Yemen no sólo es el más pobre de los países árabes, sino que también debe estar entre los más castigados del planeta, siendo su población víctima de padecimientos inhumanos, prácticamente indescriptibles, a los que se le van sumando nuevos episodios. Es que como si fueran poco los bombardeos que viene sufriendo desde hace más de dos años por parte de los saudíes, y la crisis de hambre que se viene prolongando a costa de decenas de miles de muertes, con el agravante de carencia de medicinas, ahora también se le ha agregado un brote de cólera, conocida como una afectación producto de la pobreza.
Es que, queda claro, todo tiene que ver con todo y más cuando de esta clase de padecimientos se trata. Lo más trágico, se sostiene, es que el cólera es una catástrofe humanitaria causada por el hombre, que bien podría ser prevenida y por lo tanto evitada, aunque esto en Yemen es una aspiración poco posible ya que en el país el conflicto armado ha devastado casi toda la infraestructura civil provocando el colapso del sistema de salud.
En tal sentido, un informe de la Organización Mundial de la Salud da cuenta que desde fines de abril se han registrado 1.828 muertes por causa del cólera, que no tiene miras de poner contenerse ya que va extendiéndose rápidamente en simultáneo con la grave crisis alimentaria, la cual se encuentra a punto de convertirse en una hambruna masiva, dada la cantidad de afectados. Lo cual, de llegar a ser de tal manera, sería realmente complicado de revertir, pues se necesitará de la asistencia de todas las organizaciones internacionales para afrontar la emergencia.
Existen en Yemen algunos escenarios que resultan más que descriptivos sobre lo que es una situación que está al borde de la generalización, pues además del hambre se suma la falta de funcionamiento de centros de salud, ausencia de personal y equipos médicos, quedando todo prácticamente al libre albedrío, casi sin destino.
"Cada diez minutos un menor de cinco años muere en Yemen por causas que pueden ser prevenidas", según expresiones del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, para agregar "estamos siendo testigos del hambre y la devastación de toda una generación. Debemos actuar ahora para salvar vidas. Debemos cambiar este sufrimiento y crear esperanza". Tal el planteo, enérgico y dramático, que había expuesto durante una de las asambleas del organismo internacional, sin que se hayan producido los resultados reclamados en ese llamado. Yemen sigue al borde del abismo para ingresar en una profunda crisis humanitaria. La pasividad del resto del mundo ha sido notable, muchos desentendiéndose y otros afrontando la resolución de sus propios problemas, quedando claramente expuesto el problema de desorganización y falta de sensibilidad que existe en un mundo cada vez más materialista y despojado de sentimientos y valores.
Yemen importa el 90% de sus alimentos, cada vez más escasos por la carencia de recursos, al extremo que el país está desangrándose.
El comienzo del conflicto ocurrió en 2015 cuando logró prevalecer el movimiento rebelde hutí, tomando intervención Arabia Saudita -fiel aliado de Estados Unidos- al integrar una coalición de 10 países árabes para tratar de restituir en su cargo al presidente reconocido por la comunidad internacional. Desde entonces, y durante más de dos años, fueron constantes los bombardeos aéreos desde Arabia Saudita, como así también los combates entre los hutís y las tribus y milicias en favor del anterior presidente, convirtiendo al país en un campo de batalla.
Yemen, de 26 millones de habitantes se encuentra sumido en esta clase de episodios en las dos últimas décadas, en situación casi permanente de guerra civil, que ha llevado a una situación poco menos que insostenible a toda su población. De ese total, unos 3 millones de personas huyeron del país en los dos últimos años y otros 20 millones requieren de urgente ayuda humanitaria. Sin embargo, las organizaciones y en especial las grandes potencias continúan sin reaccionar.