Editorial

El debate toma vuelo

En un tiempo donde las prioridades tendrían que ser otras, más preocupantes que las relacionadas con los enfrentamientos dialécticos, la sociedad argentina se viene hartando de tantas agresiones.

Los diferentes puntos de vistas tendrían que exponerse de manera respetuosa. El disenso tiene que existir, porque no es bueno que todos los pensamientos sean coincidentes.

Cada uno tiene derecho a expresarse con absoluta libertad, particularmente en los temas más sensibles, como los que no deben ocupar en este momento.

La salud, la economía y la inseguridad, por citar solamente algunas de las tantas cuestiones que deben ser tenidas en cuenta porque así lo demanda la población, lamentablemente están quedando relegadas por los intereses políticos.

Las acusaciones y el fuego cruzado ya son moneda corriente y se está disparando con munición gruesa desde las trincheras, muchas veces, sin medir siquiera las consecuencias de semejante agresividad.

En los últimos días, el actual presidente Alberto Fernández y su antecesor en el cargo Mauricio Macri se subieron al ring, generando una situación no deseada por quienes siguen apostando por cerrar la grieta, de una vez por todas.

Remover el pasado y traer a colación unas apreciaciones que se habrían dado en el transcurso de un encuentro que se registró hace varios meses, no es prudente en un momento donde el país está atravesando por una situación tan compleja por otros motivos que no encuentran soluciones.

Cuando se dan este tipo de cuestionamientos, son varios los que se suman, de los dos lados, para defender a quienes consideran sus líderes políticos. Ni el más indiferente puede mantenerse al margen de esas idas y vueltas.

Nunca se había llegado tan lejos. Ni en las campañas previas a las elecciones, cuando no siempre se dan este tipo de agresiones, a pesar de las ideas que pretenden imponer los candidatos para captar el voto de la gente.

Hoy, es la pelea más notoria. La que podría ser anunciada como estelar en una cartelera de indiscutible jerarquía. Pero, no es la única, dentro de un festival imaginario que tiene a varios contendientes.

Eduardo Duhalde expresó un desprecio absoluto por el sistema democrático, al hablar de un eventual golpe de Estado, como consecuencia de una actualidad extremadamente difícil como la que se está viviendo.

Apreciaciones de esa naturaleza generaron un rechazo masivo de los diferentes sectores de la política, que cuestionaron al ex presidente de los argentinos.

No fue oportuna esa definición, ni tampoco afortunada. Sí, contribuyó, de algún modo, a debilitar a un sistema, que con no pocas dificultades, se pudo afianzar desde 1983.

Mientras tanto, los interminables aislamiento sociales, generan cada día una mayor reprobación, en particular de los sectores más afectados en la parte económica.

Actividades que se habilitan durante algún tiempo y que luego se ven obligadas a interrumpirse, provocan un lógico mal humor, que ni las ayudas sociales pueden hacer cambiar, simplemente, porque la gente quiere trabajar.

Otro dato que no es menor y que de ninguna manera puede soslayarse es el de los agitadores, que con total impunidad y a cara descubierta promueven las tomas de terrenos ante la pasividad de las autoridades.

Ese abuso, que tuvo como banco de pruebas a varios distritos bonaerenses, hoy sigue extendiendo a otras provincias. No es una buena señal en la medida que nadie le ponga freno a esos atropellos.

Los hechos de inseguridad, además de multiplicarse, crecen en violencia. Y en esa área, tampoco aparecen las respuestas que merece el reclamo de la gente.

También, de manera inescrupulosa, están los que justifican a los delincuentes, cada vez que reacciona una víctima.

Argentina es desde hace mucho tiempo "el reino del revés", como lo señaló con su enorme talento la recordada María Elena Walsh.

No estamos ante una tarea sencilla quienes nos atrevemos a pensar, con una buena cuota de optimismo, que la historia puede llegar a cambiar en un plazo relativamente mediano, porque cuando la desesperanza no da lugar a la ilusión, todo parece más complejo.

Solo será posible que se revierta este momento de desencuentros, si todas las partes, reconociendo obviamente el mandato que le otorgó la ciudadanía al gobierno de turno, se alinean detrás del mismo objetivo.

Ese deseo, en las actuales circunstancias, está demasiado lejano. La maldita grieta se sigue profundizando y ensanchando. Es una realidad que nadie desconoce a esta altura de los hechos.

Quedaron demasiado lejos aquellos primeros acuerdos entre el oficialismo y la oposición en un Congreso que hoy está más alterado que nunca, con un tema que sigue dividiendo no solo a la clase política, sino también a la sociedad misma: la Reforma Judicial.

Autor: REDACCION

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