En estos tiempos en los que suelen sobrevolarnos tantas mezquindades, y cuando muchas veces las circunstancias poco menos que obligan a refugiarse en el individualismo, restando de tal manera el verdadero valor que tienen las acciones destinadas a favorecer al conjunto, es decir al prójimo, la presencia de algunos de esos actos humanos y solidarios adquiere una trascendencia sobredimensionada. Aunque en realidad, debería ser lo habitual, lo que establezca un culto hacia los verdaderos valores que deben prevalecer por sobre todas las cosas.
La ausencia de ejemplos en los cuales espejarse, y por el contrario la abundancia de los que resultan nocivos, son parte de una realidad que no sólo sorprende sino que abruma. Es por esa razón que la destacable actitud del piloto que la semana pasada desafió la niebla y arriesgó su propia vida para salvar la de un semejante, adquiere una dimensión realmente extraordinaria.
El episodio fue profusamente divulgado, pero debería haber sido mucho más, ya que los ejemplos positivos, esos que transmiten valores solidarios, son los que hacen falta en este tiempo de tantas carencias espirituales. El gran protagonista de esta historia que hubiese sido simplemente una más de las tantas que suceden en los casos de transplantes de órganos, de no haber sido por la niebla que dificultaba los vuelos, fue el piloto Claudio Pistone, que tiene mucha experiencia con 5.000 horas de vuelo, pero que esta vez, mucho más allá que eso, dio una amplísima muestra de coraje y sentido humano. Lo cual es compartido, y como tal debe ser exaltado, por el copiloto Martín Herrera, quien compartió este vuelo de la solidaridad y la esperanza, depositando la más absoluta confianza en su compañero pero por sobre todo arriesgando también su integridad para llevar a cabo esa misión, que concluyó tan exitosamente.
La tripulación de la aeronave Learjet 31 LV-CLK, de una compañía de taxis aéreos sanitarios, partió desde Buenos Aires para recoger el equipo médico del INCUCAI que llevó a Mendoza para realizar la ablación, desde donde debía retornar a Córdoba con el corazón para implantar, siendo receptor Osvaldo Amado, un productor agropecuario de 52 años de edad de la localidad de Montecristo, quien esperaba un trasplante desde hacía 4 años y ahora se encontraba en emergencia nacional desde el 2 de mayo debido al agravamiento de su afección derivada de diabetes que le permitía un funcionamiento del órgano de sólo el 40%. En los últimos días había sufrido varios infartos y la insuficiencia cardíaca era severa, con pocas semanas de vida por delante.
Media hora antes que los médicos concluyeran la tarea de extracción del órgano del donante, desde el aeropuerto Pajas Blancas de Córdoba se les avisó que el mismo estaba cerrado por las malas condiciones climáticas, cundiendo la desesperanza y desazón en todo el grupo que participaba del operativo ya que el plazo de conservación del corazón en frío era de 6 horas, el cual ya comenzaba a consumirse.
Casi, como hubiese sido urdida una novela cargada de suspenso y dramatismo, fue entonces que se recibió la noticia de una leve mejoría en las condiciones que permitía algo de visibilidad para descender en la pista, aunque en condiciones de riesgo, y cuando ya la decisión de despegar había sido tomada y recién había comenzado el vuelo, un nuevo parte informativo desde Córdoba da cuenta que la situación había vuelto a empeorar y que desde la torre de control se había resuelto volver a cerrar el aeropuerto.
Aún con toda la situación en contra y con un escenario absolutamente desfavorable, se resolvió continuar adelante. Ya sobrevolando el aeropuerto cordobés, según lo narrado por el propio Pistone "decidimos aterrizar por una ventana que se abrió en la niebla, cuando la visibilidad era sólo de 50 metros". Así pudo entonces concretarse el transplante en el Sanatorio Allende de la ciudad de Córdoba, luego de todo este dramático desenlace que tuvo protagonistas heroicos, aunque mucho más que eso, figuras estampadas en un ejemplo que debe servir para todos, y que justo en este momento de carencias, logra una dimensión magnificada.
Se trata sin dudas, de lo que debe ser rescatado.