Por José Pepe Marquínez
Pasando al plano internacional me voy a referir al “Cimitero Monumentale di Staglieno”, está ubicado en una colina cercana a Génova y fue diseñado por los arquitectos Carlo Barabino y Giovanni Battista Resasco e inaugurado en 1851. Es una representación de la Génova del siglo XIX. Las galerías, porches, monumentos y panteones atestiguan el extraordinario arte de ese siglo en Liguria. Proliferan las representaciones de la resurrección, la misericordia, la muerte, la salvación, el ancla (esperanza) y la granada (vida eterna). Se destaca la monumentalidad de los panteones y el Cementerio de Staglieno, acaso sea, el más importante de toda Europa.
Se organizan caminatas a este lugar que es imposible no visitar, siendo lugar propicio para el necro turismo. Se llega muy fácilmente desde el centro de la ciudad en transporte público. Está ubicado a 5 kilómetros de Plaza Ferrari (centro).
Volviendo al plano local, en Córdoba, por ordenanza municipal, en 1864 se funda el Cementerio del Salvador o “Cementerio de los Disidentes”. Allí eran sepultados no católicos, protestantes, judíos, masones y suicidas.
En la ciudad de Santa Fe existió un protocolo estricto para el entierro de fallecidos por haber contraído una “peste” (1895). En el gobierno local aparece la “regulación de la muerte”. En aquellos años, se ordenó la creación de un cementerio al norte de la ciudad en un paraje conocido como Guadalupe, el cual se encontraba ubicado al oeste de la basílica.
Al final del siglo XIX (1886-1900) las pestes de cólera y bubónica se cobraron más de tres mil muertos. La bubónica se origina por la picadura de una pulga a una rata infectada y después a humanos.
A raíz de esto se dictó un protocolo que entre otras cosas determinaba:
Estaba prohibido enterrar a los cadáveres (cadáveres epidémicos) en el cementerio católico.
Se ordenó construir otro cementerio denominado Barranquitas para los pobres caídos en desgracia por una peste. Si no había lugar se los ubicaba provisoriamente en el “Guadalupe”.
Los cadáveres epidémicos no podían ser enterrados en bóvedas ni en nichos. Debía hacerse en pozos o fosas de dos metros y medio de profundidad y cubiertos con cal viva.
No se aceptaban más inhumaciones en templos, iglesias y casas de familia. Los pobres no pagaban servicio de cementerio.
Hacia 1895 funcionaba el Cementerio municipal de Santa Fe habilitado 5 años antes. Simultáneamente existían en la ciudad dos cementerios más: el de Los Angelitos, donde hoy existe la Escuela Nacional Simón de Iriondo, y el de Guadalupe ya referido anteriormente y el que funcionó donde hoy existe el Parque Juan de Garay. Es por ello que a la ciudad se la conocía como la de los cuatro cementerios.
Pasamos a la Ciudad de San Jorge, departamento San Martín y voy a referirme a ella ya que cuenta con dos cementerios: el viejo ubicado a 7 kilómetros al suroeste de la planta urbana; denominado Cementerio “Sur”. Fue fundado en 1893 y funcionó hasta 1910.
Lo único que persiste de éste es una cruz de hierro y un panteón en ruinas.
El terreno fue cedido por un señor de apellido Boero, siendo necesaria la construcción de esta necrópolis ante la carencia de uno cercano para sepultar a los pobladores de San Jorge. Fue una necesidad imperiosa ya que hasta ese momento los cadáveres debían ser trasladados hasta San Carlos. También se llegó a dar sepultura en distintos campos.
Una vez habilitado fue utilizado para dar sepultura a pobladores de Colonia Crispi, Landeta, y Las Petacas. Esta necrópolis se utilizó hasta 1910 y habida cuenta de su abarrotamiento se decidió dar curso a la construcción del Cementerio “Norte”. El Viejo Cementerio fue declarado Patrimonio Histórico Municipal en el año 2000.
Continuará