Con
más de 47.000 millones de dólares en reservas, ingresos
multimillonarios por exportaciones del complejo sojero y un viento
de cola que promete menguar pero no desaparecer al menos este año,
la estampida que el propio gobierno disparó con su guillotina
cambiaria puede terminar repitiendo la autodestrucción mostrada
por liderazgos políticos en la Argentina a lo largo de su
convulsionada historia.
"Del único modo que se entiende lo del dólar paralelo es como
consecuencia de una conducción amateur. Tenés millones en el BCRA,
el chorro de la soja y un tipo de cambio flexible, ¿Cómo vas a
tener esa brecha? Parecemos Venezuela. Tenemos una cirugía menor y
sin complicaciones por delante pero ponemos a un cirujano que
padece Parkinson para hacerla", fue la descripción descarnada que
hizo ante este columnista un hombre que supo cumplir un rol clave
durante la gestión de Roberto Lavagna en Economía.
El ex funcionario, ya alejado del día a día, desliza una
definición más, que eriza la piel: "El equipo económico es malo,
no sabe cómo conducir".
Sin interés alguno en el mundo político y económico de la
Argentina, ni aspiración a cargos, el testimonio recogido
de este ex funcionario coincide con la lectura que especialistas e
inversores están haciendo sobre el desaguisado del gobierno
respecto del dólar.
Es un problema en el que Cristina Fernández se metió sola,
´asesorada´ por dos funcionarios que no parecen los más indicados
para hacer frente a esta crisis: el secretario de Comercio
Interior, Guillermo Moreno -atrevido y admirador de la política de
meter miedo- y el tecnócrata Guillermo Echegaray, quien conoce de
impuestos pero cuyos antecedentes sobre dominio de corridas
cambiarias son desconocidos, más allá de los pintorescos perros
adiestrados de la AFIP.
Ante este escenario, el kirchnerismo debería echar mano de
especialistas más experimentados, que tal vez le explicarían que
con semejante respaldo, abrir el grifo a la venta de dólares le
permitiría dar un golpe de nocaut a la especulación cambiaria y
provocar un brusco descenso de la moneda estadounidense hasta
niveles más lógicos, cercanos a los 5 pesos.
Ese valor es el que está calculando el mercado como medida
cierta para la divisa estadounidense, que quedó claramente
retrasada porque el gobierno teme que se dispare aún más la
inflación -se mantiene en el 25 por ciento anual- que se encarga
de ocultar con ahínco mintiéndole cada mes a los argentinos a
través de las estadísticas del INDEC, que ya llegó al subsuelo de
su reputación gracias a Moreno y sus gurkas que hacen de la
presión una práctica continua en el organismo, como ya lo hicieron
en el Mercado Central y otras áreas clave de la economía.
En el mercado existen también dudas sobre el verdadero
conocimiento del estado de situación que tiene Cristina sobre lo
que está ocurriendo, y si sus funcionarios le acercan información
confiable y precisa.
Un ejemplo fue el informe que recibió sobre las cuentas
públicas en la semana que pasó: Hernández Lorenzino y Juan Carlos
Pezoa engolosinaron a la Jefa de Estado con las cifras de
superávit fiscal, pero ¿le habrán comentado que abril arrojó un
déficit real de casi 1.900 millones de pesos?
Otro ejemplo, ¿sabe la Presidenta que de persistir este dólar
paralelo por las nubes las compañías recalcularán sus costos y las
remarcaciones oscilarán el 40 por ciento, haciendo trizas todos
sus esfuerzos en políticas sociales?
¿Conoce la mandataria que el sector más dinámico de la economía
de estos años, la construcción, está al borde de la paralización y
que ese sector podría ingresar en un default de amplias
proporciones porque existen decenas de miles de boletos de
compraventa en dólares que no podrán afrontar los compradores
provocando la paralización de obras y despidos masivos en la
construcción y el mercado inmobilario?
El tema, crudamente, lo advirtió el titular de la Cámara
Inmobiliaria Argentina, Néstor Walenten, un dirigente prudente
pero que ya no parece dispuesto a disimular la realidad como hacen
otros de sus colegas, y también lo reflejó el presidente del
Colegio de Escribanos de la Ciudad, Carlos D´Alessio, otro
hombre al que no se le puede achacar imprudencia.
Algo similar ocurre con el mercado automotriz, que ingresó en
un parate que alcanza a cero kilómetros y usados por igual.
Hasta los últimos indicadores del INDEC deben comenzar a
admitir, a regañadientes, que la Argentina se encamina a una
recesión, en parte porque, como admitió Cristina, "Europa se
nos cayó encima y a pedazos", pero también por errores ingenuos de
política económica, donde un ministro como Lorenzino aparece cada
vez más desdibujado: dentro del Gabinete lo apodan con sorna como
"el mudo".
El mismo camino recorre la heterodoxa Mercedes Marcó del Pont,
desdibujada como nunca al frente del Banco Central, sin renovación
de pliego aprobada, quien sólo se limita a mirar cómo Moreno y
Echegaray hacen y deshacen en materia cambiaria, con aval
absoluto de una Cristina hechizada por la supuesta eficacia de
ambos funcionarios todoterreno.
La Presidenta comete también un error cuando torea a los
especuladores y subestima a los millones de argentinos que buscan
comprar dólares porque lo consideran una de las pocas reservas de
valor frente a las desgracias periódicas del país.
En su afán discursivo, con el cual justifica ahora su negativa
a responder preguntas porque "no hace falta", la metralla
discursiva de la jefa de Estado parece haber encontrado un
límite: cuando de economía se trata, sus palabras parecen valer
mucho menos que sus discursos reiterativos pronunciados ante una
militancia hipnotizada que le remite, en fracasada clave
setentista: "Acá tenés los pibes para la liberación".
"Si algunos quieren pagar el dólar a 5,90, que lo hagan", fue
su única alusión presidencial al tema, luego de asegurar que ella
no cometería ninguna aventura.
Al día siguiente de hacer esa afirmación el paralelo empezó a
subir cada vez más, llegó a 6,15 y luego retrocedió unos centavos:
alguien no le había creído, como tampoco lo hicieron con Lorenzo
Sigaut, Juan Sourrouille y tantos otros que repitieron la misma
cantinela.
Los dirigentes que la respaldan y prefieren responderle a todo
que "sí", ya salieron con un discurso que fracasó mil veces en
el país, al sostener que "el que apuesta al dólar pierde".
La pPesidenta, que insiste en afirmar que gobierna para todos
los argentinos, debería tomar debida nota de que hay miles de
contratos suscriptos en dólares, como los boletos de compraventa,
que decenas de miles de alquileres se pactan en esa moneda y que
lo mismo ocurre con otros convenios.
Si ella le niega a esos argentinos el sueño de prosperidad
porque creyeron en su estrategia de seguir alentando el consumo,
tal vez esté incurriendo en un error garrafal, similar al que
cometió Fernando de la Rúa cuando creyó que la convertibilidad
podía durar para siempre y cayó en la trampa para osos que le dejó
Carlos Menem, y encima con una soja por el suelo.
A esta altura, en el mercado se preguntan si no habrá llegado
la hora de trocar un "populismo de manual" por un esquema donde el
gobierno se empiece a preocupar más por "crear los recursos que
necesita la economía, antes que sólo pensar en cómo repartirlos".
Claro que esa racionalidad puede ser piantavotos, y a esta
altura aparece cada vez más claro que Cristina se empieza a
enamorar de un tercer mandato, reforma constitucional mediante.