La economía argentina se debate contra una tormenta perfecta sin saber aún si finalmente logrará superarla. Mientras nadie sabe qué hacer exactamente con el mercado cambiario y la crisis de la deuda aún debe resolver su capítulo con el FMI más allá de la negociación exitosa -y costosa- con los bonistas, el Gobierno nacional sarasea con un presupuesto para el año que viene que estima al final del 2021 un dólar a 102 pesos cuando hoy día ya cuesta 131 con la sobrecarga impositiva que busca desalentar su atesoramiento pero que al mismo tiempo dispara el valor del blue.
Sin rumbo fijo en materia macroeconómica, la problemática laboral y social se transforma en un mayor dolor de cabeza para el país. Decimos mayor porque en realidad siempre constituyen un mal de cabeza porque la pobreza estructural rara vez baja del 30 por ciento de la población y el empleo nunca termina de consolidarse.
En este marco, en la semana se conoció el último dato sobre el mercado laboral: la tasa de desocupación subió hasta el 13,1% al término del segundo trimestre del año, con un incremento de 2,5 puntos porcentuales respecto al 10,6% de igual período de 2019, informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos. Además, la tasa de desocupación demandante se ubicó en el 5% en el segundo trimestre de este año contra el 9,2.% de igual período anterior, y la desocupación no demandante subió hasta el 4,6% contra el 3,9% del lapso previo.
Este aumento en la tasa de desocupación se dio a la par de una caída del Producto Bruto Interno (PBI) durante el segundo trimestre, fuertemente afectado por la cuarentena para combatir la Covid-19, que alcanzó al 19,1% interanual, y del 16,2% respecto al primer trimestre. El escenario pudo ser peor en relación a la tasa de desocupación del segundo trimestre, pero no fue así solo porque menos gente salió a buscar trabajo en medio de las restricciones fijadas para la circulación por el coronavirus. ¿Tenía sentido buscar empleo a comienzos de una cuarentena inédita para nuestro país?.
Esto último se reflejó en la tasa de actividad, calculada como porcentaje de personas en condiciones de trabajar sobre el total de la población, que bajó al 38,4% en el segundo trimestre frente al 47,7% del período anterior.
De este modo, el trabajo registrado refleja que 9,5 millones de argentinos hoy cuentan con una ocupación en tanto que 1,4 millones se encuentran desocupados. Al analizar las estadísticas frescas del Indec, la consultora Ecolatina concluyó que se perdieron casi 4 millones puestos de trabajo en el segundo trimestre.
La magnitud de esta caída es comparable a su heterogeneidad. Por ejemplo, en base a los datos de INDEC, los empleados de establecimientos estatales aumentaron 5% en el segundo trimestre de 2020, en contraposición al deterioro de 26% interanual de los trabajadores privados. En síntesis, el empleo público registrado no se vio afectado por la cuarentena/pandemia y el empleo privado formal cayó menos que el desplome del PBI (-19% i.a.), gracias a la protección oficial a partir de un kit de herramientas de política económica y social, como la doble indemnización, la prohibición de despido sin causa justa y el programa ATP para ayudar a las empresas a pagar salarios.
Por último, quienes poseen peores condiciones de trabajo, salarios en promedio más bajos y/o menos estables, fueron los que sufrieron el mayor impacto de la cuarentena. El principal paliativo del Estado -decisión acertada por parte del Ejecutivo- para compensar parte del desplome de los ingresos laborales provenientes de la informalidad fue el IFE, mientras que los estratos medios (donde cobran mayor relevancia los cuentapropistas y monotributistas) apenas percibieron créditos blandos.
Con el relajamiento de facto y de jure de las restricciones a la movilidad, el empleo informal y el cuentapropismo sería el primer elemento del mercado laboral en recomponerse. Sin embargo, la cada vez más modesta recuperación de la actividad pone interrogantes acerca de cuanto demorará en volver a los niveles previos a la pandemia. Asimismo, el empleo privado formal ajustó poco respecto de la magnitud de la caída de la actividad, por lo que difícilmente vuelva a trepar este año: algunas empresas aún cuentan con dotación excedente.
En conclusión, a la precarización del empleo observada durante la recesión de 2018-19 (el empleo total creció pese a la contracción de trabajo registrado) se suma la fuerte destrucción de empleo (principalmente precario) producto de la cuarentena/pandemia. Este shock negativo sobre los ingresos laborales afectó en mayor medida en los hogares de menores recursos, lo que explica el fuerte deterioro de la pobreza y la indigencia que dará a conocer el INDEC dentro de una semana, según Ecolatina. Finalmente, proyectó una lenta recuperación de los puestos de trabajo perdidos en el segundo trimestre de 2020, lo que complicará la reversión del fuerte deterioro de los indicadores socio-económicos.