Con el incesante avance de la tecnología parece que la vida cotidiana de las personas se hace más simple. Los teléfonos celulares inteligentes, las consolas de juegos, las computadoras, netbooks o tablets, los smart tv, lavarropas, heladeras o microondas nos sorprenden día a día con nuevas funcionalidades que nos hacen esforzarnos para dominarlas. No tanto a los más jóvenes, considerados nativos digitales, que tienen enormes facilidades para adaptarse a un escenario dinámico en el que los cambios constantes es lo normal.
El desarrollo de la ciencia también se traduce en avances en el campo de la medicina que beneficia el tratamiento de enfermedades o problemas de salud, lo que en definitiva genera un mayor bienestar de las personas y amplía la expectativa de vida. También en el ámbito de la producción se registra un fuerte impacto de la tecnología, que así como crea nuevos empleos y profesiones puede significar la extinción de determinados oficios.
Además, internet y las redes sociales reconfiguran la manera de relacionarnos con otras personas. Diariamente nos sorprendemos de lo que puede hacer una consola de juegos en materia de entretenimientos. Gestionamos una cuenta bancaria, pagamos impuestos desde nuestro hogar y hacemos compras en tiendas o supermercados sin salir de casa.
Pero mientras ponemos el ojo en el medio vaso lleno, y nos alegramos porque la tecnología nos ayuda a resolver problemas o darnos mayor confort, es cierto que también que el vaso tiene una mitad vacía. El uso excesivo de una consola de videojuegos o de las redes sociales nos pone en riesgo de una dependencia tecnológica poco saludable, al punto que hasta puede esclavizarnos sin que lo percibamos de esa forma. Puede repercutir en el desempeño laboral o inclusive deteriorar las relaciones entre los integrantes de una familia.
El universo de la informática se impone en todos los órdenes de la vida. Los sistemas conocen nuestra identidad, nuestros ingresos, los aportes impositivos, qué compramos en el supermercado, qué auto tenemos, dónde nos vamos de viaje. Los datos están en una nube y su uso puede ser bueno pero también su utilización puede ser mala. Así, tanto avance tecnológico nos acerca a esos escenarios anticipados por las películas de ciencia ficción, en los que quienes controlen a los dispositivos tendrán el poder.
Por eso tantos recursos destinados para proteger la información. Pero también se observan crecientes movimientos para robar datos y comercializarlos. El ejemplo de la actriz Florencia Peña es un caso práctico del robo de datos, que a través de la difusión de un video hot afectó su reputación. Las empresas temen que los hackers puedan quedarse con información sensible sobre desarrollo o lanzamientos de productos y se los vendan a competidores. Es otro ejemplo. Hasta las bandas dedicadas a los secuestros virtuales podrían estructurar sus acciones a partir de la sustracción de datos cibernéticos.
En estos días, informe privado destacó que los mercados negros de intercambio de datos e información cibernética robada están "creciendo en tamaño y complejidad", tanto en el mundo como en Argentina. Una encuesta global realizada entre más de 9.700 ejecutivos de empresas permitió establecer que las pérdidas financieras atribuidas a incidentes de ciberseguridad ascendieron a los 2,7 millones de dólares el año pasado, lo que implica un 34% más en 2014 que en 2013. El trabajo mostró que los ejecutivos de empresas están prestando atención a la necesidad de financiar actividades que les permitan evitar los robos, fraudes y demás delitos cibernéticos.
No es para menos, según la Encuesta Global de Seguridad de la Información 2014, realizada por la firma PwC, el año pasado el número de incidentes ascendió a 42,8 millones, lo que representa un aumento del 48% con relación a 2013 y equivale a 117.339 ataques por día.
La encuesta alertó que los robos por parte de delincuentes organizados se ubican en niveles "particularmente altos" en este país. En este contexto, el 23,5 por ciento de los consultados en América del Sur y el 20,4% de Argentina en particular indicaron haber sufrido "pérdidas financieras debido al robo de propiedad intelectual" en sus compañías.
En las conclusiones del estudio se remarcó que los directivos de compañías, de los cuales 254 fueron argentinos (el 2,6 por ciento del total de los consultados), han mejorado sustancialmente las medidas de protección tecnológicas, procesos y estrategias.
En América del Sur el tipo de incidente más reportado fue la explotación de datos con un 34,6%, así también en Argentina, con un 28,8% del total.
Por su parte, la consultora tecnológica Druidics presentó a principios de este mes un informe en el que advirtió que en la Argentina, la seguridad y la privacidad en internet para evitar los "ciberataques" se convirtieron en temas prioritarios a resolver por las empresas. Reveló también que "los consumidores son cada vez más exigentes en cuanto a la custodia de sus datos privados" y alertó que "los servicios gratuitos a menudo ganan dinero vendiendo información del usuario a terceros".