Sociales

Diezmo: ¿por qué no?

El diezmo -entregar la décima parte de los ingresos- lo recibió la Iglesia de la costumbre y la legislación judías. Con el tiempo fue reduciéndose a meros aportes "simbólicos" (colectas dominicales, fundamentalmente), salvo muy honrosas excepciones.

El tema es abordado en un folleto ("El diezmo, una, insti¬tución olvidada") por el doctor Ariel Alvárez Valdés. Sugiero su lectura, por su excelente fundamentación bíblica.

Resulta a veces difícil determinar qué parte de los bienes deben destinarse a la Iglesia para que ella pueda realizar el culto a Dios y el servicio -espiritual y material- a los hombres. El autor propone:

"¿Por qué no recurrir a una pauta como la del precepto bíblico del diezmo y ofrecer a Dios, al menos, el diez por ciento de nuestros ingresos? Una norma como esta, extraída de la misma Escritura, nos proporciona un criterio objetivo y razonable de justicia que nos libera de la inquietud acerca de si somos o no generosos. A Dios el diez por ciento, sea cual fuere nuestra situación, el nivel de nuestros ingresos, la magnitud de nuestras necesidades, las perspectivas económicas, los temores para el futuro o las urgencias personales y familiares".

¿Cómo calcular el diezmo? Su respuesta: "Para quienes tengan ingresos más o menos fijos, como sueldos, salarios, honorarios, intereses o rentas mobiliarias e inmobiliarias, el cálculo resulta sencillo. Es, simplemente, el diez por ciento del importe neto de esas rentas, que generalmente se perciben mensualmente. En cuanto a los empresarios, que obtienen sus ingresos del comercio, de la industria o actividades similares, generalmente dividen sus beneficios en dos partes. Una de ellas normalmente se reinvierte en la empresa para que ésta mantenga su capacidad competitiva en el mercado, mientras que la otra se destina al consumo personal. El diezmo debería pagarse sobre esta porción. El resto, necesario para consolidar la empresa y continuar creando riqueza para sus integrantes y para la sociedad a través de los mecanismos económicos, contribuye al bien común, con lo cual se sirve asimismo a los semejantes en su conjunto social".

Y si el diez por ciento suena a mucho ¿por qué no comenzar con el uno por ciento, como en la Iglesia chilena? Allá los resultados están a la vista.

Autor: Redacción

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