Es realmente difícil de asimilar que en un mundo que lucha desde hace poco más de un año contra una pandemia de Covid pero desde hace mucho más tiempo con otros demonios como la pobreza, la violencia y la falta de respeto por los derechos humanos un grupo de países destine una cantidad inimaginable de dinero para financiar sus presupuestos militares. Estados Unidos es el que mayores fondos asigna para solventar sus gastos de defensa y mantener el ejército más poderoso del planeta, justo un país en el que el capitalismo muestra sus dos caras lavadas, sin maquillaje. Por un lado un sistema que se recuesta sobre aquella (¿falsa?) ilusión del sueño americano, una síntesis de que el esfuerzo tiene premio y que muestra lo mejor del progreso estadounidense, con ciudades cosmopolitas y corporaciones globales. Por el otro, el lado b de una nación en la que viven miles de marginados de la economía capitalista, invisibles para las políticas públicas de asistencia social. Contrastes que desde siempre ofreció un país en el que conviven como vecinas de barrio la opulencia y la miseria.
El informe anual del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), divulgado esta semana, revela que el gasto militar global volvió a subir en 2020. En un año atravesado por la pandemia de coronavirus y la caída del Producto Interior Bruto derivada del impacto de las medidas para combatir la crisis sanitaria, el presupuesto que los países destinan a Defensa aumentó hasta alcanzar 1,98 billones de dólares -casi siete veces la deuda externa argentina-, un 2,6% más que el año anterior. Este crecimiento está apalancado principalmente por las inversiones de las principales potencias como Estados Unidos, China, India, Rusia y el Reino Unido, que en conjunto explican más del 60% del gasto en el ámbito mundial.
Para este grupo de países, la pandemia no alteró sus planes y sus presupuestos militares y de inteligencia. Si bien la inversión creció de forma global, hubo algunos países, como Chile y Corea del Sur, que decidieron reasignar parte de los fondos previstos para Defensa a los planes de lucha contra la pandemia. Otros, aunque el informe no lo vincula directamente con la pandemia, gastaron menos de lo que tenían en su presupuesto inicial para 2020, como es el caso de Brasil y Rusia.
En conjunto, haciendo una media global de la proporción del gasto militar en el PIB mundial, el estudio concluye que el pasado año fue el 2,4%, frente al 2,2% de 2019, el mayor aumento interanual desde la crisis financiera de 2009. Como sucede siempre, Estados Unidos lideró el ránking al destinar 778.000 millones de dólares para el área de defensa (casi tres veces la deuda pública de Argentina), lo que representa un 4,4% más respecto al año anterior. Solo este país concentra el 39% del gasto militar de todo el mundo. Después de siete años de recortes, desde 2017 Washington ha ido aumentando su partida para el Pentágono quizás para modernizar su arsenal nuclear y comprar armas de nuevo desarrollo ante una preocupación creciente por los movimientos de sus competidores estratégicos como lo son China y Rusia.
En el caso de China, con un gasto estimado de 252.000 millones de dólares se situó en segundo lugar. Esta cifra representa un incremento del 1,9% respecto a 2019 y un 76% en la última década. El gasto de China, además, ha crecido durante 26 años consecutivos, la serie más larga de incrementos ininterrumpidos de un país recogidos por la organización, lo cual se explica por los planes de expansión para recortar la distancia con otras potencias globales.
En tercer lugar se sitúa la India, con 72.900 millones de dólares y un aumento del 2,1%; seguida por Rusia, con 61.700 millones y un 2,5% más, y el Reino Unido, con 59.200 millones y un 2,9% más. En este punto cabe detenerse en la situación de la India, que si bien destina una fortuna para el presupuesto militar hoy sucumbe ante el avance del Covid, con personas que no encuentran atención en el sistema de salud.
El análisis por regiones refleja que el gasto militar en Europa creció un 4%, mientras que en Sudamérica descendió un 2,1%, debido principalmente al desplome del 3,1% atribuido por el SIPRI a Brasil, la principal potencia de la región que ocupa el puesto número 15 en el ámbito mundial con un presupuesto de 19.700 millones de dólares.
Después de repasar estas cifras obscenas que de asignan para financiar grandes ejércitos, infraestructuras y compra de armamento, queda una amarga sensación por lo distinto que sería el mundo si esos recursos se direccionaran a políticas sociales y de desarrollo territorial para dar forma a un mundo de paz y equidad social. Millones de niños están sumidos en la pobreza, miles mueren de hambre, mientras otros grandes señores se enriquecen y juegan a la guerra.