sin vergüenza por abajo del molinete de control. El chofer no dice nada. No arriesga una trompada por un cospel. Adentro del bus las bandas con sus guitarras cantan consignas contra los “pacos”. Los “pacos” son los odiados carabineros. Acá en la Argentina, como nadie siente que lo están robando con el boleto todo el mundo paga.

Un chileno con un salario mínimo de 185 mil pesos chilenos, unos 400 U$S, situación de muchísimos, no rivaliza con el salario mínimo argentino de unos U$S 650, redondeando. Y en esa comparación no entra, a veces, el factor calidad. Toda la producción argentina es de calidad y tamaño superior a la chilena, menos las merluzas y los salmones. Que también, lamentablemente, tienen en crisis por un maldito virus, sobrepesca y esas cosas.

“Todos los chilenos están endeudados”, dice el Le Monde Diplomatique, edición chilena. ¿Será una situación parecida a la de Estados Unidos? Va a ser muy interesante seguirlo y ver cómo termina.

“La educación de mi hija me costó 15 millones de pesos”, me cuenta un kioskero sobre la calle Vicuña Mc. Kenna. Y una vez que mi hija fue a cancelar por adelantado tal deuda “no se puede”, le ladraron. ¿Pero cómo? Ilegal, grité yo. “Ilegal”, todo lo que quieras, “pero reventá”, me dijo el kioskero. “Acá los pobres no existimos”, no tenemos derechos, me dijo. Ahora mi hija de por vida, por 15 años, tiene que pagar como doscientos pesos argentinos entre el capital y los intereses. Por eso que tiene que prosperar sí o sí la lucha del movimiento estudiantil liderado por la ya célebre Camila Vallejos hacia un modelo más a la argentina. “¿Cómo puede ser que ganen tan poco y todo cueste tanto?”, me cuenta otro kioskero, este sobre la Avda. Providencia, que le preguntó su hijo que vive en Australia.

Créame lo que le cuento ahora: la célebre Plaza de Armas de Santiago es menos hermosa que la plaza 25 de Mayo de nuestra Rafaela. No vi casi cines. Sólo dos. Créame: ninguno es más bello, más majestuoso que el cine Belgrano de Rafaela. Una librería del nivel de importancia como la de Faber no he visto en todo Santiago. Sí que no fui al Alto. Es decir al barrio de los ricachones. Tal vez las haya allí . Pero lo que es por la zona céntrica, yo no las vi. ¿Una perfumería del nivel como las de Cortassa o el Emporio del Peinador? Por lo que vi, y recuerdo, ni soñar con una cosa así en Santiago. Cafés preciosos, exquisitos, distinguidos, acogedores, finos, para practicar la boheme, como el “356” o “Cyrano” sólo se ven por el paseo Bellavista, por donde pasa toda la movida y toda la extranjería, que es muy numerosa. Estamos hablando, recuerdo, de una capital de un país y de una ciudad de 6 millones de habitantes. Cafés con diarios, para sentarse a leer, difícil. Por los barrios, ni soñar. Caminando por la Victorino Lastarria, más paqueta, pude ver uno. De los diarios chilenos esperaba más. Pero no: flaquitos, pocas páginas, poco interesantes. Poco que leer. El legendario diario conservador, liberal, mitrista, pinochetista y kissingeriano El Mercurio me resultó una decepción.

“Difícil”, me contestó un librero de la calle San Diego. “Acá casi todos los historiadores son de derecha, conservadores, liberales”, tras que yo consulte por alguna buena historia de Chile que tenga un enfoque un poco social, democrático.

Desde luego también tienen sus cosas buenas. Las chilenas son bonitas. No rivalizan, claro, con las argentinas. ¿Pero qué obligación tienen de competir con las mejores del mundo? Encima estas tienen más presupuesto. Y se producen más.

Está bueno el orden. Claro: allá es más fácil. Geografía e historia, entiendo, ayudan. Chile no exporta bienes salario como Argentina. Entonces no hay la presión sobre la tierra que genera acá la rentabilidad de la soja desplazatoria de otras producciones y/o elevatorio del costo de oportunidad de una producción (carne, leche, lo que sea) respecto de la soja. Los aumentos de los alimentos en el mercado mundial los amortiguan con atraso cambiario. El costo, desde luego, en términos de primarización y no progreso de la industrialización se ven después. Chile, por ejemplo no produce autos, no produce motos. No tiene centrales nucleares, y habría que seguir viendo el resto de los sectores a ver que produce de trascendente además de cobre. Ni siquiera producen (me dijeron) cables de cobre. El cobre va a Japón o China, etc, y de ahí vuelve a Chile convertido en cable. El valor lo agregan otros.

La inflación según el diario El Mercurio es del 3% anual. Ahora, según miré recién la página oficial de las estadísticas chilenas www.ine.cl la inflación de octubre fue del 0,5%. Lo cual nos daría, anualizado, ya, más o menos, un 6%. Igual es mucho menos que Argentina. Pero, como venía explicando, geografía, historia y estructura social son diferentes. Chile hace mucho que no tiene grandes crisis, grandes hecatombes, como tuvo Argentina. La última cesación de pagos de Chile es 1963 (según Historia mundial de los defaults, de Rogoff & Reinhardt, H. Garetto Editores). La última gran crisis económica, con grandes quiebras bancarias, megadesocupación, todo eso, parece que fue por 1982/83 y siguientes. Tampoco habría grandes devaluaciones. Hace mucho, muchísimo, que no hay una hiperinflación. Acá hubo varias. Entonces todo esto, sumado, haría que los chilenos no tendrían la obsesión suicida de los argentinos por el dólar. Entonces el manejo de la política económica es mucho más fácil.

También sucede que en Chile no hay una carrera loca entre precios y salarios. ¿Por qué? Porque hace mucho que no hay crisis. Y porque la distribución del ingreso quedó congelada en una forma tal que no se movió nunca más. Y porque el dominio de la clase dominante de allá sobre el mundo del trabajo es mucho más abrumadora que acá. Y porque los trabajadores de allá tienen mucho menos margen de maniobra reivindicadora que acá. La de allá es una sociedad mucho menos movilizada que la de acá. El precio es que la de allá es una sociedad mucho menos justa que la de acá. Entonces hacer política económica allá es bastante más fácil que acá. Pero acá, si triunfa el plan industrial 20/20 por ejemplo, de la ministra de Industria Deborah Giorgi, me parece que la distancia que la Argentina le va a sacar a Chile va a ser tremenda.

Para el que guste del tema y quiera profundizar, lo cual me parece muy interesante como ejercicio comparativo, nos parece que esta sería la literatura necesaria y decisiva: primero que todo la Historia de Chile de Armando de Ramón. Segundo: “Chile actual: anatomía de un mito” de Tomas Moulian. Un libro exquisito. Tercero “Los 100 que mandan en Chile” de Sergio Melnick. Luego estos, todos los de la indispensable María Olivia Monckeberg: “El negocio de las universidades privadas”; “El imperio del Opus Dei”; “El saqueo de los grupos económicos al estado chileno”; y “Los magnates de la prensa. La concentración de los medios”.

En síntesis, menos el filet de merluza, casi todo lo argentino es mejor. Y, en muchas, también Rafaela es mejor.

Autor: Horacio J. Garetto

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