De acuerdo con los últimos números conocidos oficialmente, completados los tres primeros trimestres de 2013 -restaba aún contabilizarse el último núcleo de octubre, noviembre y diciembre-, las cuentas externas se encontraban en rojo, con un déficit que ascendía entonces a 2.871 millones de dólares, y que dada la tendencia y proyecciones que se daban en ese momento, seguramente se habrá profundizado cuando se disponga del balance completo del año. Salvo, claro está, que se recurra a ciertos tipos de maquillaje como se suele hacer con las cuentas públicas para poder presentarlas de la mejor manera.
Los ítems que contribuyen a ese resultado negativo son por demás conocidos, aunque cabe reiterarlos: las mayores importaciones de energía y automotores, sumado al déficit de los servicios. Pero además, también las cuentas capital y financiera, donde se registran los movimientos de préstamos e inversiones extranjeras y el pago de deuda, que fueron negativas en 5.008 millones de dólares. Entre ambos déficits combinados, provocaron una pérdida de reservas de 7.879 millones de dólares, según las cifras oficiales.
En el cuarto y último trimestre, de acuerdo con las estimaciones realizadas en base a las proyecciones, las reservas habrían caído otros 4.000 millones de dólares, influyendo la mayor devaluación que se viene aplicando al peso. En el año lineal la devaluación fue del 40%, superando incluso el nivel inflacionario, lo que da cuenta además del retraso que se le había impuesto a la cotización de la divisa estadounidense, una de las razones por su demanda, además, por supuesto, de la defensa que hace la gente de sus ahorros.
Como forma de comparación, digamos que en todo 2012 la pérdida de reservas había sido de 3.305 millones de dólares y el alza del dólar en ese período de 14%, quedando claramente expuesto el contraste con 2013, donde la aceleración está a la vista.
Al fin y al cabo, todos estos números y estadísticas comparativas, lo que hacen es mostrar el fuerte desequilibrio del sector externo, aun cuando el INDEC marca que la balanza comercial fue positiva en 9.534 millones de dólares, lo que en realidad es cierto, pero con un retroceso de casi 3.000 millones en cuanto a 2012. Lo cual aconteció en virtud que las exportaciones crecieron sólo 4%, mientras que en cambio las importaciones se expandieron 11%, empujadas estas últimas por los combustibles y automóviles, por su efecto combinado de mayores cantidades adquiridas y precios internacionales más elevados. Cifras que además se potenciaron debido a los requerimientos de abastecimiento interno que redujeron las ventas de energía al exterior un 21%, donde fue por 14 puntos de menores cantidades y 7 puntos por la caída de los precios.
Hasta ese momento, no obstante tener la balanza comercial un superávit de 9.534 millones de dólares, esa cantidad no fue suficiente para pagar servicios y utilidades devengadas de los nueve meses, razón por la cual se produjo una diferencia que llevó al gobierno a suspender el giro de utilidades y dividendos al exterior, sumando de enero a septiembre nada menos que 6.158 millones de dólares. De haber sido autorizada esa suma, las reservas hubiesen sufrido un golpe de retroceso muchísimo peor.
Dentro de toda esta situación, el impacto del cepo sobre el dólar no tuvo finalmente un resultado lo positivo que se esperaba, ya que la filtración a través del turismo alcanzó índices del orden de los 8.000 millones de dólares, tanto por autorizaciones como por consumo con tarjetas, elevándose sobre la parte final del año el adicional aplicado del 20 al 35 por ciento. Que de todos modos, de acuerdo a lo acontecido desde su implementación no modificó casi nada lo que venía sucediendo, ya que frente a una inflación de 30 puntos -que incluso puede ser más pues la tendencia es hacia la suba, habida cuenta de la propia motorización que genera el gobierno-, se incita a la gente a un permanente consumo.
Ante este panorama tan complicado, del que no escapa la balanza exterior, el gobierno estaría recorriendo los pasos en la búsqueda de créditos desde el exterior, en especial apuntando al Banco Mundial, aunque se habría puesto como condición indispensable que se solucionen los litigios con el CIADI, donde se encuentran el tema del Repsol, la deuda con el Club de París, las demandas de los tribunales internacionales y el canje con los bonistas que no aceptaron anteriores acuerdos, a los que se identifica como fondos "buitre", todo lo cual sumaría 20.000 millones de dólares.