Editorial

El gran destructor

El hombre sigue siendo, a pesar de todas las advertencias y el enorme deterioro que está a la vista de todos, el gran destructor del planeta, nada menos que nuestro hábitat que cada vez afronta nuevos peligros y acechanzas. No es necesario profundizar demasiado, pues un rápido repaso nos refresca la memoria sobre episodios que han afectado y siguen afectando, las condiciones de la tierra, como ser, en primer término de las menciones, el recalentamiento global que hace estragos, pues la eliminación de gases con efecto invernadero ha provocado tal deterioro en la capa de ozono, que buena parte de los rayos ultravioletas del sol que ahora no son filtrados, impactan sobre la tierra provocando una mayor temperatura, con consecuencias terribles como el deshielo de los casquetes polares, la transformación de tierras cultivables en áridas y semiáridas, aumento del nivel de los mares, e inundaciones, entre otros fenómenos que afectan, y seriamente, cada vez en forma más acelerada.

Pero además, también deben incluirse en esta cita de depredaciones, la enorme contaminación en aire, agua y tierra, de la cual nada queda exceptuado, además de la deforestación que nos va limitando cada vez más las fuentes de producción de alimentos como así también la renovación del oxígeno, como los ensayos de elementos nucleares cuyas pruebas se hacen en las profundidades de la tierra causando movimientos en las fallas y aumentando considerablemente la provocación de terremotos -que como nunca antes los hay en esta época-, además de otras explosiones en los atolones y en el espacio. Todo lo señalado, apenas los hechos más salientes, han transformado a la tierra en un lugar inestable y de incierto futuro, cuyos riesgos aparecen cada vez más cercanos.

La introducción sirve para adentrarnos en el análisis de un informe difundido por el Fondo Mundial para la Naturaleza en estos días, que suma otra faceta más al enorme poder destructivo que ejerce el hombre, cada vez más rápido, sin reaccionar frente a todas las advertencias que formulan las organizaciones científicas y defensoras del medio ambiente, además de algunos gobiernos que parecen haber entendido la situación. Se trata, en este caso, del vertiginoso avance que tiene la extinción de la fauna salvaje, en todos los rincones del planeta.

Se señala por ejemplo, que sólo en los últimos 40 años -lo que es prácticamente nada frente a la existencia del mundo y de la raza humana- ha desaparecido nada menos que el 52% del total de la fauna salvaje, y que las especies que habitan en el agua dulce fueron las más afectadas, siendo justamente nuestra región, es decir Latinoamérica, la de mayor volumen en cuanto a las desapariciones.

Este índice está sustentado en la tendencia de 10.380 poblaciones de 3.038 especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, siendo el mayor descenso de aquellas especies que viven en agua dulce, las que se redujeron nada menos que un 76% sólo en el lapso que va desde 1970 a 2010, en tanto que en cambio las especies que habitan en agua de mar y en la tierra descendieron un 39%, mencionándose como causas principales para que esto haya sucedido, la sobre explotación de la caza y la pesca, la degradación de la tierra y el agua, la deforestación y el cambio climático. Como se advierte, todo concluye en lo mismo, tal como se puntualiza al comienzo.

Simultáneamente también se conoció un informe de la organización argentina Vida Silvestre, en el cual dice que en nuestro país existen 529 especies que disminuyeron su población, algunas de las cuales se encuentran al borde mismo de la extinción, como el caso del yaguareté, aunque pueden mencionarse algunos casos muy concretos de desaparición total, como el caso del playero esquimal, un ave que migraba a las pampas desde América del Norte, como así también el pato serrucho, que habitaba la provincia de Misiones. Se completa con el detalle de algunas otras especies que están en verdadero peligro de extinción, como son la tortuga verde, la boa constrictor, el pájaro campana, el zorzal colorado, la calandria, el huemul, el ciervo, el zorrino, el guanaco, el oso hormiguero, la vicuña, junto al ya mencionado yaguareté.

Puede advertirse, sin necesidad de demasiadas palabras ni análisis de situación, que la situación es realmente desesperante, y lo peor del caso, es que no aparecen señales realmente fuertes y sinceras, de una real vocación de detener toda esta destrucción.

Autor: REDACCION

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