Por Manuel Adorni*
Los datos de inflación conocidos esta semana hubiesen sido para cualquier Gobierno sensato un disparador que ponga en la obligación a los funcionarios a explicar qué es lo que ocurre en la Argentina en materia de precios y además hubiese obligado -en lo poco que queda hasta el fin del mandato- a implementar medidas consensuadas con la oposición. Nada de esto parece estar en la agenda política.
La inflación del mes de agosto ha sido del 12,4%: muchos han tenido la percepción de que el aumento de precios ha sido en realidad muy superior.
Lo ocurrido en las elecciones PASO derivaron no solo en un descontrol inflacionario en el mes de agosto sino que también durante septiembre estaremos viendo seguramente alza de precios que superen nuevamente los dos dígitos.
Ante semejante catástrofe económica el presidente Alberto Fernández se encuentra realizando una gira sin ninguna importancia por algunos países que lo verán por última vez como el primer mandatario argentino.
Aún no se ha manifestado en relación al desastre con el que convivimos (más que hace unos días expresando que el mundo ha multiplicado más los índices de inflación que Argentina).
El ministro de Economía, Sergio Massa, en cambio, ha tomado cartas en el asunto: prometió sortear autos, motos y electrodomésticos entre quienes paguen los alimentos con tarjeta de débito (que serán aquellos alcanzados por el beneficio de "devolución del IVA en la compra de alimentos" por un monto de hasta 18.800 pesos). El delirio parece ser total: el desconcierto también.
Además de sorteos y devolución de impuestos en la compra de alimentos, el Gobierno se ha propuesto destruir lo poco que queda. Modificaron el impuesto a las ganancias, quitaron retenciones y prometieron también que aún faltan medidas que "beneficiaran a todos". En período electoral todo parece estar permitido.
El costo fiscal de los últimos anuncios (denominado el "nuevo plan platita") se estima en 2 billones de pesos anuales (a valores actuales), prácticamente un tercio de todo el dinero que hoy está en los bolsillos de los argentinos.
El contexto es algo diferente al último desborde fiscal por cuestiones electorales: la inflación en el año 2021 en el mes de las PASO fue del 2,5 por ciento mensual y el indicador interanual era del 50%. Esta expansión del gasto público parece el condimento ideal para una implosión inflacionaria aún mayor: las consecuencias son cada vez más impredecibles.
El Gobierno ha perdido el rumbo ya hace bastante tiempo. A algo menos de tres meses de finalizar el mandato y con alguna chance (remota, pero chance al fin) de seguir gobernando a partir del 10 de diciembre resulta sorprendente que la decisión aparente sea hacer todo lo posible para que salir de la decadencia nos vaya a costar cada vez más.
De igual forma, todo parece ser lógico ya que la política desde hace mucho tiempo no está a la altura de las circunstancias: las consecuencias están a la vista.
(*) Economista, conductor y columnista en Radio Rivadavia.