Editorial

Economía sin referencias

¿Cómo será vivir con una inflación del uno, dos o tres por ciento anual? Una generación de argentinos, que nació a finales de los 90 o principios del milenio, están ingresando a la economía y desconocen lo que significa estabilidad de precios. Al parecer el ecosistema argentino implica aceptar la inflación como una debilidad que obliga todo el tiempo a renegociar los precios, los salarios, los alquileres, los aranceles, los contratos y los honorarios. Ponerle el valor a las cosas es un proceso estresante en nuestro país, como lo es ir al supermercado cuando enfrentamos una tasa inflacionaria más alta que los ajustes salariales. 

Este estado de cosas desordenadas por precios inestables deriva, inevitablemente, en conflictos. Para muestra basta un botón: las paritarias de los docentes santafesinos nunca se resuelven durante las vacaciones con un acuerdo en buenos términos sino que siempre se necesitan tensiones y presiones, con infaltables medidas de fuerza, para encontrar un punto de equilibrio que generalmente obliga a una de las partes a ceder más de lo que quisiera. Es un sello de estos tiempos de inflación incómoda y por momentos insoportable, que refleja además la ineficiencia de la clase política para resolver el dilema. 

Un estudio de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) del 2018, elaborado por la Unidad de Estudios y Proyectos Especiales, señala que a lo largo de su historia, Argentina se ha caracterizado por numerosos episodios

inflacionarios e hiperinflacionarios, siendo un caso de estudio en todo el mundo por la

frecuencia e intensidad que estos presentaron. Y concluye que durante los últimos 100 años, la tasa de

inflación promedio fue de 105% anual, siendo el máximo histórico de 3079% en 1989.

El documento consigna que solo 5

de las 26 presidencias -del período que va de 1943 a 2018- registraron variaciones de precios menores a los dos

dígitos, mientras que en el extremo opuesto, seis presidentes tuvieron inflaciones

anuales que alcanzaron los tres dígitos. Desde el regreso de la democracia en 1983, se puede destacar que la inflación anual promedio durante la presidenta de Raúl Alfonsín fue del 398%, la de Carlos Menem del 69,7%, de Fernando de la Rúa -1,1% -no terminó su mandato-, de Eduardo Duhalde 29,3%, de Néstor Kirchner 11,6%, de Cristina Fernández de Kirchner 25,2% y finalmente de Mauricio Macri 33,7% -un dato parcial-. 

Como sugerencia final, el informe de la CAC señala que ante la persistencia y la magnitud del fenómeno, y los efectos adversos que la

inflación tiene en la economía, la búsqueda de una solución debería ser una prioridad

para las autoridades públicas y los diversos actores involucrados.

Por ahora el Gobierno nacional procura apagar el incendio inflacionario utilizando baldes con agua, que son inútiles. Acuerdos de precios y salarios con gremios y empresarios exhiben una fragilidad absoluta y se presentan como inconsistentes para resolver el problema de fondo. A esto se agregan programas de escaso impacto como Precios Cuidados o Precios Máximos. 

El estudio de la CAC podría complementarse con un relevamiento de la consultora Focus Market, el cual da cuenta que los alimentos registraron subas de hasta 6.378% desde la primer gestión de Cristina Fernández de Kirchner hasta el primer año del actual mandatario Alberto Fernández. En el período analizado, los productos que más aumentaron en los últimos 13 años en forma acumulada fueron yerba mate (6.378%), cerveza (4.139%), atún (3.010%), gaseosa cola (2.889%) y queso cremoso, (2.866%).

En cada uno de las presidencias analizadas desgraciadamente para el bolsillo de los argentinos cada período presidencial supero a su antecesor en cuanto a la inflación de precios en las categorías básicas de productos consumo masivo, sostuvo la consultora. El director de Focus Market, Damián Di Pace, declaró a Infobae que a lo largo de los diferentes períodos presidenciales se ha intentado contener el precio de los alimentos congelándolos, mediante el programa Precios Cuidados o Precios Máximos, además se ha amenazado con la ley de abastecimiento y supervisión de precios en cadenas de supermercados, pero en los 13 años analizados no se ha logrado solucionar el desequilibrio fiscal y monetario que ha llevado a un evolución generalizada del nivel de precios impactando entre otros bienes en los alimentos y bebidas que determinan el umbral de indigencia de una familia.

Lo preocupante y alarmante que más allá de estos tibios esfuerzos para desacelerar el alza de los precios no se advierte entre los gobernantes un plan a mediano y largo plazo para dar una solución definitiva a esta problemática. No hay secretos a la hora de aplicar el remedio, que es bajar el gasto público y eliminar el déficit, pero se requiere coraje y voluntad política. Por ahora seguimos en el país de "lo atamo con alambre" y del parche sobre parche. 















Autor: REDACCION

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