Editorial

De balances y proyecciones

Cuando una etapa se termina acostumbramos a hacer un balance para dar cuenta qué hicimos durante su desarrollo y, en caso de habernos planteado objetivos concretos, evaluar si los cumplimos o hemos postergado su realización. Se trata de una aparente e ineludible obligación que muchas veces termina con un resultado adverso e insatisfactorio que nos sumerge en una suerte de malestar anímico al considerar que fracasamos en lograr las metas fijadas de antemano.

Ahora que se termina 2019, nos imponemos la tarea de llevar a cabo el balance, y el grado de entusiasmo con el que la encaramos anticipa de alguna manera cómo nos fue a lo largo del mismo. Entonces, cuando se trata de una auditoría personal, nos paramos frente al espejo con la premisa de no autoengañarnos, de tratar de ser sinceros con nosotros mismos y pasar lista de cómo estamos en las relaciones interpersonales, en el estudio, el deporte o en el trabajo entre tantos planos en los que nos desenvolvemos.

Sucede que el fin del año es una fecha con un fuerte peso simbólico -como puede ser un cumpleaños o un aniversarios- y todo lo que implique cierta renovación de ciclos. La finalización de un año despierta emocionalmente todo lo relacionado a cuentas pendientes y promesas para el año entrante.

A veces es un verdadero desafío iniciar y terminar de repasar los hechos salientes de nuestro último año, tanto los positivos como los negativos. En un artículo publicado en Diario Clarín, los psicólogos expertos en manejo del estrés coincidieron en afirmar que tendemos a centrar los balances en los aspectos negativos, es decir que todo lo que no se logró, y que eso puede disparar problemas de salud. Por caso, la doctora en Psicología y directora de la Licenciatura en Psicología de la Universidad de Palermo consideró que pareciera que uno quiere terminar todo antes del 31, como si después se acabara el mundo, esa urgencia incrementa la ansiedad y cuando uno está muy ansioso no tiene una mirada equilibrada y profundiza el sesgo negativo, entonces no ve la escena completa y sólo repara en lo que no funcionó. 

A nivel país también se requiere un ejercicio similar. Y al analizar cómo estamos, rápidamente podemos concluir que fue un año de regular a malo para muchísimos argentinos. Las expectativas al inicio era tratar de controlar la inflación, generar empleo, bajar la desocupación y la pobreza para que la calidad de vida sea mejor para todos. Pero lamentablemente no nos salió casi nada bien como país, aunque claro que hay responsabilidades distintas entre quienes conducen gobiernos y quienes no lo hacen. En materia económica la Argentina transita una crisis profunda con más exclusión social que nos pone en una situación traumática: si hace cuatro años una consigna electoral fue "Pobreza Cero" y en las elecciones de este 2019 otra bandera fue luchar contra el hambre, queda claro que hubo un retroceso alarmante. 

De todos modos, las elecciones que se llevaron a cabo a lo largo del año fueron un plebiscito para los gobernantes. El hecho de que se hayan producido cambios de gobierno a nivel nacional como provincial refleja tanto la voluntad de los ciudadanos de apostar por un nuevo cambio como el inconformismo existente en cuanto a lo hicieron quienes estaban en el poder. Es el papel que cumple la esperanza, indudablemente. 

Así, una vez que terminamos de efectuar el balance, sigue la tarea de proyectar los objetivos para el año entrante. Quizás muchos de los que teníamos al inicio del 2019 se mantengan en la lista para el 2020, lo cual deja en evidencia nuestro fracaso en lo personal y en especial en lo colectivo. Pero vaya a saber por qué, ante el nuevo año que llega, renovamos la fe, la esperanza y el compromiso. Por tanto, a la sensación de frustración que nos deja el balance se contrapone el optimismo que se produce cuando estamos a punto de comenzar un nuevo año en el que volvemos a asumir el desafío de poder lograr las metas pendientes. El año nuevo es, por tanto, una nueva oportunidad.  

Ojalá que como país podamos de una vez por todas salir de esa sensación de estancamiento, o incluso de retroceso, e iniciar el camino de una recuperación sostenida en todos los órdenes, crecer sustentablemente con igualdad y convertirnos en un mejor país para todos. Que este 2020 que ya está llegando no sea simplemente un año más, sino el mejor de nuestras vidas.

Autor: REDACCION

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