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El andén de la aventura: un recorrido por la Rodovia Transamazónica RB-230

Por Adrián Volpato

Horas de proyección. Horas de ajuste. Horas de arena y de plata.
Días sin amigos, sin amigas, sin nada más que sendas de sueños y pasión.
Al ponerle fecha a un “sueño” se convierte en “meta”.
Una “meta” dividida en pasos se transforma en un “plan”.
Y un “plan” apoyado por acciones se vuelve “realidad”.
“La esquiva Transamazónica”. Me sacudo las contras del proyecto, y una luz de fanática decisión brilla en los ojos…

DONDE EL SOL NACE PRIMERO
Rafaela, odómetro en cero. Ruge el bicilíndrico con proa al lejano noreste brasileño.
Entre lomadas y bosques, transito la región mesopotámica apretada entre los dos ríos más importantes del país, el Paraná y el Uruguay.
Sigo la “ruta de los Jesuitas”, llena de mitos y leyendas, donde convergen relatos sobre los guaraníes, restos de las misiones fundadas por la Compañía de Jesús y recuerdos de los crueles ataques de los esclavistas portugueses. Su huella hace presente la historia; en los trazados originales de los pueblos, en los antiguos túneles y murallas que los defendían, en las casas con muros de piedras acarreadas y talladas por los indios…
No todo es ayer. Hacia el norte, el contraste entre el verde intenso de la selva y el rojo oxidado de la tierra se acrecienta.
Profusa vegetación, saltos de agua y, yerbatales -el oro verde- conviven en una zona migratoria, revelando vitalidad.
Cerca de la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, algo le pasa al río Iguazú en su largo derrotero desde tierras brasileñas al Paraná. La jungla lo estrangula en la isla San Agustín, pero enseguida sobrevive, ensancha su cauce y se apacigua hasta alcanzar un punto de éxtasis y quietud, para caer al abismo conformando soberbias cascadas.
Majestuosas, las cataratas del Iguazú son un delirio de la naturaleza. Es difícil describir las sensaciones que provocan. Hay que dejarse bautizar por ellas, sumergiéndose en su spray, en su rugido, y en ese brillo especial que realza tonos y aromas.
Hipnotizado por esta bella escenografía cruzo el puente Tancredo Neves y me adentro en territorio brasileño, quinto país más extenso del globo.
Trazando una diagonal, desgrano los estados de Paraná, Sao Paulo, Minas Gerais, Goiás, Bahía, Alagoas, Pernambuco y Paraíba. Cada uno con sus particularidades. Una nación inmensa, en tamaño y también en riqueza cultural.
Pulgares hacia arriba del tudo bem, ritmo de samba, feijoadas, y caipirinhas. La alegría no es solo privativa del litoral.
Superada la rotura del retén de horquilla, corono la costa atlántica signada con magníficas playas. Húmedas lenguas oceánicas lamen arenales blancos y candentes. Pero hay un valor agregado: Ponta do Seixas, el extremo más oriental de la América continental, donde el sol aflora primero.
Y próximo, Cabedelo, añejo muelle; el kilómetro cero de la BR 230, la Rodovia Transamazónica, una obra faraónica por sus gigantescas proporciones, urdida y ejecutada durante el régimen militar entre 1969 y 1974. 

INCURSIÓN A LAS
ENTRAÑAS DE LA SELVA
BR 230. Inicialmente concebida para ser una carretera de 8.000 kilómetros que conectara las regiones norte y noreste de Brasil con Perú y Colombia. Sin embargo, su construcción se interrumpió en Lábrea, totalizando 4.273 km (nuestra emblemática Ruta 40 atraviesa 11 provincias argentinas con una extensión de 5.200 km).
No ha sufrido grandes cambios desde la inauguración. Atraviesa siete estados -Paraíba, Ceará, Piauí, Maranhao, Tocantins, Pará y Amazonas-, con seis cruces de balsa. En gran parte del recorrido no está pavimentada, lo que la hace intransitable en temporada de lluvias, entre octubre y marzo.
Me lanzo a la aventura. Adelante se abre el Amazonas, el mayor bosque tropical del planeta, como un burlón espacio de verde y cielo.
Calor tropical, húmedo, pegajoso, sofocante. Una selva impenetrable, colosal, lujuriosa, única, con sus sonidos y olores.
El sendero rojo, duro, difuso, amalgama variadas cuestas, precarios puentes, vadeos. Alterna rachaduras (grietas), buracos (agujeros), costelas de vaca (calamina), poeira (polvo) y puacas (guadales). Imprevistas y frecuentes precipitaciones tornan todo en lodazal; hay que detenerse hasta que drene.
A veces, la niebla llega súbitamente como conjurada en forma mágica. Velos de seda viscosa enrareciendo el entorno y creando enigmas a cada paso…
Amaneceres rojos con coros de aves, el sol surge raudo derramando rayos inmisericordes.
La maraña esmeralda conserva ese misterio visceral. Esconde vida salvaje, indígenas, aldeas remotas, garimpeiros (buscadores de oro y diamantes), ríos caudalosos e igarapés (remansos), incluso algún pueblo fantasma como Fordlandia –creado en la década del 30 por Henry Ford para producir borracha (caucho), aunque él jamás estuvo por temor a las enfermedades endémicas-.
Ocasos púrpuras, que apagan colores y realzan sombras.
Noches de humedad musgosa, murmullo de aguas ocultas, chirridos y rumores de naturaleza mutando en la oscuridad.
Marcho forcejeando con el cansancio, la soledad y los latigazos del riesgo. Dietas magras no aptas para labios sensibles y estómagos débiles. Combustible mezquino, impostergable, de calidad incierta.
Prima la obcecada decisión de continuar. El alarido del arrojo ante lo incierto. Algún derrape matiza el andar…
Atrás quedaron los desbordantes Xingú, Tapajós, y otros menores, ahora toca cruzar el Madeira para arribar a Humaitá, área de los originarios Tupí y Mura.
El aire parece vibrar. Desde el horizonte otra tormenta sube negra e hinchada de furias. Caballos de fuego corren por lo alto…Un galope intenso, sobrecogedor…Estruendos siembran ecos, y se desata la lluvia, torrencial, gris, …amazónica. Convierte la tierra en fangal, transformando la marcha en suplicio.
Rendido, desangrado por los mosquitos, con los dedos tiesos sobre los mandos y el miedo aplastado por la fatiga alcanzo Lábrea, un asentamiento ciego en la jungla al margen del Purús, famoso por sus atoleiros (cenagales), …el final de la Transamazónica. No hay nada más allá, sólo espesura cerrada.

AQUELLAS TIERRAS ALTAS
Desando camino. Los estados de Rondonia y Acre muestran una triste desforestación. El conflicto surgido por la propiedad de terrenos y la destrucción medio ambiental cobró gran revuelo cuando Chico Mendes -defensor de la jungla- fue asesinado en 1988, y se agudizó al “fugarse” de la cárcel sus verdugos años después.
El paso del Acre, marca otra frontera triple -Brasil, Bolivia, Perú- con cierta reputación respecto al tráfico de drogas.
La senda Interoceánica repta por la cuenca amazónica peruana; y Puerto Maldonado constituye un ícono, a la vera del rebosante Madre de Dios.
Más adelante, surge Quincemil, en una región de difícil acceso debido a la accidentada topografía, densa vegetación e intensas precipitaciones –las mayores del país-. Son muchas y diversas las historias que se tejen sobre el origen del nombre…
Paulatinamente la selva cede y ganan los escenarios de altura. Afiladas cadenas montañosas parecen sostener el firmamento, partidas por profundos y vertiginosos cañones. Salvo escabrosas abras que rondan los 5.000 metros sobre el nivel del mar.
La laguna de Urcos de subida coloración esmeralda, cercada por totoras, habitad de variada avifauna, oficia como antesala del Cuzco.
Cuzco, capital imperial de los Incas y, enteramente colonial. Muchos edificios se levantan sobre cimientos incaicos, construcciones antisísmicas de grandes piedras encastradas con absoluta precisión, rompecabezas de polígonos, pulidas como el mármol. Pero Cuzco no es sólo una aldea colonial, quizás la mejor preservada del planeta, es también el mausoleo de una cultura perdida.
Entre “Ticos” y mototaxis que pululan como avispas enfurecidas, la “Reina” (mi moto, para los distraídos, olvidadizos o nuevos lectores) pierde potencia paralizándose repentinamente. Debo drenar carburadores, reemplazar la bomba de gasolina y componer el enlace alternador/regulador de voltaje. Sin dudas, la mala ralea del combustible y las elevadas temperaturas padecidas en anteriores jornadas hicieron mella.
En el valle Sagrado seducen la belleza del cordón Urubamba y los verdes campos bañados por el sinuoso Vilcanota. Abriga yacimientos arcaicos y pueblos que mantienen intacta su tradición ancestral.
Acompañando el curso del Urubamba, el ocre de los Andes y los cactus resignan su dominio a las orquídeas. Recóndita, secreta, a 2.400 metros de altura, Machu Picchu, la ciudadela perdida mantiene su halo de grandeza y misterio.

LA OTRA ORILLA
Hacia el occidente, brotan más abras con nevados colindantes y amplios llanos de altura que se estrellan contra montañas. Por toda compañía, llamas y alpacas…
Colapsa el neumático trasero obligando a una reparación de emergencia y, abrazo Nazca con sus enigmáticas “líneas” trazadas en el desierto. Algunas representan animales, otras son sencillas pero perfectas figuras geométricas, logradas extrayendo de la superficie las piedras ennegrecidas por el sol, dejando al descubierto las más claras que hay por debajo. Se las considera un calendario astronómico, pero hay múltiples teorías.
Al cortar la última duna, ya se lo que hallaría del otro lado. La atmósfera está densa, impregnada de sal, de yodo, …ebria de sol. Emerge magno, azulado; y hay un largo bramido de bienvenida… Mi amigo, el mar. Algunas gaviotas chillan ásperamente y se vuelven llamarada blanca contra el horizonte…
Una estrecha faja costera conduce a la frontera chilena. Oasis con labriegos, y pescadores en crepúsculos salados. Barrancos; abajo, en visiones de vértigo, el mar sigue estrellando su obstinación milenaria contra la roca viva.
A lo lejos, un barco refleja oleaje y distancias…
Después de la guerra del Pacífico, Chile anexiona tierras ricas en cobre y nitratos que arrebató a Perú y Bolivia.
Chilenos y peruanos, combatieron en Arica. Su morro, un promontorio formidable -hoy estandarte del Chile norteño- fue testigo de la batalla crucial durante dicho conflicto.
Continúa una pampa fraccionada por grandes quebradas, con bosques de tamarugos -especie nativa que florece en suelos salinos gracias a sus profundas raíces-. En otros tiempos cubrió considerables extensiones, hasta que la tala para el empleo en las minas estuvo a punto de extinguirlo.
Atacama, el desierto más árido del orbe, aparentemente yermo y vacío guarda pueblos fantasmas que nacieron en torno a la industria del caliche (salitre). Ahora son ruinas, despojos, recuerdos, con extraviadas tumbas, lápidas y las memorias tenaces de los muertos.
El desierto implacable permanece aquí, con su ominosa realidad, ajeno a las tragedias pequeñas de los hombres… Nada más que el fulgurante sol reverberando en lo alto con trallas de fuego y la arena ardiente girando en furiosos remolinos.
El cobre sigue extrayéndose de minas a tajo abierto. Chuquicamata es la mayor del mundo y Calama –ciudad dormitorio- debe su auge al vecino mineral.
Rebaso la cordillera de la sal, con inusitadas formas y brillos, cayendo hacia el gran salar de Atacama para acceder al oasis de San Pedro.

LARGO CAMINO A CASA
Ante la vigilancia del imponente Licancabur, avanzo por una vasta meseta tachonada de picos y volcanes rumbo al paso de Jama, vínculo fronterizo entre Chile y Argentina.
El majestuoso altiplano andino siempre ondulado y batido por la furia del viento conjuga cumbres, salares, salinas, quebradas y lagunas plagadas de flamencos. Distantes vicuñas pastan mimetizadas.
Surco las salinas Grandes de impactante blancura y emprendo brusca bajada por la cuesta Lipán.
Oscurece. Aterido, anclo en Purmamarca. Locro y tinto templan el espíritu engalanando la vuelta al terruño. Momento de reposar los trajinados huesos. La quebrada de Humahuaca, mansa, con rica variedad cromática, encauza al sur.
Salta, Tucumán, Santiago, Santa Fe… Paisajes y gentes añoradas.
Una vibración del manillar acusa que se deshinchó el neumático frontal, por ventura ingresando a Ceres.
Y contiguo, el hogar dulce hogar, para sellar un periplo de holgados 16.000 kilómetros, durante tres meses, atesorando indelebles vivencias y emociones.

De todos los sonidos que oculta el silencio, ninguno es tan intenso, tan armonioso, tan feliz, como la música que habita en el alma de los que son libres…

Autor: REDACCION

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