Editorial

Devaluación y comercio exterior

La tormenta cambiaria que parece haberse instalado por un tiempo en la Argentina, con períodos de mayor o menor intensidad, reconfigura la estructura de precios relativos hacia el interior del país y recalienta la suba de precios a la vez que favorece a los sectores productivos que apuestan al comercio exterior. En los últimos años, la economía nacional sufre devaluaciones bruscas sin anestesia a partir de una presión insostenible de los mercados. No hay gradualismo cuando crece la demanda de dólares por parte de empresas, especuladores o familias que buscan preservar el valor de sus ahorros ante un peso que nunca deja de ser débil. La fiebre por la divisa estadounidense revela las inseguridades y la desconfianza en la economía local y contagia a todos.

La crisis encuentra su explicación en los temblores de la economía mundial a raíz de la batalla comercial que por estos días sostienen las potencias de Estados Unidos y China, con otros actores secundarios, un poco también a la merma de la cosecha que sufrió una durísima sequía que privó al país de entre seis mil y siete mil millones de dólares pero también a los problemas de siembre: las inconsistencias por tener una organización económica con demasiados vicios (alto nivel de subsidios, inflación elevada y déficits crónicos de las cuentas públicas entre otros).  

Si bien los que se dedican a estimar los escenarios futuros en una especie de Prode económico proyectan que la tormenta seguirá durante varios meses, más allá de que los funcionarios nacionales buscan pintar un panorama no tan desalentador, en una Argentina tan imprevisible y tan adepta a la improvisación -es decir, donde no hay planes ni a mediano ni a largo plazo que permitan planificar sobre bases medianamente firmes-, al menos la devaluación ha dejado en un mejor lugar a los exportadores, lo que permite achicar el déficit de la balanza comercial.   

Un informe de la consultora Ecolatina destacó en estos días que el salto cambiario revirtió la dinámica del frente externo. Afirma que por el dinamismo económico y el atraso cambiario, el déficit comercial de bienes y servicios creció 60% en la comparación interanual durante el primer cuatrimestre de este 2018, rozando 8.000 millones de dólares.

Tras el salto del dólar y el enfriamiento de la actividad, el desequilibro externo comenzó a moderarse por el brusco freno de las importaciones, no tanto por el incremento de las exportaciones que aún debe darse -no es fácil la conquista de nuevos mercados en un sistema mundial del comercio tan revuelto el proteccionismo se repotenció-. Las compras que hacen los argentinos pasaron de crecer 20% interanual en el primer cuatrimestre del año a caer 0,5% en mayo-junio de 2018. En igual sentido, las compras externas de servicios pasaron de crecer 6% interanual en el acumulado enero-abril caer 12% en el bimestre mayo-junio.

De acuerdo a Ecolatina, en la segunda mitad del año, el rojo de bienes y servicios se reducirá, principalmente por el enfriamiento económico y la mejora cambiaria -un concepto que es positivo en términos de comercio exterior no así por su impacto en los precios del supermercado y las tarifas-. Esta recuperación obedecerá al desplome importador y no a un salto exportador, por lo que será el resultado del círculo vicioso de "menos actividad-menos importaciones" y no del círculo virtuoso "más competitividad-más exportaciones", subraya la consultora con gran realismo. Por tanto, no hay mucho por celebrar.

Asimismo, el estudio estima que el rojo en el intercambio de bienes sería prácticamente nulo en el segundo semestre de 2018, achicándose significativamente respecto a los casi 6.000 millones de dólares de la segunda mitad del año pasado. De hecho, pese a un primer semestre donde el déficit más que se duplicó, el saldo comercial de 2018 marcaría una mejora respecto al año pasado, pasando de un déficit 8.500 a 5.500 millones de la moneda estadounidense.

Por el lado de las ventas externas, Ecolatina sostiene que la sequía pondrá un freno al avance de las exportaciones. Además, un Brasil que viene morigerando sus proyecciones de crecimiento marcará que este "motor" no sea tan importante como se esperaba a comienzos de año. Por su parte, la escalada proteccionista en el plano global no sólo dificultará en términos comerciales.

Remarca además que no todos los shocks negativos serán exógenos: los sucesivos aumentos de tarifas (quita de subsidios) y las medidas en estudio de reducción de reintegros a las ventas externas, minarían la competitividad ganada.

Por el lado de las importaciones el escenario luce más “simple”. El encarecimiento del dólar y la caída de la demanda interna están golpeando las compras externas. 

En 2019, la anémica recuperación económica y un peso depreciado ayudarán a reducir el déficit externo. Además, un Brasil más dinámico y una cosecha “normal” apuntalarían el avance exportador. Como resultado, el rojo comercial dejaría de ser un foco de inestabilidad.


Autor: REDACCION

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