No hay forma para ser optimistas en la Argentina porque no hay ninguna radiografía que sea alentadora. Mientras la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense asisten a un aumento sustancial de los casos de coronavirus, la economía que estaba paralizada desde el 20 de marzo no parece estar en condiciones de soportar un nuevo freno sin estallar. Recién hoy abrirán los centros comerciales de la Provincia de Santa Fe, un par de días antes de la celebración del Día del Padre, con la esperanza de lograr ventas que permitan desacelerar la caída y la amenaza de cierres que se ciernen sobre los comercios que funcionan en estas grandes superficies.
A esta altura el Gobierno todavía puede mostrar números positivos en la lucha contra el Covid-19 en comparación con las estadísticas de países de la región, pero crece la sensación de que las cosas están saliendo de control. Sin margen para volver a congelar la economía, y con el contagio acelerado que se registra en el Area Metropolitana Buenos Aires, el dilema es qué hacer de ahora en más. La mortalidad de pymes es una realidad. Miles de familias, sean trabajadoras o propietarias de pequeños comercios, estarán en el mismo lugar en poco tiempo más: sin trabajo y sin nada de ahorro con qué aguantar la crisis, dependiendo entonces de lo que pueda hacer un Estado, que también está fundido sin poder plata prestada a nadie.
Así las cosas, la actividad económica tocó fondo en abril y en mayo comenzó una incipiente recuperación que se da por la mera salida progresiva de la cuarentena, pero el rebote se verá afectado por las restricciones cambiarias y la alta emisión monetaria sin respaldo, de acuerdo al Indice de Expectativas Industriales (IEI), desarrollado por el Instituto de Economía de Universidad Argentina de la Empresa (UADE). El nuevo indicador se construye sobre la base de una encuesta simple a, por ahora, 500 empresas con cuatro preguntas: qué espera para la producción, la dotación de personal, las horas extra y el uso de la capacidad instalada disponible.
De la encuesta de mayo se desprende que mejoraron las expectativas industriales en relación con el mes anterior, pero siguen en el área de contracción en la comparación contra un año atrás (cuando no había pandemia). Asimismo, el estudio muestra que así como las empresas esperan reducir la dotación de personal pero no en la misma velocidad que la producción, el rebote que se observó en mayo tampoco fue acompañado por el mismo fenómeno en el empleo. Lo concreto es que en esta coyuntura donde la incertidumbre es el común denominado, más del 77% de los empresarios consultados están esperando bajar o mantener la dotación de personal y solo el 23% prevé un incremento. En paralelo, el reporte advierte que la alta emisión monetaria y el congelamiento de los servicios públicos que en algún momento deberán actualizarse para evitar el desabastecimiento generan "enormes desafíos" dado que esto generará "una presión muy fuerte" sobre la inflación en los próximos meses.
Por otra parte, un informe señala que la crisis económica agudizada por la pandemia del coronavirus impactó de manera diferente en los distintos segmentos de la actividad productiva, y mientras los sectores populares y las pequeñas y medianas empresas fueron especialmente golpeados por la emergencia sanitaria, las grandes compañías no se resintieron, e incluso muchas se vieron favorecidas. Así lo destacó un análisis conjunto del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) y del Area de Economía y Tecnología de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), que precisó que la mayoría de las grandes empresas que operan en el país, y que en 2019 explicaron el 80% de las ventas entre las firmas líderes, se mantuvo operativa durante todo el periodo que va de aislamiento. En el caso de las pequeñas y medianas empresas, distinto fue el derrotero, según este análisis, ya que el 40% estaba completamente paralizado a mediados de abril.
Tras la flexibilización de la cuarentena, hubo una modificación progresiva de esta situación y en mayo solo el 25% de las pymes estaba totalmente paralizado. En tanto que entre las 200 empresas no financieras de mayores ventas, las totalmente paralizadas representaban el 23% en la misma fecha.
Por tanto, el estudio destaca que la pandemia y en particular la cuarentena que estableció una división de actividades esenciales de otras que no era consideradas prioritarias forjó dos escenarios en los sectores productivos: los que trabajaron con cierta normalidad más allá de incorporar protocolos o resignar trabajadores por estar en franjas etarias de riesgo y los que directamente debieron cerrar sus puertas. Este impacto dispar explica en gran medida que hoy, en un contexto recesivo, haya ganadores y perdedores.