Editorial

Dirigentes gremiales y política

La relación entre los representantes de los sindicatos y los gobiernos en la Argentina ha tenido períodos marcados por las tensiones pero también por lapsos primaverales donde se imponía un clima de armonía. Sin embargo, en un país que atraviesa crisis de tanto en tanto los vínculos se resquebrajan, más aún cuando en la Casa Rosada el partido de gobierno no es del riñón del peronismo. Sucedió bajo la gestión de Raúl Alfonsín, que debió soportar más de una docena de paros generales mientras no lograba encaminar la economía del país en tanto que debía esforzarse por rehacer los cimientos de la democracia recuperada en 1983. 

Ahora en tiempos de crispación ante la necesidad de recortar el gasto y determinar quien se hace cargo de pagar las facturas de este ajuste, nuevamente se profundizan las distancias entre el gobierno y los gremios que buscan defender tanto el trabajo como el poder adquisitivo del salario que sufre una innegable erosión por el constante aumento de los precios. Como casi siempre ha sido, los sueldos corren de atrás a la inflación en una carrera que difícilmente puedan ganar.

En esta coyuntura de crisis constituye una obligación de los dirigentes sindicales de plantear una resistencia razonable para defender los derechos de los trabajadores, aunque siempre manteniendo espacio para el diálogo y el consenso no sólo con las autoridades gubernamentales sino también con los representantes de las entidades que agrupan a las empresas cualquiera sea su tamaño. En términos generales, las chances de superar las tormentas crecen cuando se las enfrenta unidos, no separados. 

No obstante, buena parte de la pérdida de confianza de los dirigentes sindicales es que en ocasiones juegan un doble rol, por un lado son delegados de los trabajadores para negociar paritarias y mejores condiciones laborales, pero por el otro son dirigentes de un partido político o un espacio ligado al Justicialismo. En estos casos es más difícil discernir las verdaderas intenciones de esos gremialistas. Por un lado buscan proteger a sus representados, pero por el otro sobreactúan en su rol de sindicalista para debilitar al adversario político que circunstancialmente está en el gobierno de turno. 

No es un secreto a voces la histórica relación que mantienen el movimiento de los trabajadores y el peronismo. Como tampoco lo es que en cada elección suele haber en las listas de candidatos dirigentes de organizaciones obreras. Y no se puede cuestionar la posibilidad de que los sectores del trabajo tengan representación parlamentaria. Lo que sucede es que muchas veces los sindicatos tienen una conducción muy cercana al justicialismo, pero en sus bases se observa una amplia diversidad en términos políticos. Por tanto, suele ocurrir que un trabajador cualquiera respalda a un gobierno puntual, pero el gremio al que está afiliado plantea una férrea oposición a aquel. 

Siempre hay que agudizar la capacidad para diferenciar y tamizar lo que se oculta detrás de un dirigente sindical, si una aspiración política personal, un objetivo de desgaste hacia un gobierno en beneficio de un partido opositor o una desinteresada defensa de los derechos de sus representados. 

En cierta forma, este debate asoma detrás de este nuevo conflicto docente que afecta el normal dictado de clases en varias provincias, entre ellas la de Buenos Aires. Desde este enfoque se entienden las declaraciones del ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro, quien cuestionó con dureza a la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA) por realizar un paro en la provincia de Buenos Aires pese a la conciliación obligatoria vigente, y sostuvo incluso que ese gremio es "más peligroso" que el líder del partido MILES, Luis D´Elía.

Basta recordar que este gremio docente es liderado por la titular de la Asociación del Magisterio de Santa Fe (Amsafe), la combativa Sonia Alesso. Según el funcionario, CTERA y D´Elía son las dos puntas de lanza que tiene el kirchnerismo residual para tratar de dañar al Gobierno pero que desde esta perspectiva la única diferencia es que el sindicato de docentes es más peligroso, porque le está coartando el futuro a los chicos.

En la misma línea crítica contra el gremio que conduce Alesso, Finocchiaro dijo que CTERA es una cáscara vacía que sólo sirve para promocionar dirigentes políticos y planteó que el único futuro que piensan es el de sus dirigentes, hace dos años trabajan en la sucesión de Hugo Yasky en la CTA, en referencia al titular de Suteba, Roberto Baradel.

Las histriónicas actuaciones de determinados sindicalistas -muchos de ellos aferrados a los cargos por décadas- ocultan segundas intenciones que a veces no son compartidas por el conjunto de afiliados de un gremio. Sólo es cuestión de leer entre líneas para no ser víctima de engaños. 










 

Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web