Editorial

Crisis política y económica

La Argentina que nos toca vivir puede ser caracterizada como el reino de la improvisación, el país del "vamos viendo" como alguna vez dijo el actual Presidente de la Nación sobre el método para la toma de decisiones. El sistema político y los dirigentes encumbrados declaman la necesidad de lograr acuerdos básicos sobre el tipo de país que queremos, pero no es más que un montaje, una puesta en escena. Entre líneas sobreviven cómodos de un lado o del otro de la grieta, que a su vez funciona como un obstáculo insuperable para reinventar este lugar en el que sobrevivimos. 

Lo que sucede con la fórmula para determinar las actualizaciones de las jubilaciones y pensiones se presenta hoy como un perfecto ejemplo de un país sin vacuna para la estupidez de quienes ostentan cargos públicos muy bien rentados. Había una vez una receta que dependía de la discrecionalidad del médico para establecer el aumento de los haberes previsionales, en un país donde se mentía sobre el avance de los precios, es decir se manipulaban la realidad de lo que sucedía con la inflación. Después llegó un gobierno que decidió modificar la forma de calcular las actualizaciones y logró imponerlo a través de una ley a pesar de una movilización violenta de sectores opositores que descargó toneladas de escombros contra el Congreso. 

Pero el año pasado, con un cambo en el signo político del gobierno, un presidente borró de un plumazo el sistema vigente y resolvió otorgar incrementos jubilatorios en forma discrecional, lo que significó un fuerte ajuste en lo que percibe la clase pasiva. Un ajuste peronista a pesar que el relato político se esfuerce por maquillarlo de otro modo. Ahora resulta que se propone una nueva fórmula para definir la movilidad previsional, es decir cómo preservar el poder adquisitivo de las jubilaciones ante una inflación con raíces profundas en nuestro país. 

En definitiva, la política del zigzag tiene de rehenes a los abuelos argentinos. Imperdonable falta de respeto por parte de la dirigencia política, incapaz de alcanzar consensos elementales como el que hace a los derechos humanos de los jubilados y pensionados. Desencuentros, crisis políticas al fin, con altos costos sociales. 

Pasan las décadas y en lugar de evolucionar, la Argentina involuciona. Crisis económicas recurrentes, pobreza estructural, marginalidad, deuda externa, empleos precarios con un alto grado de informalidad (uno de cada tres trabajadores no está registrado), desocupación, inseguridad y otras problemáticas no desaparecen de la agenda pública. Los dirigentes políticos no encuentran soluciones o no quieren ponerlas en práctica. 

El recalentamiento de la inflación que se evidenció en octubre le da otro golpe al deteriorado poder adquisitivo de los salarios y abre una serie de interrogantes sobre el 2021. Si este año es considerado perdido por el retroceso registrado en todos los ámbitos por la recesión instalada entre nosotros desde 2018 y agravada por el impacto de las medidas para desacelerar los contagios de coronavirus que afectaron la económica, ahora crecen las dudas sobre lo que viene. ¿El 2021 será otro año perdido?

Los datos que asoman a partir de los relevamientos del INDEC no son fáciles de digerir. La Canasta Básica Alimentaria (CBA) registró en octubre un incremento de 6,6%, lo que determina que un grupo familiar compuesto por dos adultos y dos menores necesite percibir ingresos por $ 20.710,20 para no caer en situación de indigencia. Pero además el costo de la Canasta Básica Total (CBT), que además de alimentos reúne indumentaria y transporte, se incrementó 5,7 % en octubre, por lo cual el mismo grupo familiar necesitó contar con ingresos por $ 49.911,60 para no caer debajo de la línea de la pobreza.

Un reciente informe de la consultora Ecolatina advierte sobre un "distanciamiento del poder adquisitivo" de los salarios. Conservar el empleo ha sido la prioridad en un escenario altamente inestable y movedizo, por lo que se ha relegado la actualización por inflación. En consecuencia, el sueldo de hoy día compra menos bienes y servicios que hace un año o dos. Una recuperación de la economía en 2021 como proyecta el Gobierno nacional dependerá del aumento del consumo, lo cual estará condicionado por la caída del salario real y la menor capacidad de endeudamiento de las familias. Además, es difícil saber a ciencia cierta cómo afectará la pandemia a la economía el año que viene. En caso de que la vacuna demore su llegada y/o se tenga que volver a alguna medida de confinamiento como está sucediendo en Europa que enfrenta una segunda ola, volveremos a los problemas de oferta/circulación.

Para Ecolatina, producto de la aceleración de la inflación y la progresiva recuperación del empleo, las familias no tendrán una masa de ingresos suficiente para satisfacer los nuevos rubros disponibles para gastar, como turismo y recreación. Asimismo, los distintos rumbos macroeconómicos, determinados por la dinámica cambiaria (y sanitaria), no permiten vislumbrar una suba significativa del ingreso disponible de los hogares para consumo por lo menos durante la primera parte de 2021.






Autor: REDACCION

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