Hay momentos en que se visualizan mejor, las miserias humanas, como en este momento, en que mucha gente, revalorizó lo que tiene, cambió la óptica de su vida y otros muchos que dejaron al descubierto su egoísmo y su incapacidad para respetar las normas.
Cuando escuchamos que llegó a nuestro país una pandemia, que ha dejado tantos fallecidos y familias desarmadas y sin despedir como corresponde a sus muertos, actuamos como si no entendiéramos o no sintiéramos ese dolor del mundo. Si desde el gobierno nos dicen que nos quedemos en casa, que nos cuidemos y cuidemos a los demás, que salgamos pocas veces a proveernos, que no paseemos el perro, que no salgamos a correr ni a caminar e igual lo hacemos, evidentemente tentamos a la desgracia. Todos deseamos ver a nuestros hijos, nietos, sobrinos, hermanos, pero si por un segundo pensamos en lo importante que es no ir a darles un abrazo, para cuidarlos y para poder volver a verlos, seguramente cumpliremos mejor la norma.
Es importante destacar que la Argentina es un país con una población que no es muy afecta a respetar normas, existe en este país, esa viveza criolla, que ya no tiene cabida, porque estamos hablando de conservar la vida. Es muy importante cuidar a nuestros ancianos, ya que no son descartables y de ellos aprendimos en gran parte los mejores valores, que hoy dejamos de lado pensándonos autosuficientes. Dios no quiere que la humanidad muera, prometió después del diluvio, que no volvería a terminar con el mundo, pero lo que no advertimos es que con el mundo está terminando el hombre, con sus experimentos y su necesidad de poder desmedido. Hace mucho tiempo que se dejó de mirar a nuestro alrededor para mejorar, se miró para fabricar pobres que se acostumbraron a no trabajar por conveniencias políticas, esta debería ser la oportunidad para volver a empezar y lentamente pero con perseverancia cambiar lo que no está bien…ahora…somos capaces?, eso no depende de ningún político, depende de nosotros mismos, que hayamos descubierto lo verdaderamente importante de la vida y eso, no es acumular dinero, lujos, ser el más poderoso del mundo, significa haber descubierto que quién está a mi lado es mi prójimo y tengo que darle la oportunidad de un trabajo digno y no migajas que nos convierten en esclavos del poder.
Con esto no digo que se deje de lado la seguridad y que a todos, los que viven con bombos en la calle o los delincuentes les perdonemos sus cuentas, sino que el que infringió la ley, cumpla su deuda con la justicia, o con la sociedad, pero que en la educación apuntemos más a los vulnerables y a sus familias para tratar de empezar a cambiar la historia. Ningún país que tenga tantos planes puede salir adelante, porque el grupo humano que trabaja para mantener a tantas personas es muy escaso y pasa lo que está pasando se cansan los hombros de quiénes tienen el peso de semejante responsabilidad y además todos debemos trabajar.
Si al finalizar esta cuarentena aprendemos que la obediencia y la generosidad son dos grandes valores sociales y que la desobediencia y el egoísmo nos detienen, nos congelan como sociedad, habrá valido la pena. Recordemos a Gandhi: si tuviéramos una visión plena de la verdad, ya no buscaríamos a Dios, sino que seríamos uno con Él, porque la verdad es Dios.