Editorial

El celular en la escuela

Un debate interminable se produce de tanto en tanto sobre el uso de los teléfonos celulares en las escuelas de la Argentina. Todavía permanece fresco el recuerdo de aquella escena en una escuela secundaria de Rafaela en la que una alumna adolescente se enfureció de tal modo que llegó a insultar a una docente que le reprochaba utilizar el aparato en pleno desarrollo de la clase. Otro estudiante, utilizando también su celular, grabó la situación y luego ese video se viralizó en la ciudad, escandalizando a muchos padres. La reflexión instantánea en ese momento fue que antes, eso no pasaba, porque la distancia entre profesores y alumnos era mayor, con un respeto de la autoridad más consistente que el observado en estos días. 

En algunas escuelas se logra una convivencia cuando se pacta dejar los teléfonos apagados al ingresar al clases, lo que evita distracciones y permite a todos concentrarse en lo importante. 

Ahora un nuevo elemento aparece en el horizonte de este debate de nunca acabar. Parlamentarios franceses aprobaron el jueves pasado un proyecto para avanzar en la prohibición de los teléfonos móviles en las escuelas públicas del país, una de las promesas de campaña del presidente Emmanuel Macron, más allá de que la oposición política considera inútil esta medida. 

Si bien muchos países tienen normas que fijan límites al uso de los teléfonos en las escuelas, Francia es el primero en prohibirlos en forma total, desde la escuela primaria hasta el liceo. Al justificar el proyecto en el Parlamento, el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, calificó el texto de "ley para el siglo XXI, una ley sobre la revolución digital".

En tal sentido, la ley es una respuesta a muchos padres, preocupados porque sus hijos se pasan horas mirando las pantallas de sus teléfonos y por el aumento de los casos de acoso a través de internet. 

Las estadísticas registradas a partir de distintos estudios señalan que casi nueve de cada diez estudiantes franceses de entre 12 y 17 años tienen un teléfono móvil. 

Otro aspecto vinculado a la educación y, en particular, al nivel de lectura de libros está vinculado también a las series que se emiten a través de plataformas digitales por el servicio de streaming. ¿Está usted atrapado por su nueva serie favorita de Netflix, pero la novela que reposa en su mesa de noche se llena de polvo? fue el interrogante de un reciente informe sobre lo que sucede en Alemania. "Como usted son muchos en esta situación", reveló un estudio alemán publicado la última semana que muestra la "dramática" reducción de los lectores de libros, debido a que la gente gasta más tiempo en la red.

Así, un estudio solicitado por la Asociación de Editores y Libreros Alemanes advierte que el número de personas que compra libros en ese país europeo cayó cerca del 18% entre 2013 y 2017. El retroceso fue incluso más profundo, de 24% a 37% entre las personas de entre 20 y 50 años, el grupo de edad que dedica más de tres horas al día a internet. 

El jefe de la Asociación, Alexander Skipis, consideró en un comunicado que "hay cada vez más presión social para reaccionar de manera constante y estar atento para no perderse algo" en la red.

El estudio, titulado "¿Compradores de libros, a dónde van?", alerta que servicios de Streaming como Netflix con su amplio abanico de series televisivas están "ejerciendo una gran atracción", y con frecuencia reemplazan a los libros como pasatiempo. Al respecto, agrega que los resultados del estudio son sombríos para la lectura en un país que se enorgullece de sus niveles en ese campo y donde tiene su sede la principal feria mundial del libro. El estudio, para el que la firma encuestadora GfK interrogó a 25.000 personas, revela que la creencia de vieja data de que uno de cada dos alemanes es un comprador de libros ya no es algo actual. El año pasado sólo 44% de los alemanes de más de diez años, o sea 29,6 millones de personas, compraron un libro.

Al menos, en lo que constituye un punto más optimista para la industria, el estudio mostró también que los que siguen siendo devoradores de libros están leyendo y comprando más que antes. El cliente promedio compró 12 libros el año pasado, más de los 11 de 2013.

A modo de reacción ante la caída de los niveles de lectura, la Asociación de editores y libreros indicó que puede aprovechar la oportunidad para presentar los libros como un antídoto ante el frenesí actual del todopoderoso mundo digital del que a veces no podemos desconectarnos ni siquiera cuando estamos al volante de un auto, con los peligros que eso implica. 

Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web