Editorial

El control cambiario

Sin lugar a dudas, uno de los principales problemas que enfrenta este gobierno es el de lograr la pesificación de la economía. Es un viejo anhelo de todos los gobernantes, pero ninguno pudo contra el gran billete verde. 

Las autoridades políticas nunca entendieron que para lograr tan radical cambio cultural deben comenzar a hacerlo cuando las cosas "están bien" y no se necesita ningún tipo de medida. Pero como lo urgente siempre es enemigo de lo necesario, siempre optan por esperar, porque tomar una medida de esa, absolutamente antipopular (por llamarlo de alguna manera) hacia la clase media, siempre genera ruido.

Es que ese sector social es el que termina desatando las reacciones en contra de todos los gobiernos. Este no escapa a la tradición argentina: cuando se le afecta la capacidad -o la libertad- de ahorrar, sus manifestaciones, aunque no demasiado numerosas, terminan haciendo mucho ruido en cualquier administración. 

La historia así lo sostiene. Y este gobierno obtiene los mismos resultados, aplicando los mismos métodos. Algo curioso para un movimiento que se cree revolucionario.

Prueba de ello fue la "inmolación" del candidato a Procurador General de la Nación, Daniel Reposo, a quien la propia Presidenta Cristina Fernández de Kirchner había defendido apenas horas antes de su renuncia. No se entiende, sino, que una administración que siempre hace oídos sordos a cualquier crítica, haya salido a minutos de la medianoche, a cambiar la tapa de los diarios del día siguiente. 

En este caso, la necesidad del control cambiario se debe a que en la economía argentina hacen falta dólares. Son escasos y el Gobierno anuncia un intento de corrida para devaluar la moneda, cosa que en realidad, no existe sino como una simple excusa. 

El dólar es hoy una de las posibilidades de ahorro que tienen los argentinos, sin que su capacidad de compra se vea disminuida por la inflación. El billete verde está barato, algo que se contrasta con la política económica kirchnerista, que siempre propuso un dólar alto para potenciar las exportaciones. Vale aclarar que no está barato porque el Gobierno quiere, sino porque la crisis internacional así lo determina. 

El peso se ve acorralado por la devaluación, también del real. De esta forma, la devaluación no es una alternativa, sino una obligación. El Gobierno decidió postergar la misma y ahora paga con creces su decisión, sobreactuando los controles, los cuales son necesarios, pero no a estos niveles. 

Ahora, el kirchnerismo decide avanzar sobre la pesificación, como un modo de huir hacia adelante. Los funcionarios analizan reglamentaciones y controles específicos enfocados al mercado inmobiliario . Por ahora, sin embargo, no logra consenso la idea de promover un proyecto de ley para establecer el uso obligatorio de la moneda nacional en contratos, de acuerdo a lo publicado por estos días en los diarios nacionales.

Pero, hay que aclarar que posturas tan férreas como estas no son sostenidas por todo el gobierno. El titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, es el que encarna el sector de "los halcones", mientras que del lado de "las palomas" se encuentran el Ministro de Economía (cuya voz aún se desconoce, a meses de haber asumido) Hernán Lorenzino; el secretario de Política Económica, Axel Kicillof; la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. e, incluso, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Estos proponen una salida progresiva del cepo impuesto. Hasta ahora, Cristina sólo escucha al primero. Pero el segundo grupo es cada vez más grande.

En la edición de ayer, el diario La Nación destaca que la escalada del dólar informal -que mantiene una brecha de 30% con el oficial- preocupa en el oficialismo por el impacto real que puede tener sobre la inflación. No en vano Moreno, custodio de los precios, entró en alerta. La táctica para abordar las cuevas también bosqueja una disyuntiva interna, "pactar" o "reventar". Mientras el secretario de Comercio intentó negociar, la AFIP elevó 1900 denuncias por irregularidades.

La intención del Gobierno, como sucede muchas veces, no deja de ser buena. Debería ser lógico que operaciones realizadas en nuestro país se lleven a cabo con nuestra moneda. También sería válido preguntarse por qué sólo dólares (que ahora vale menos que el euro) y no yuanes, yenes o por caso, cualquier otra. La respuesta es es que es una cuestión cultural: el argentino piensa de este modo. Imponer un cambio no solo llevará tiempo, sino también una tarea pedagógica por parte de los funcionarios, algo que los mismos están negados a realizar, dado que nunca explican sus acciones. 

Autor: Redacción

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