Editorial

El lado oscurso del fútbol

La violencia que se manifiesta en diferentes ámbitos de nuestra sociedad, tuvo un crecimiento significativo en los últimos tiempos.

Se dieron una serie de acontecimientos que merecieron una masiva difusión en los medios. No consideramos oportuno referenciar lo sucedido en esta ciudad, porque es de público conocimiento y fue tratado en múltiples oportunidades.

Tampoco de lo ocurrido en las peleas entre jóvenes o en los repudiables ataques contra personas indefensas, que también ocuparon lugares destacados en las crónicas desde los primeros días de este nuevo año.

Concretamente, en esta ocasión, orientamos todas las miras hacia un lugar que vuelve a estar en el foco de la tormenta. Y lo que más preocupa, cada vez con mayor frecuencia.

Dos fines de semana atrás, se enfrentaron en la previa del clásico bahiense los simpatizantes de Olimpo y Villa Mitre. No ocurrió en el estadio, porque los desafíos lanzados a través de las redes sociales propiciaron esa situación, finalmente concretada, para que el hecho ocurra en la ciudad, antes del encuentro.

El saldo terminó de la peor manera, con un hincha de Olimpo muerto, una gran cantidad de heridos y varias personas detenidas. Una locura más de las tantas que registra la historia policial en relación con el deporte más popular.

El pasado domingo, la lucha por el poder, tuvo como protagonistas a violentos de dos de las cuatro barras bravas de Nueva Chicago, durante el partido que disputaron el "Torito" y Temperley en el barrio porteño de Mataderos.

Las imágenes que se difundieron, en este caso no solamente en las redes, sino también en la televisión, provocan una alarmante sensación de impunidad.

Al menos que tres heridos con facas, que vaya a saber uno de qué manera han ingresado al estadio "República de Mataderos", se reportaron en el informe proporcionado luego de los incidentes.

Se habló de una eventual zona liberada -¿por los propios dirigentes?- y hasta de una marcada pasividad de los efectivos de seguridad a la hora de reprimir. La lectura que puede hacer en este caso es muy simple. ¿Los uniformados son protegidos ante una eventual intervención en ese tipo de hechos? ¿Quién responde por el personal? Las respuestas no son sencillas, porque los antecedentes muchas veces terminan condenando a los policías.

En una tribuna en la que habitualmente conviven hombres, mujeres y niños, la violencia puede derivar en tragedias de las que se terminan lamentando.

Justamente, estos hechos se dan en momentos que algunos clubes, por razones económicas, están habilitando sectores de sus estadios para que puedan ser ocupados por los visitantes.

En ese aspecto, todas las prevenciones que se adoptaron, hasta el momento resultaron satisfactorias, aunque se siga haciendo equilibrio en la cornisa.

El fútbol, que tan perfectamente fue definido por José María Muñoz como "pasión de multitudes", vuelve a encender las alarmas, de manera especial en aquellos partidos donde existe una rivalidad manifiesta entre los protagonistas o en los que están involucrados equipos comprometidos en los promedios.

Para muchos, es una cuestión "de vida o muerte". Y ese fenómeno, lamentable y preocupante como ningún otro en el fútbol nuestro de cada día, hay varios factores que contribuyen a potenciarlo.

Las encendidas discusiones entre los panelistas de la mayoría de los espacios televisivos, lejos de calmar las aguas, muchas veces las agitan. No son un ejemplo para rescatar, salvo contadas excepciones.

Las declaraciones de los propios futbolistas y dirigentes, también provocan reacciones no deseadas entre el público, que es en definitiva, el que después manifiesta su descontento en las canchas, perdiendo la calma y atacando con inusitada vehemencia a los protagonistas del espectáculo.

Los futbolistas, también son víctimas de esas presiones y sus reacciones no tienen en cuenta que los que visten una camiseta diferente son colegas y van con malas intenciones a luchar por una simple pelota, que pocas veces es bien tratada en el fútbol de un país que fue respetado históricamente por el talento de sus jugadores.

El lado oscuro del fútbol, remitiéndonos a los recientes acontecimientos, está muy lejos de ser erradicado definitivamente. Muchos analistas lo justifican, porque consideran que es un reflejo de la violencia que se manifiesta en la sociedad que vivimos.

Es, al margen de cualquier especulación, un tema que nos golpea a quienes hemos aprendido a disfrutar de uno de los deportes más hermosos de todo el planeta, en tiempos donde solamente debíamos ocuparnos de lo que ocurría en una cancha.

Es aquí, donde el viejo axioma que se utiliza hasta el cansancio tiene más vigencia que nunca: "todo tiempo pasado fue mejor". Al menos, si se trata, simplemente, de hablar de un aspecto que nos preocupa a todos y que en los últimos días recrudeció: la violencia en el fútbol. Algo que, lamentablemente, muchos interpretan erróneamente como una actitud de rebeldía.


Autor: REDACCION

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