Suplemento Economía

El consumo sigue sin reanimarse y cerrará el año electoral estancado

Por Javier Alvarez


El consumo masivo no da señales de vida en este año electoral y

terminará 2017 estancado, ante una demanda golpeada por paritarias

que cerraron debajo de la inflación real proyectada provocando una

nueva caída del poder de compra de los salarios.

En los últimos años electorales (2011, 2013 y 2015), el consumo

ya había mostrado una fuerte desaceleración a pesar de que en esos

tres períodos la actividad económica general se expandió,

fogoneada en parte por el mayor gasto público.

Ahora, la administración Macri viene desacelerando el gasto

público, que crece a un ritmo del 24% anual, unos doce puntos

menos que en el primer cuatrimestre del año y el recorte sería aún

más drástico entre octubre y diciembre, después de las urnas

legislativas.


Históricamente, las elecciones agregan fuertes tensiones a la

economía porque provocan incertidumbre, pero esta vez el problema

es más transversal, determinado por una política económica que no

promociona el consumo ni la generación de empleo privado más allá

del discurso oficial.

Si bien el Gobierno inyectará en las próximas semanas unos

$50.000 millones a través de créditos a jubilados, pensionados y

beneficiarios de la AUH, eso no alcanzará para mover el

amperímetro de la demanda si se tiene en cuenta que por el medio

aguinaldo se vuelcan $86.000 millones.

Además, el Banco Central se mantendrá firme en los próximos

meses y no hay posibilidades de que baje drásticamente las altas

tasas de interés dada la pelea que desató –por esa vía- contra la

inflación, por lo que se seguirá enfriando la economía.


En el Gobierno no miran estos factores con preocupación e

incluso ya ponen la vista en 2018, esperando un rebote acompañado

por un eventual incremento en las inversiones privadas, al que

Cambiemos espera desde que llegó a la Casa Rosada.

Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda de Macri, ya no oculta

que su preocupación está puesta ahora sólo en el caliente déficit

fiscal y en la posibilidad de que la inflación pierda

protagonismo, para que el consumo y la actividad crezcan ya en

2018.

La concepción de derrotar a la inflación por vía de una mayor

productividad jamás formó parte de la usina de iniciativas del

macrismo y ahora ya parece haber muerto también la idea de que la

competencia da lugar a la desaceleración de precios.

El problema ya es estructural: los salarios perdieron 8 puntos

porcentuales de poder de compra en 2016 y este año terminarán

entre 4,6 y 5 puntos abajo, porque la inflación viene

desacelerando pero por encima de los ingresos de las familias.

Además, el mercado de consumo viene de un 2016 en el que la

desigualdad en la distribución del ingreso registró un deterioro

significativo: la brecha entre el ingreso familiar promedio de los

hogares más pobres y los más rico se amplió a 18,7 veces.

Un análisis de CIFRA-CTA indica que en los primeros meses de

2017 se observó un leve crecimiento económico motivado por el

agro, los servicios, el sector financiero y la construcción,

impulsada por la obra pública.

Pero ese cambio de tendencia no llegó de manera sólida a la

industria, que si bien redujo la vertiginosa caída que arrastraba

y anotó un primer crecimiento interanual en mayo después de 15

meses negativos, aún sufre la falta de demanda.

Datos del Indec muestran que la utilización de la capacidad

instalada industrial está en el 66%, con las automotrices –que son

las que más están creciendo respecto de pésimo 2016- en sólo el

55%.

El Gobierno dijo que se crearon entre abril de 2016 y el mismo

mes de este año unos 49.000 empleos, pero de ellos, 32.700 son en

el sector público (+1,1%) y 11.000 en el servicio doméstico

registrado (+2,4%) por blanqueo, sólo el resto en el sector

privado formal.

Otro dato que muestra la inestabilidad de los brotes verdes es

la demanda eléctrica, que aumentó 6% anual en junio por mayor

consumo residencial y comercial, pero bajó 5% anual entre las

grandes industrias que compran energía en el mercado mayorista.

El peor escenario lo tienen cuatro provincias: la demanda de

energía eléctrica por parte de la industria bajó 9% en Misiones;

7% en Neuquén; 2% en Río Negro y Santa Cruz, según datos de

CAMMESA.

Las fábricas y las pequeñas y medianas empresas son las más

golpeadas por un modelo económico que, al menos hasta ahora, no

hay mostrado un plan de desarrollo industrial con agregado de

valor en origen y mano de obra intensiva.

El comportamiento de las variables económicas actuales,

producto de un cambio de paradigma que no contempla al consumo

como el gran motor de la actividad, indica que este año la

demanda terminará estancada, al igual que la generación de

empleos. (Agencia NA)




Autor: REDACCION

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