Suplemento Economía

Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID): origen, cambios y presente

Por Ignacio Echaide

Los Estados Unidos anunciaron en junio de 1947 un ambicioso plan de ayuda para las principales economías europeas devastadas económicamente tras la Segunda Guerra Mundial. Bajo el nombre de Programa de Reconstrucción Europeo, pronto sería bautizado como el Plan Marshall. Este consistió en el otorgamiento no sólo de bienes sino básicamente de créditos. Como consecuencia, miles de millones movilizados. La escasez de divisas por parte de los europeos para poder comerciar con otros países sumado a la destrucción del aparato productivo eran marcadas. Por otra parte, los Estados Unidos temían tanto el avance comunista como el desaceleramiento de su crecimiento económico. Estas dos realidades se juntaron materializándose su solución en el Plan Marshall. Francia, Reino Unido, los Países Bajos, Italia y Alemania Occidental fueron los más beneficiados al recibir la ayuda. Países como España, por ejemplo, fueron excluidos del programa, debido a la presencia de la dictadura de Franco en dicho país. Sin lugar a dudas la decisión estadounidense de llevar a cabo el plan obedeció a su visión de política exterior de esa época, aquella por la cuál el interés nacional se encuentra por sobre todas las demás cosas. No hubo ninguna cuestión altruista en pos de ayudar a unas sociedades diezmadas por la guerra; sí una clara estrategia geopolítica, en un mundo que iba camino a la bipolarización de la Guerra Fría.

El Plan Marshall es señalado como el hecho que da nacimiento a la CID. Claramente esta última asomó como herramienta de política exterior. A lo largo del tiempo se irán sumando otros países. Tras el proceso de descolonización de posguerra los países europeos utilizarán la CID para mantener lazos con sus ex colonias. Es así que países como Francia e Inglaterra comenzarán a participar en temas de CID a través de sus antiguas relaciones coloniales. El caso español es uno ejemplificante, dado que la mayor parte de la CID es direccionada hacia países de América Latina. Estados Unidos tampoco descuidará Medio Oriente y dirigirá sus mayores esfuerzos en ayuda hacia Israel. Entonces, en los inicios, la CID se caracterizaba por ser ejecutada por actores públicos, que a su vez eran países desarrollados, sin establecerse marcos consensuados y lineamientos mínimos de acción. La CID tomaba la forma de donaciones de bienes, subsidios y créditos monetarios. El papel que cumplían los países subdesarrollados era el de meros receptores pasivos. Otra de las peculiaridades de la CID en sus comienzos es el hecho que la ayuda se destinaba exclusivamente al orden económico, prestándose nula atención a problemas inherentes a la educación, salud y medio ambiente.

Con el tiempo la CID fue tomando otra fisonomía. Nuevos actores, privados y públicos. Nuevos métodos e instrumentos. Nuevos ejes de acción. Ya no son sólo los países desarrollados los partícipes activos sino que se sumaron países subdesarrollados, fundaciones privadas, universidades, Organizaciones No Gubernamentales (ONG), organismos multilaterales de crédito, agencias especializadas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los países subdesarrollados construyeron lo que se ha denominado “cooperación Sur-Sur”, una forma de cooperación que a priori intenta establecer relaciones de socios sin imposiciones entre países receptores y donantes. Países que en numerosas oportunidades comparten historia, necesidades e idiosincrasias comunes. Dicha cooperación es ejecutada en ocasiones sin eufemismos y en otras no. Ejemplo de esto último es lo que viene realizando desde hace unos años China en países de África, enmascarando en CID lo que en verdad es una política de abastecerse de materias primas para no detener y potenciar su desarrollo económico. Nuevamente un interés egoísta por parte del país donante.

Pero la multiplicación de donantes ha permitido a la CID encarar acciones transversales en ámbitos como la democracia, el buen gobierno, los derechos humanos, los derechos de los niños y de los pueblos originarios, igualdad de género, sostenibilidad medioambiental, VIH/SIDA. Muy relacionado con estos temas están los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Tal es así, que los ODM se han convertido en la nueva guía de actuación de las políticas de la CID. Los ODM son: erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, reducir la mortalidad infantil, igualdad de géneros, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Queda de manifiesto que el desarrollo de un país no es una cuestión meramente económica sino que alude a un problema multidimensional.

Finalmente, la CID ha incorporado herramientas más sofisticadas y variadas. Hoy la CID puede encontrarse en la forma de condonación de deuda, aportes no reembolsables al presupuesto general o sectorial de los países, transferencia de tecnología y conocimientos técnicos, capacitación de profesionales, programas integrales de ayuda a sectores vulnerables, entre otros.

La CID hoy es muy importante para los países pobres. En algunos casos, representa más del 20% del PBI de ellos. Las disparidades entre países y dentro de ellos son en muchas ocasiones enormes. El compromiso de los países y demás agentes con la CID debe ser de un carácter irrenunciable y libre de posiciones egoístas. En los últimos años desde el seno de la ONU y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se ha avanzado en el establecimiento de estándares de la eficacia de la ayuda y en la baja de la discrecionalidad de la misma. El problema radica en que la multiplicidad de agentes en la CID no se gobiernan por mandatos comunes ni bajo las reglas de la ONU o la OCDE.


Autor: Redacción

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