Nacionales

El gran interrogante de la gobernabilidad

Dos años le quedan a Alberto Fernández. Su mentora política suele duplicar apuestas ante las derrotas; Máximo Kirchner prometió en el cierre de campaña que pondría más plata en los bolsillos de la gente. Los movimientos sociales ganaron la calle en el cierre de campaña reclamando trabajo, no planes. 


No hay -excepto repartir plata que pierde valor- una idea política consistente al nivel de la crisis; menos aún un plan para afrontar los desafíos de la Argentina inmediata. Hasta los industriales que se expresan cerca del gobierno, en especial en Santa Fe, encuentran en las tasas subsidiadas un argumento. No les sirve para nada que el Estado gaste dinero para asistirlos con créditos subsidiados si no tienen mercados, si en la calle no hay salarios. Los egoísmos estamentarios son ilusiones caras e inconducentes.


¿Qué dice el tablero del país? Las escuelas cerradas son un daño de dimensiones tremendas. Hay 7 millones de trabajadores informales y 10,2% de desocupación; la pobreza llega al 42%. El índice de producción industrial que venía recuperando -no creciendo- , bajó 2,6% mensual en su última medición. El dólar no existe ($102 oficial inaccesible; $185 el que se puede comprar). La inflación apunta al 50% anual. Apenas el 40% de la población alcanzó las dos dosis en un país con vacunatorio vip y fiestas en Olivos. Hay $4 billones en Leliqs mientras las jubilaciones bajaron su poder de compra; hay $3,8 billones en depósitos a la vista que podrían saltar a la calle y acelerar aumentos de precios o dólar. Los cadáveres riegan con fatal evidencias la ausencia del Estado.


Acaso la idea de quemar las naves y correr el riesgo de inflación sean especulaciones apenas esbozadas entre analistas que miran con atención lo que sucede. Sólo la agroindustria aporta dólares genuinos al país, e incluso tienen un plan. Pero ahora hay que esperar las próximas cosechas. Han sido pacientes en su propuesta, no lograron nada del gobierno.


Con las Reservas Netas y derechos especiales de giro en torno de los U$ S 11,9 mil millones, el Banco Central no tiene recursos suficientes; vencen  U$S 4830 millones antes de fin de año y las cifras crecen en 2022. Martín Guzmán  -a instancias de un ideologismo suicida- postergó acuerdos con el FMI mientras el gobierno reaccionaba imprimiendo billetes y repartiendo sin consistencias ni sostenibilidad.


Acaso los rumores de un recambio de gobierno capaz de “balizar” el camino de salida (por ponerlo en los términos de Martín Redrado) dan cuenta -desde antes de los comicios- de que hay conciencia de la gravedad del momento. Pero los antecedentes demuestran que la naturaleza del escorpión habita en el oficialismo: la interna de Menem-Duhalde hundió el barco de quienes pretendían comandarlo. Fue la soja y el viento de cola lo que permitió encontrar una salida al 2001; los superávits gemelos de Néstor naufragaron en la corrupción y los subsidios inconsistentes a las tarifas. La demagogia es un camino inexorable al fracaso.


¿Redoblará la apuesta Cristina? ¿Pondrá plata en los bolsillos como prometió Máximo en el cierre de campaña?  Alberto Fernandez es un presidente débil de una coalición que sirvió para desplazar los fracasos relativos de Muricio Macri, pero que hoy tiene un horizonte inminente y decisivo.  Sergio Massa perdió hasta en Tigre;  los gobernadores -excepto Axel Kicillof- no tienen arte ni parte en las decisiones nacionales; Omar Perotti tuvo que padecer el cierre de exportación de carne, la barrera a los biocombustibles, la hidrovía en manos de un interventor kirchnerista; todo resta millones y empleos a Santa Fe.

Faltan dos meses para las elecciones generales. ¿Qué capacidad tiene el gobierno para lo que viene?  Critóbal López y Lázaro Báez son exculpados contrarreloj por la Afip, en la antesala decisiva de sus juicios. Crsitina Fernández podría perder la mayoría en el Senado y quedaría lejos del quórum en Diputados. Los expedientes judiciales la acechan con testimonios y pruebas. Quedan dos años de mandato de Alberto; la ansiada reforma judicial se desvanece. No hay dólares ni cajas que asaltar. Macri ya no es una excusa.

Autor: Ignacio Hintermeister

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web