Después de lo que el Gobierno decidió bautizar como la "década ganada" por la recuperación de los indicadores económicos y sociales que permitieron una mayor inclusión social, los problemas del mercado laboral siguen siendo graves: uno de cada tres trabajadores tiene un empleo en negro, con el consiguiente perjuicio que significa no tener acceso a derechos como obra social, jubilación y vacaciones, entre otros. En un reciente informe, el INDEC reveló que el empleo en negro se ubicó en el 33,6% al cierre del tercer trimestre del año, lo que significó una caída de 1% con relación a igual período de 2013, pero una suba de medio punto contra el trimestre anterior (en el segundo trimestre, el trabajo no registrado se encontraba en el 33,1%, siempre de acuerdo con las estadísticas públicas).
Los datos surgen de los indicadores socioeconómicos de la Encuesta Permanente de Hogares correspondiente al tercer trimestre de este año para el total de los 31 aglomerados urbanos. De acuerdo con la estadística oficial, sobre un total de 12.344.000 trabajadores, alrededor de 4.100.000 personas se encontrarían sin registrar aportes jubilatorios y en absoluta informalidad.
La disminución de un punto en los niveles de informalidad laboral contrasta con la suba del 6,8 al 7,5% que se produjo en el índice de desocupación que mide el organismo oficial. Según el reporte, del total de la población económicamente activa del país, estimada en 17.500.000 habitantes, el 76,2 por ciento son asalariados, mientras que el 23,8 por ciento son cuentapropistas.
Al poner bajo la lupa los datos del INDEC, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) alertó "sobre nuevas manifestaciones de problemas de empleo", ya que mientras cae la proporción de asalariados que trabajan “en negro”, aumenta el cuentapropismo, una forma de inserción laboral mayormente informal. "De esta forma, la informalidad no se está reduciendo sino que cambia su composición. Se trata de problemas endémicos que no se revierten sólo con crecimiento económico sino que requieren de una profunda reforma de las instituciones laborales y mejoras en la calidad educativa", sostuvo en su último análisis.
Para el centro de investigaciones, "llama la atención está caída de la informalidad cuando el contexto productivo es adverso: la economía muestra síntomas de estancamiento, ya que según el INDEC el crecimiento del PBI a partir del año 2012 fue a razón de una tasa próxima al 1% anual, y esto repercute en una baja tasa de creación de empleos asalariados registrados, que está en menos del 1% anual.
¿Cómo se explica esta reducción en el trabajo asalariado informal en un contexto económico poco propicio para la generación de empleos de calidad?, se pregunta Idesa. La respuesta aparece cuando se analiza todo el mercado de trabajo, es decir, no sólo el empleo asalariado sino también el empleo no asalariado o por cuenta propia, consigna.
Al tomar como caso lo que sucede en los grandes aglomerados en el 3º trimestre de cada año de acuerdo a los registros del INDEC, se observa que en el año 2012 había 3,0 millones de asalariados no registrados y 2,4 millones de cuentapropistas y en el 2013 había 2,9 millones de asalariados no registrados y 2,5 millones de cuentapropistas. En tanto, en el año 2014 se contabilizan 2,8 millones de asalariados no registrados y 2,6 millones de cuentapropistas.
"Estos datos muestran que mientras disminuye el empleo asalariado no registrado aumenta el cuentapropismo. Si bien el INDEC no publica información sobre la calidad de estos empleos, se estima que más del 80% son no profesionales, que en su mayoría no cumplen regularmente con los aportes a la seguridad social debido a que son puestos de muy baja productividad", advierte Idesa. Esta tendencia muestra que ante el estancamiento productivo y la insuficiente generación de empleos de calidad, la gente está apelando más al trabajo como cuenta propia que al empleo como asalariado "en negro". Por eso afirma que "no se reduce la informalidad sino que cambia su fisonomía" en un contexto en el que "el cuentapropismo tiende a desplazar al empleo asalariado no registrado como forma precaria de inserción laboral".
Para Idesa, en la actualidad se consolida una tendencia en la que los déficits laborales no se manifiestan a través del desempleo abierto y la informalidad asalariada sino a través de mayor inactividad laboral e informalidad en el cuentapropismo. En este escenario, puntualiza, se tiende a caer en el simplismo de considerar que los problemas laborales se solucionarán mejorando la macroeconomía. Agrega que "altas cargas sociales y regulaciones complejas y litigiosas hacen que las personas con baja formación para el empleo sean condenadas a trabajar en pequeñas empresas que no cumplen con las normas o por cuenta propia".
Por último, expresa que "el retorno al crecimiento económico no va a alcanzar para promover la inclusión laboral de estos sectores" y que se requiere "mucha audacia y creatividad para revisar integralmente las imposiciones sobre los salarios".