Editorial

El comercio internacional

La brusca devaluación del peso en la Argentina abre un escenario favorable a las empresas exportadoras que tendrán un nuevo estímulo para reforzar su presencia en los mercados del exterior. Si bien el aumento de la cotización del dólar impacta negativamente en la economía general al menos beneficia a aquellas empresas internacionalizadas y produce un cambio positivo en la dinámica del comercio considerando que el país acumula un déficit sustancial entre exportaciones e importaciones. Sucede que con el dólar alto los empresarios exportadores ganan en competitividad en el escenario mundial en tanto que es más costoso importar, por tanto la corrida cambiaria tiene como aporte constructivo en una economía en crisis una probable reducción del rojo de la balanza comercial. 

Sin embargo, salir a conquistar clientes fronteras afuera para los productos o servicios made in Argentina no deja de tener escollos. El contexto de una pulseada entre jugadores globales de la talla de Estados Unidos y China, las dos principales economías del planeta, incrementa los riesgos y hace más imprevisible al mercado por lo que obliga a las empresas a no bajar la guardia.  

Por caso, China anunció esta semana la imposición de nuevos aranceles a bienes estadounidenses equivalente a 60.000 millones de dólares, en respuesta a las tarifas aduaneras anunciadas por Washington sobre 200.000 millones de dólares de productos chinos. 

Los aranceles, de entre 5% y 10%, afectarán a unos 5.200 productos importados de Estados Unidos, y entrarán en vigor este lunes, al mismo tiempo que los estadounidenses. Ambos países ya aplican aranceles mutuos por valor de 50.000 millones de dólares, como parte de la guerra comercial que libran.

Sin embargo, China no puede alcanzar a Estados Unidos a la hora de aplicar aranceles, a causa del desequilibrio en la balanza comercial bilateral. Estados Unidos importó bienes chinos por valor de 500.000 millones de dólares el año pasado, comparado con los 130.000 millones de bienes estadounidenses importados por el gigante asiático. Es decir que China importa casi cuatro veces menos productos estadounidenses de los que exporta hacia Washington.

El desafío es cómo plantear la estrategia de una batalla comercial con los avances en materia de integración logrados por las empresas en los últimos años. Si bien Pekín analiza un plan de acción más duro, no es menos cierto que una batería de medidas proteccionistas puede impactar negativamente la imagen "reformista" y abierta que el gobierno chino se esfuerza en proyectar al mundo. 

De todos modos, en el más alto alto nivel de los negocios globales o las grandes ligas como algunos les gusta llamar, se toman decisiones políticas que afectan a las corporaciones. En este sentido, Pekín rechazó la fusión del fabricante estadounidense de microprocesadores Qualcomm con su rival holandés NXP, poniendo así un alto a esta megatransacción comercial de alcance global. Así las cosas, la conclusión positiva o negativa de este proceso de fusión queda en manos las autoridades reguladoras chinas.

Al mismo tiempo, China podría boicotear a las empresas estadounidenses, lo que sería mortal para grupos como General Motors, que vende más automóviles en China que en América del Norte. Los medios de comunicación estatales se han mantenido por ahora al margen de la disputa, pero las incitaciones al boicot ya circulan por las redes sociales. Según una encuesta del Financial Times publicada en julio, un 54% de chinos afirman que "probablemente" o "seguramente" dejarían de consumir ciertas marcas.

Las campañas de propaganda ya se han llevado a cabo con eficacia y rapidez en el pasado, señaló Mark Williams de Capital Economics. ¿Ejemplo? Las campañas contra Japón en 2012 o Corea del Sur el año pasado provocaron un colapso del 50% en las ventas de las marcas automovilísticas de ambos países en un mes. Pero el riesgo de esta estrategia es que podría perjudicar a los millones de ciudadanos chinos empleados de compañías estadounidenses y de sus asociados locales.

Otro costado crítico en esta relación "en problemas" es que Pekín podría tratar de limitar el número de estudiantes y turistas que van cada año a Estados Unidos, restringiendo, por ejemplo, el número de paquetes de viaje organizados.

El año pasado, con 350.000 estudiantes, los chinos representaron un tercio de los universitarios extranjeros en Estados Unidos. La cantidad total de gastos chinos en turismo o en educación en Estados Unidos se acerca al de las importaciones chinas de soja o de aviones estadounidenses.

Un dato, no menor, que tercia en este conflicto es que China es el principal poseedor de la deuda estadounidense, evaluada en alrededor 1,2 billones de dólares.

Las tensiones entre estadounidenses y chinos ponen a la defensiva al resto de los países que siguen con atención cada capítulo de esta novela iniciada por Donald Trump. Es que esta confrontación puede generar pequeñas explosiones controladas o bien secuelas en todo el sistema de comercio internacional. 











Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web