Editorial

El déficit automotriz

Argentina es un país de contradicciones. La frase suena a lugar común, pero basta hacer un repaso por la actualidad, para encontrar cuestiones que no “cierran” en muchos aspectos. Hace un par de días, la ministra de Industria, Débora Giorgi, aseguró que se posee la capacidad para producir alimentos para 400 millones de personas. Sin embargo, se trata de una Nación que, con poco más de 40 millones de habitantes, no logra cubrir las necesidades alimentarias básicas de varios millones de argentinos.

Pero hay otra situación contradictoria que se produce en la Industria. Y más precisamente en la cadena automotriz, principal motor del crecimiento industrial argentino, pero a la vez uno de los mayores agujeros en la balanza comercial del país.

Según un cálculo extraoficial, por cada vehículo que sale de las terminales locales, se importan autopartes por casi 15.800 dólares. El dato surge de dividir los 6186 millones de dólares que costaron las autopartes importadas durante el primer semestre del año, por los 392.298 vehículos fabricados en ese período.

Cabe aclarar que no todas las importaciones de autopartes van a la fabricación de vehículos, ya que muchas se derivan al mercado de reposición. Sin embargo, el número sirve para graficar cómo crece el déficit del sector, ya que en 2010, por cada auto fabricado se importaban 12.200 dólares, y entre 2003 y 2009 (con excepción de la crisis de 2008), estaba en torno a los 11.000 dólares.

Durante el primer semestre, la balanza entre exportaciones e importaciones de vehículos terminados arrojó un superávit de US$ 565 millones, aunque esta cifra quedó licuada por el déficit comercial de US$ 4525 millones registrado por el sector autopartista (que creció 52 % respecto de igual período de 2010).

Desde la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC) apuestan a que este déficit comience a revertirse cuando maduren algunas de las medidas que se tomaron en el último año y medio, como la ley de incentivo a la radicación de autopartes, la obligación de las terminales de compensar sus importaciones, las licencias no automáticas y los créditos blandos para el sector. No obstante, hay un notorio desfasaje entre la velocidad a la que crece la producción, y a la que avanzan las acciones oficiales.

Otro aspecto clave que explica el déficit es la baja integración de piezas locales que llevan los autos fabricados en el país. Según estimaciones privadas, cada auto brasileño lleva adentro entre 70 y 90 por ciento de piezas brasileñas, mientras que cada auto argentino sólo lleva en promedio entre 20 y 40 por ciento de piezas locales.

Todo esto sin olvidar que, salvo algunas excepciones, la mayoría de los motores y cajas de cambio -los dos sistemas más caros que lleva un auto- son importados. Hay que contar como principal excepción la planta de cajas de transmisión que Volkswagen tiene en Córdoba, además de la producción propia de cajas que tiene Fiat y los motores que hacen General Motors, Peugeot y Mercedes-Benz.

En este sentido es interesante recordar la extensa lucha que han llevado adelante industriales como el rafaelino José Luis Basso, quien ha bregado no sólo desde su grupo empresario, sino también desde las numerosas entidades industriales que integra, para que el país pudiera desarrollar motores argentinos. Más allá del esfuerzo, extremadamente valioso, el avance no ha sido lo suficientemente importante. En buena medida, por la falta de respuestas de los gobiernos de turno. Y también por la falta de decisión de las terminales automotrices, que en Sudamérica tienen casi todas sus casas centrales en tierras brasileras.

Cabe destacar que los 15.800 dólares que se importan por cada auto fabricado en el país coinciden casi con exactitud con el valor promedio que tiene cada vehículo argentino que se exporta. Los autos terminados que importa la Argentina, en su mayoría unidades chicas provenientes de Brasil, tienen un costo promedio algo inferior: 12.000 dólares. Si el segundo semestre repite las tendencias del primero, el complejo automotor-autopartista cerrará el año con un déficit total de US$ 8000 millones, casi lo mismo que se espera como superávit para toda la balanza comercial argentina.

Por cuestiones como estas, bien puede decirse que Argentina es un país de contradicciones. Y sin caer, bajo ningún punto de vista, en el lugar común.

Autor: Redacción

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