Editorial

Desastres naturales

Durante la primera mitad del corriente año, los desastres naturales de diversas características como tormentas, inundaciones, terremotos, huracanes, erupciones volcánicas y deslizamientos en zonas montañosas, provocaron la muerte de 2.700 personas y pérdidas económicas estimadas en 42.000 millones de dólares. Aun cuando estos números resulten realmente impresionantes por su volumen, se encuentran por debajo del promedio de los últimos 10 años.

De todo lo ocurrido durante esos seis meses, los deslaves e inundaciones en Afganistán  fueron los desastres más letales, con la pérdida de 650 vidas, mientras que las enormes nevadas en Japón fueron las que ocasionaron las mayores pérdidas materiales, con daños que las primas de seguros cubrieron por 2.500 millones de dólares. En tanto que la tormenta llamada Ela, que azotó sectores occidentales de Europa en los primeros días de junio, se estima que les llegará a costar a las aseguradoras 1.800 millones de euros -Alemania resultó el país más afectado con seguros por 650 millones-, es decir, una cantidad similar por la anterior catástrofe en Medio Oriente. 

De todas maneras, el total de 42.000 millones de dólares y los 17.000 millones de dólares en declaraciones pagadas por las aseguradoras se encuentran muy por debajo del promedio de la última década que fue de 95.000 y 25.000 respectivamente, tal como se puntualiza en el último reporte sobre desastres naturales.

También en lo que hace a las pérdidas de vidas humanas la cantidad disminuyó bruscamente, pues en los últimos 10 años fueron 53.000 víctimas fatales, en tanto que en el primer semestre de 2013 había sido 9.100 contra los 2.700 de este año.

Los aseguradores, que dieron este informe, como así también las organizaciones ambientalistas, coinciden en la muy buena noticia que fue este descenso en la cantidad y magnitud de los desastres naturales, que hicieron descender bruscamente el número de muertos, y también las pérdidas económicas.

Desde el ámbito institucional en tanto, se viene preparando la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres que tendrá lugar en Sendai (Japón) en el mes de marzo de 2015.

El nuevo acuerdo sustituirá al Marco de Acción de Hyogo, que fue aprobado por todos los estados miembros de la ONU en 2005 tras el tsunami del Océano Indico que mató a casi 250.000 personas.

Las Naciones Unidas estiman que, en los últimos 20 años, los desastres naturales han afectado a 4.000 millones de personas, provocando la pérdida de 1,3 millones de vidas, con un costo de alrededor de dos billones de dólares en pérdidas económicas.

Cuando se habla de catástrofes naturales  -tal como lo refiere la Organización Inspiraction- estamos haciendo referencia a la escala de violencia de los fenómenos naturales y lo que ha sufrido una sociedad debido a ellos. Tales fenómenos tienen como consecuencia grandes destrozos, pérdidas humanas y económicas y pueden arrasar ecosistemas de manera irreversible. 

El cambio climático global ha sido un disparador importante para toda esta clase de catástrofes, que comenzaron a acrecentarse a comienzos de la década del '90, de manera especial en lo que hace a inundaciones, en lo cual tiene una participación significativa el deshielo que se está produciendo en ambos polos, habiéndose estimado que a fines del presente siglo los dos casquetes polares es muy probable que hayan desaparecido.

El calentamiento global ha variado los patrones del clima, por lo que las catástrofes naturales serán cada vez más frecuentes e intensas. Expertos de la ONU indican que el nivel de las aguas aumentará un metro o más para el 2100, lo que causará un aumento de los fenómenos naturales catastróficos, el desplazamiento de millones de personas y la extinción de numerosas especies.

La perspectiva es realmente complicada, no apareciendo demasiadas esperanzas de cambio en el futuro inmediato, ya que las principales potencias económicas -que también lo son en el plano militar y por lo tanto del uso de la fuerza- no toman ninguna clase de compromiso con la preservación del hábitat humano, optando en cambio por la defensa de algunas de sus producciones industriales, que son las generadoras de gases con efecto invernadero que provocan los tremendos daños en la capa de ozono.

Autor: REDACCION

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