En este mundo imperfecto en el que nos toca vivir, espantan las estadísticas sobre los presupuestos que los gobiernos de distintos países asignan para financiar las actividades militares, ya sea por el pago de salarios, la investigación y desarrollo de nuevas armas o bien la compra de las mismas, el despliegue de tropas en puntos estratégicos y los fondos destinados a la logística de la ocupación de un territorio o de la guerra misma.
Una vez más las prioridades del hombre no parecen estar en sintonía con las causas humanitarias. Así, mientras la industria del armamento a nivel global parece atravesar cierta prosperidad, la lucha contra la pobreza o los esfuerzos para revertir el cambio climático o revertir la degradación del medio ambiente no figuran en el podio de las preocupaciones de los gobiernos más poderosos del planeta.
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Estados Unidos volvió a aumentar los recursos para el área de Defensa. En el 2017, se mantuvo como el país con mayor gasto militar anual del mundo, según el informe publicado por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI en sus siglas en inglés).
Después de cinco años consecutivos de reducciones por la crisis económica y la retirada de tropas en Afganistán e Irak, Estados Unidos subió su inversión en armas un 1,7% en 2016 hasta 611.000 millones de dólares, debido a las reformas legales que permitieron atenuar los límites presupuestarios impuestos en 2011.
Si bien la inversión militar estadounidense se sitúa no obstante todavía un 20% por debajo del nivel máximo alcanzado en 2010, Trump confirmó un aumento del 9,27% para el presupuestos militar de Estados Unidos de 2018, lo que supone una inyección de 54.000 millones de dólares adicionales, el mayor crecimiento desde los atentados del 11-S hace 15 años. La decisión del magnate está en línea con una de sus promesas electorales que es la de "ganar guerras".
De acuerdo con Nan Tian, investigador del programa de Armas y Gasto Militar de SIPRI, el incremento global en ese rubro durante los últimos años se debe en su mayoría a un "crecimiento sustancial" por parte de países de Asia, Oceanía y Oriente Medio, tales como China, India y Arabia Saudita.
En la lista de principales inversores en armas, China ocupa el segundo lugar luego de Estados Unidos al destinar 228.000 millones de dólares en el 2017, lo que representa un 5,6 % de aumento en comparación con 2016 (en dinero, significa unos 12.000 millones de dólares). Otra vez la geopolítica se impone en la agenda de los gobiernos por sobre la cuestión humanitaria. "Las tensiones entre China y los países vecinos son el factor que continua marcando el crecimiento del gasto militar en Asia", ha explicado el investigador del SIPRI, Siemon Wezeman.
A esta altura nadie puede dudar que el negocio de la guerra, que involucra la vida de soldados y de inocentes también sino basta remitirse a lo que sucede en Siria, es altamente lucrativo -como el del narcotráfico, entre otros de los que la humanidad no puede estar orgullosa-.
En tanto, el informe de SIPRI advierte que en Sudamérica el gasto subió un 4,1% entre 2016 y 2017 a causa de los aumentos registrados en los dos principales inversores de
la región: Argentina, que aumentó un 15%, y Brasil, un 6,3%.
Sin embargo, Nan Tian, explicó que se toma como referencia el presupuesto
establecido por ley y no el gasto ejecutado, lo cual podría arrojar un aumento algo menor.
Al efectuar una lectura de estas estadísticas, Pere Brunet, miembro del equipo que ha coordinado la campaña en España, la explicación de este aumento en el gasto militar es clara: "La guerra es un gran negocio. Hay mucha gente que se enriquece con este gasto militar, como la banca o los negocios de privatización de la guerra". Además, consideró la importancia de llevar estos datos a la sociedad civil y hacer entender que no es cierto que "a más gasto militar haya más seguridad". En la misma línea se ha expresado Jordi Armadans, director de Fundipau, quien ha señalado que a pesar de llevar 20 años de crecimiento del gasto militar "se han duplicado los conflictos armados, los desplazados y los refugiados".
Así las cosas, los crecientes presupuestos para las actividades militares y la industria de las armas no implica trabajar hacia la causa de la paz internacional, sino todo lo contrario. Para muchos magnates de los negocios, es muy bueno para sus bolsillos que la gente se mate con sus armas y sus balas. Y lamentablemente, nada indica que en el corto o mediano plazo esta situación vaya a cambiar.