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El comienzo de la Nación: anécdotas y curiosidades de aquel mayo de 1810

Por Eduardo Lazzari

Una de las características fundamentales de las revoluciones es que en el momento en el que se producen queda claro el régimen que se quiere dejar atrás, pero no se vislumbra aún con claridad el destino del proceso histórico. Para los argentinos de a pie, el relato histórico consolidado ha provocado una dicotomía entre el nombre del período, que todos conocemos como “Revolución de Mayo”, muy vinculado a la Primera Junta de Gobierno, y el desarrollo de los hechos posteriores, donde la presentación de los acontecimientos se hace en forma muy ordenada, disimulando las tensiones y el caos de la guerra de la Independencia, y sobre todo porque desaparece el término “revolucionario” que debería utilizarse por lo menos hasta 1824, cuando culminan las batallas de esa guerra.

La razón de un relato ordenado acerca de hechos que no lo fueron, es que pesó el carácter didáctico que pretendió la historiografía liberal de la mano de los primeros grandes científicos, como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, quienes vieron el riesgo de acentuar el carácter revolucionario de la década de 1810 y que eso fuera tomado como una normalidad para el desarrollo de la historia moderna, sobre todo viniendo además de un período de un cuarto de siglo donde las guerras civiles entre federales y unitarios tiñeron de sangre el territorio nacional.

Recorrer como si fuéramos porteños en 1810 los hechos de la Revolución es una oportunidad para sumergirnos en el clima convulso de entonces y conocer a algunos protagonistas que la historia ha disimulado en su importancia y que merecen nuestro reconocimiento. La Semana de Mayo, entonces, se convierte en un aprendizaje permanente del origen del país, y sobre todo una aplicación clara de aquella frase del poeta que dice que “se hace camino al andar”.

Lunes 21 de mayo de 1810

Un grupo de agitadores llamado “Legión Infernal” se concentró en la plaza y exigió la convocatoria urgente del Cabildo Abierto. Estos lograron quedar a cargo de la entrega de las 450 invitaciones a los vecinos para el día siguiente, y en esa tarea, retuvieron algunas de esas cartas que nunca llegaron a destino. Un vecino podía cumplir todas las condiciones para serlo, pero sin la invitación firmada por los cabildantes, entre los que no había un criterio unificado, no sería admitido en la reunión convocada. Este es quizá el primer hecho revolucionario, ya que quedó en claro que si era necesario se recurriría a cualquier método para llegar al objetivo: voltear al virrey Cisneros. También es el germen de la disputa entre los más exaltados, congregados alrededor de Juan José Castelli, el más brillante orador porteño, y los más prudentes, que veían en Cornelio de Saavedra, el jefe de las milicias, a la figura del momento.

La invitación era la siguiente: “El Excmo. Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir, precisamente mañana 22 del corriente, á las nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al cabildo abierto que con avenencia del Excmo. Sr. Virrey ha acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á las tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente”. Los protagonistas del día son, por uno de los bandos en pugna, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, apodado “el sordo de Trafalgar” debido a que un bombazo a centímetros de su cabeza le quitó la audición para siempre, y el obispo de Buenos Aires Benito Lué y Riega, que se reunieron y convocaron a los referentes de la posición defensora del “statu quo”, es decir los que esperaran que nada cambiara.

Por el otro lado, la “Legión Infernal”, conocidos como los “chisperos”, por su ostentación de las armas de fuego, eran liderados por Antonio French y Domingo Beruti, quienes eran los responsables de la coordinación de las acciones con los “políticos”: Manuel Belgrano, que era el más prestigioso funcionario público por su cargo de Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires, pero también por su inteligencia política; Juan José Paso, uno de los más reconocidos abogados porteños que había estudiado en las universidades de Córdoba y Chuquisaca y el nombrado Saavedra, que ya se perfilaba como el jefe de la Revolución.

Martes 22 de mayo de 1810

Es el inicio de la Revolución. Los “chisperos” controlaban desde temprano la plaza y sus aledaños, reduciendo la asistencia al Cabildo Abierto a sólo unos 250 vecinos. La reunión tuvo lugar en el balcón, ya que en las salas del Cabildo no entraban los participantes. El debate duró más de doce horas. Las posiciones fueron varias, pero la continuidad del virrey fue la discusión fundamental. Cuando parecía que la propuesta a favor de Cisneros iba a triunfar, se escuchó el grito que cambió la historia: “Sálvenos Dr. Paso, sálvenos”. Tomó la palabra don Juan José, quien condensó en su discurso el pensamiento favorable a la destitución del virrey, pronunció a viva voz la moción que hará suya Saavedra, y define la situación.

El virrey cesó por mandato del organismo político por 155 votos contra 69 por su continuidad. El Cabildo recibió el pedido de la formación de una Junta de Gobierno y los revolucionaron festejaron. Creían haber logrado todo.

Miércoles 23 de mayo de 1810

Fue un día tranquilo. Se publicaron bandos con las decisiones tomadas el día anterior invocando al orden público y se enviaron comunicaciones a las otras capitales del virreinato: Salta, Córdoba, Asunción, La Paz, Chuquisaca, Potosí y Cochabamba. No parecía ser necesaria demasiada urgencia. Todo volvía a la normalidad, pero en las sombras, Cisneros y el obispo Lué y Riega tendían sus redes para revertir el resultado.

Los futuros revolucionarios se relajaron y en muchos casos se dedicaron nuevamente a sus actividades comerciales y profesionales, bastante descuidadas en los días previos. Belgrano, sin embargo, estudió la situación y comenzó a pensar en los escenarios posibles. No creía que el poder fuera entregado tan fácilmente por Cisneros, a quien conocía bastante y respetaba por su astucia política. Y no se equivocó.

Jueves 24 de mayo de 1810

Virrey, obispo y cabildantes conservadores se propusieron mantener el poder en manos leales a la península y retrasar cualquier intento autonomista. Al mediodía comunicaron la constitución de la Junta solicitada por el Cabildo Abierto del 22. Cisneros demostró su capacidad al presidir el organismo, al que se integraron Cornelio de Saavedra, Juan José Castelli, Juan Nepomuceno Solá y José Incháurregui.

Luego del entusiasmo inicial en los lugares habituales de reunión de los complotados, la casa de los Escalada, de los Thompson, la jabonería de Vieytes y Rodríguez Peña, además del Café de Marco, comenzaron a analizar fríamente la situación y la ingrata sorpresa fue darse cuenta que habían quedado en minoría frente a los tres conservadores: Cisneros, Solá e Incháurregui.

El paso de la euforia a la depresión fue instantáneo y corrió gran desazón entre los revoltosos. El ánimo caído fue retemplado por Belgrano, quién asumió la tarea de revertir los acontecimientos: “Si mañana a las tres de la tarde el virrey sigue siendo el presidente de la Junta, yo lo tomaré de las solapas y lo arrojaré por el balcón para que el pueblo dé cuenta de él”. Volvió el entusiasmo, cuando la noche se hizo madrugada y la madrugada fue lluviosa, y la lluvia se convirtió en gloria.

Viernes 25 de mayo de 1810

Al amanecer la plaza de la Victoria se llenó con la presencia de unos quinientos vecinos pidiendo la renuncia de la Junta. Durante el mediodía, el Cabildo, el más majestuoso edificio civil de Buenos Aires, fue tomado por los revolucionarios. Llegó la renuncia de Cisneros, quien poco resistió. Los “infernales” French y Beruti presentan una propuesta que fue aceptada por los cabildantes y se proclamó la Junta Provisional Gubernativa de la Capital del Río de la Plata. Los pocos paraguas que había en la plaza se agitaron pidiendo noticias que llegaron a media tarde.

El acta de lo acontecido es el documento fundacional de la Argentina, por eso vale la pena transcribir alguna de sus partes:

“En la muy Noble y muy Leal Ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, á 25 de Mayo de 1810: los Señores del Exmo. Cabildo, Justicia y Regimiento, …se enteraron de una representación que han hecho… un considerable número de vecinos, …este Cabildo decide, revocar y dar por de ningún valor la Junta erigida y anunciada con el bando de ayer, 24 del corriente; la revoca y anula: y quiere que este Exmo. Cabildo proceda á hacer nueva elección de Vocales que haya de constituir la Junta de Gobierno; y han de ser, los Señores D. Cornelio de Saavedra, Presidente de dicha Junta, y Comandante general de Armas, el Dr. D. Juan José Castelli, el Dr. D. Manuel Belgrano, D. Miguel Azcuénaga, Dr. D. Manuel Alberti, D. Domingo Mateu y D. Juan Larrea, y Secretarios de ella los Doctores, D. Juan José Passo y D. Mariano Moreno: cuya elección se deberá manifestar al pueblo por medio de otro bando público;… Y los Señores, habiendo salido al balcón de estas casas capitulares, y oído que el pueblo ratificó por aclamación el contenido de dicho pedimento…, comparezcan sin pérdida de momentos en esta Sala Capitular á prestar el juramento de usar bien y fielmente sus cargos, conservar la integridad de esta parte de los dominios de América á nuestro amado Soberano, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores, y observar puntualmente las leyes del reino…”.

Se publicó un bando relatando la nueva situación, que sería enviado a todos los rincones de la naciente Patria. La celebración comenzó y se pidió un Tedeum en la Catedral. Como dice el himno, redactado por uno de los protagonistas de mayo, Vicente López y Planes, había “nacido a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”. Debía comenzar a pensarse el futuro, pero esa es otra historia.

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